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Aún podemos salvar las lapas verdes

Los ecosistemas naturales, protegidos y no protegidos, con sus especies de organismos y sus elementos no vivos (rocas, agua, aire, suelo, minerales), no funcionan con límites geográficos político-administrativos.  En los trópicos, estos ecosistemas conforman las redes de interacciones más complejas que existen en el planeta, y que nos proveen de invaluables servicios ambientales, como lo son provisión de agua, semillas, frutos y suelo fértil para cultivos, además de que representan valores intangibles difíciles de cuantificar. 

Los ecosistemas naturales, protegidos y no protegidos, con sus especies de organismos y sus elementos no vivos (rocas, agua, aire, suelo, minerales), no funcionan con límites geográficos político-administrativos.  En los trópicos, estos ecosistemas conforman las redes de interacciones más complejas que existen en el planeta, y que nos proveen de invaluables servicios ambientales, como lo son provisión de agua, semillas, frutos y suelo fértil para cultivos, además de que representan valores intangibles difíciles de cuantificar. 
La lapa verde (Ara ambigua) y el almendro de montaña o amarillo (Dipteryx panamensis) forman parte de una de estas redes, y es gracias a la creación y ejecución del Corredor biológico San Juan-La Selva, que la población de lapa verde se ha ido recuperando desde el año 2001.  Según Stiles y Skutch (1989), “esta lapa se alimenta mayormente de los frutos del almendro, y a menudo vuela largas distancias a alimentarse de estos árboles, visitando árboles remanentes en pastizales y áreas semiabiertas”.
Cualquier esfuerzo que se haga, en las zonas cercanas a este corredor, debe ser incentivado tanto por el Estado como por la empresa privada y las organizaciones no gubernamentales. A su vez, cualquier tipo de amenaza a dicho esfuerzo debe ser frenada de inmediato, no solo para el beneficio de una especie tan frágil desde el punto de vista ambiental como lo es la lapa verde, sino también para darles continuidad a los innumerables y productivos esfuerzos que ha realizado el país desde hace muchos años para preservar su patrimonio natural, cuna de ecosistemas maravillosos, y a su vez muy complejos y delicados.
 
Los proyectos mineros generan contaminación de suelos, agua y aire, por medio de la maquinaria y de las sustancias químicas utilizadas en el proceso de extracción. Por esto yo les pregunto: Señores magistrados que rechazaron el recurso de amparo, ¿cómo van Uds. a mitigar o eliminar la contaminación sónica generada por Industrias Infinito, la cual va a afectar a los ecosistemas protegidos cerca de la explotación minera?  Digo “Ustedes”, porque las ciudadanas y los ciudadanos de Costa Rica les confiamos a Ustedes la defensa de nuestro patrimonio natural, que no tiene límites político-administrativos.
Con base en todo lo anterior, el fomentar, defender, y permitir una actividad minera como la de Las Crucitas, es una acción que carece de sólido fundamento desde el punto de vista de la ética, el sentido común, y la conciencia ambiental.
Creo que no existe ni un solo caso de un proyecto de minería a cielo abierto, que haya impactado en forma positiva al ambiente natural y a los grupos humanos, ni siquiera desde un punto de vista económico. ¿Quiénes garantizan que todo el ecosistema del proyecto Las Crucitas, quede funcionado “mejor” (desde el punto de vista de la ciencia de la ecología) después de que cierre, en comparación con antes de que llegara la empresa canadiense?
Además, tampoco hay asidero alguno en fomentar la minería a cielo abierto, desde una perspectiva de la historia, dado que Costa Rica se ha ubicado como un ejemplo ante el mundo por proteger y tratar de preservar la enorme riqueza biológica que alberga este pequeño territorio, desde que se empezaron a proteger las áreas alrededor de los volcanes.
Esta lucha válida y emotiva para proteger las pequeñas poblaciones de lapa verde (y su respectiva red alimentaria, que incluye casi que solamente el almendro) es sin lugar a dudas otra lucha anti-ALCOA, porque miles de ciudadanas y ciudadanos queremos defender la paz social y la armonía natural de Costa Rica.

  • Carmen Ma. Rojas González
  • Opinión
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