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En los últimos años, la sociedad costarricense ha estado participando de un debate sobre los derechos humanos de las personas sexualmente diversas y en este proceso han aparecido actores nuevos, que desde su activismo, han contribuido a posicionar el tema en los medios, a frenar iniciativas discriminatorias y a denunciar actos de violencia y discriminación.
Circulan también por algunas cadenas, opiniones tendenciosas sobre la posibilidad y la supuesta necesidad de articular una nueva propuesta político-electoral en torno a la comunidad BGLTI para «contar con representación en el Congreso para dar una discusión – a propósito de los derechos de las minorías– en el seno del Primer Poder de la República«, como si en el Parlamento, no se discutieran temas relativos a los derechos de las minorías.
Quienes proponen esta aventura electoral, conocen de la gran capacidad organizativa de los sectores conservadores del país para hacer frente a las luchas, que desde la comunidad BGLTI se ha venido desarrollando en pro de alcanzar una igualdad civil, donde lo que se demanda, es la erradicación de las ciudadanías de segunda o tercera categoría.
En mi opinión, es miope quien considera que puede tener éxito un partido político monotemático; si bien es cierto, aún esa iniciativa no se materializa, el nivel del debate, no ha alcanzado a discutir temas relacionados con aspectos medulares para nuestra sociedad, como la redistribución de la riqueza, la protección de los recursos naturales, los niveles de consumo energético o de mercancías; tampoco se conoce que se esté discutiendo de otros temas vinculados a los DDHH, como la despenalización del aborto, la fertilización in vitro, la penalización a la violencia doméstica y otros tantos temas que a lo interno de cualquier grupo que se diga diverso y plural es necesario abordar, ya que su misma composición demanda un debate profundo de ideas.
Desde muy temprano en la discusión surgen porcentajes, cálculos electorales, y suposiciones de posibles caudales electorales a partir de los cuales capitalizar algunos votos; esto se entiende como un intento por sugerir, que la aventura del partido no es descabellada; se recurre a argumentos de este tipo porque se pretende generarle un buen ambiente a la iniciativa, independientemente de la valoración de elementos más importantes, como lo son: ¿cómo construir ese movimiento político propio de diversidad sexual?, ¿qué ideología profesará esa alianza electoral? -digo esto, pensando en la muy heterogénea y compleja composición del movimiento de diversidad- ¿qué documentos existen donde se invite a la sociedad a debatir sobre una amplia gama de temas?
Ahora, debemos reconocer que es legítima la aspiración a ocupar cargos de elección popular, pero hay que tener claro, que una aventura política de este tipo requiere de una amplia discusión no solo dentro de la Comunidad BGLTI; exige también, de la generación de documentos, de debate y de la toma de posición ante temas controversiales como los ya mencionados; de lo contrario, puede llegar a generarse un alto -y preocupante- grado de frustración al ver fracasar esfuerzos bien intencionados si la orientación política no está definida, o cuando menos trazados sus rasgos más generales.
¿Qué ideología puede predicar un partido gay en la católica Costa Rica?
La propuesta que lanzo es la de involucrarse más, de manera clara e inteligente, en las estructuras ya existentes que responden, programáticamente a las justas demandas de la Comunidad BGLTI; estructuras que ya tienen representación en el Congreso, que tienen algún nivel de respaldo popular, pero donde la Comunidad no ha logrado permear (educar) en esas estructuras partidarias de base, de la sensibilidad, el respeto, y el reconocimiento a sus derechos; desde esa incapacidad de incidencia política, es que se justifica muy bien el querer «hacer casa aparte» y reproducir y dispersar esfuerzos, que bien pueden hermanarse en torno a un proyecto de país, próspero, inclusivo y solidario, que ya plantean algunos partidos en el Congreso. La invitación, pues, es a desarrollar estrategias para que las estructuras ya existentes reclamen, defiendan y propongan los avances que la igualdad civil real demanda.
Los cantos de sirena tienen justamente el efecto de desviar el rumbo de los/as navegantes que, con ansias, esperan llegar al puerto de una vida mejor y más justa en sociedad.
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