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Los niños del Martes Santo

Repudiable, en Los Chiles de Alajuela, según lo mostró Telenoticias, el Martes Santo, un guarda privado montado en un chapulín la emprendió a tiros contra un grupo de personas desarmadas que habían sido desalojadas de la finca que él cuida.

Repudiable, en Los Chiles de Alajuela, según lo mostró Telenoticias, el Martes Santo, un guarda privado montado en un chapulín la emprendió a tiros contra un grupo de personas desarmadas que habían sido desalojadas de la finca que él cuida.
Él, junto con el conductor del chapulín, en la más desvergonzada muestra de matonería, arreciaban contra las personas que estaban allende de las cercas, disparando a mansalva y sin ninguna consideración. ¡Par de cobardes! Cual perros guardianes, hirieron a niños y mujeres.
Vi la noticia y me remontó al apartheid sudafricano: matones irrespetando la vida de quienes ellos consideran seres despreciables. Porque hay que despreciar la vida para cometer este tipo de atrocidades, especialmente cuando estos seres humanos están en indefensión.
El conductor del chapulín y el guarda son despreciadores de vidas humanas; irresponsables que posiblemente solo conocen de la vida el maltrato y la humillación. El guarda que hizo los disparos, ahora posiblemente esté viviendo su hazaña como un trofeo más de su matonería, tendrá seguramente la desfachatez de proclamar a los cuatro vientos que él es inocente, que los disparos de perdigones solo los hizo para amedrentar… ¡Y ojalá que en la próxima, su empresa no le dé una ametralladora,  porque haría peores desastres! La defensa de la propiedad privada es posiblemente el argumento de estos matones; propiedad que según su modo de pensar es más preciada que la vida de otras personas. La propiedad dentro de su entender justifica los medios para adquirirla y para retenerla, no importan a qué precio se haga. Si un hecho como este se recibe como una simple noticia y no se detiene en las instancias facultadas para ello, llegará el día en que a cualquiera de nosotros, por la estatura, el color de los ojos, la forma de vestir y, ¡cuidado!, por la forma de pensar y opinar, nos sacarán a tiros de cualquier lugar. Estamos construyendo una sociedad intolerante, que discrimina, que hace diferencias, y que crea personas que llegan a actuar como este par de energúmenos que la emprendieron contra un grupo de personas indefensas, entre ellas niños y niñas.Los niños heridos este Martes Santo merecen todo nuestro respeto; nuestra niñez no tiene por qué enfrentar tan injusto maltrato, no es el ideal que las leyes nacionales y convenios internacionales procuran para su protección y calidad de vida. Mi criterio, sin ser abogado pero sí padre de familia, abuelo y afortunadamente profesor de muchachas y muchachos que con disciplina y esfuerzo se enfrentan a este mundo de contradicciones, es que actos reprochables como estos deben detenerse a toda costa. El país no se merece ser blanco de este tipo de barbaridades; mucho menos nuestra niñez.Tengo la convicción de que el Patronato Nacional de la Infancia se va a sumar a la denuncia judicial contra este tipo que -rifle en mano- tuvo la desfachatez de herir a niños y mujeres que estaban dentro del grupo que había sido desalojado de la finca. También tengo la convicción de que el Ministerio de Seguridad ya está emprendiendo medidas contra la empresa privada de seguridad, de donde posiblemente proceda el arma que disparó el oscuro personaje de nuestra historia. Este Ministerio estará valorando la seguridad que esta empresa de vigilancia le ofrece a la ciudadanía y estará analizando las facultades psicológicas de sus guardas para ejercer el trabajo; o bien, estará hurgando en cuál reglamento de su autoría se dispone resolver un conflicto como se resolvió esta vez en una finca de Los Chiles.

  • Carlos Fuentes Bolaños
  • Opinión
Private Property
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