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El gran estadio ti-co-chino

Desde el Medioevo sintieron como una necesidad la diversión de la sociedad y crearon el carnaval como un derecho del pueblo. Una vez al año, durante varios días, los campesinos suspendían sus labores agrícolas y se juntaban en las plazas públicas para escenificar una hermosa comedia, donde el rey descendía del trono y el plebeyo se sentaba en él. Todo era permitido: la crítica, la diversión, “las sacadas de clavo” y las “atornilladas”, porque los goces de “la carne que tienta con sus frescos racimos”, como dice Darío, eran de ley.

Desde el Medioevo sintieron como una necesidad la diversión de la sociedad y crearon el carnaval como un derecho del pueblo. Una vez al año, durante varios días, los campesinos suspendían sus labores agrícolas y se juntaban en las plazas públicas para escenificar una hermosa comedia, donde el rey descendía del trono y el plebeyo se sentaba en él. Todo era permitido: la crítica, la diversión, “las sacadas de clavo” y las “atornilladas”, porque los goces de “la carne que tienta con sus frescos racimos”, como dice Darío, eran de ley.
Pero muchos siglos antes, los griegos y los etruscos, crearon juegos de pelota, toros, gladiadores, teatro y circo. En el año 80 d.C. el emperador Vespasiano (39-81 d.C) construyó para los romanos el gran anfiteatro (50.000 personas) símbolo de la Roma pagana, donde la diversión degeneró en crueldad mortal.
Muchas de esas costumbres volaron hasta la América recién pisada, nueva como Macondo, donde las virtudes y los vicios habrían de crecer juntos. De Inglaterra llegó después el opio futbolero de las civilizaciones modernas y globalizadas. Nació así el futbolista: persona bien pagada que, junto a los políticos y reinas de belleza, tienen licencia para ejercer sin ningún estudio… Y si grandes catedrales construyó el cristianismo para gloria del Infinito Dios y lucro de sus corredores de bienes en la tierra, enormes maravillas se han construido y se siguen construyendo para “La Divina Madre: la Bola de fútbol”. Recordemos solamente: el Azteca en México, el Maracaná en Brasil y el Centenario en Uruguay, porque hablar de los hermosos escenarios europeos, orientales, árabes, o los multimillonarios que se construyeron en Sudáfrica para el pasado mundial, sería cosa de nunca acabar, ¡joder!
 
Pues en esta tierra tica donde siempre es carnaval y la gente es la más feliz del planeta, no podía faltar un enorme y lujoso estadio del primer mundo, que ha deslumbrado a tirios y troyanos: “lo más importante de nuestro país” -afirman- (¿y nuestro Teatro Nacional?) Un estadio “nacional” (sin los espacios para apreciarlo) grande y bonito -según dicen- pero “chuleado” a China, con emblemas chinos y entradillas “populares” de ¢80 y ¢250.000. El sueño y canonización de nuestros “gobiernos visionarios”, doctos en limosnear, pero incapaces de colocar una platina, supervisar una carretera, defender isla Calero, crear empleos, ofrecer seguridad social o demarcar una cancha… Un “confite” caro para un pueblo paradójico y empobrecido espiritualmente, que sufre hambre y ve cerrar sus hospitales ante la indiferencia gubernamental, pero paga un cuarto de millón por disfrutar un partido contra Argentina, o echarse un “taco de ojo” shakireño. ¡Qué vaina!
Inauguración multimillonaria. Todos los medios se llenaron la boca y los bolsillos  ponderando lo que llaman: “nuestro granito de oro”, “nuestro orgullo”, “nuestro sueño”. Pero ¿y la pena por nuestra democracia centenaria, aliada con una nación comunista que mantiene preso a un Nobel de la Paz y ahora nos exige romper toda relación con el Dalai Lama? ¿Y nuestro lloro por estos sobornos chinos, en pos del “Becerro de Oro”, que avergüenzan la memoria de sus sabios antepasados? ¿Y nuestra angustia por las toneladas de excremento y bazofia, que desde esa “torre de Babel” se depositarán en nuestros ríos y mares? ¿Y nuestra preocupación por la enorme cantidad de agua que demandará ese “elefantito chino”? ¿Y nuestro malestar por las presas y embotellamientos que vendrán cuando pase la “luna de miel” y todo vuelva a la espesa modorra de la cotidianidad tica? ¿Y las “35 mil ovejitas”, ojos llorosos, emocionadas por los seductores glúteos de la Afrodita colombiana y la gloriosa venida del Che Messi que ni jugó?… ¡Qué estafa y agarrada de chancho!
He ahí el tinglado de una nueva farsa, la cortinita de humo, el circo y la burla de los pobres políticos criollos, que de ese modo mancillan los ideales de libertad y soberanía costarricenses, poniendo en entredicho nuestro amor por la paz y el respeto por los derechos humanos… Doble moral: otra jugada oscura de los Arias, que anotan otro gol de “chilena” como el TLC. ¡Qué pena! WikiLeaks ha revelado sus felonías, sabemos que las águilas siguen “cuiteándose” en el país. ¡Con razón algo apesta! Pero bien, en Costa Rica, donde “lo mediocre es mejor que nada”, valga ese millonario estadio (regalito que todos tendremos que pagar, pues nada es gratis) para un pueblo que no siempre encuentra donde patear una pelota, pero sí quien le patee las suyas a diario.

  • Domingo Ramos A.
  • Opinión
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