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América Latina ingresa a un período más estable que el pasado, afirma Mitchell A. Seligson, politólogo estadounidense

El politólogo estadounidense Mitchell Seligson afirmó que se puede ver con optimismo el estado de la democracia latinoamericana, basado en los resultados de una encuesta política que desde hace años realiza en la región.

El politólogo estadounidense Mitchell Seligson afirmó que se puede ver con optimismo el estado de la democracia latinoamericana, basado en los resultados de una encuesta política que desde hace años realiza en la región.
Desde su punto de vista, los resultados del “Barómetro de las Américas” le permiten ver que un manejo adecuado de la crisis económica evitó repercusiones negativas en el orden político.
En cuanto al resurgimiento de la xenofobia y de tendencias de extrema derecha en Europa, Seligson tampoco cree que resurjan las tendencias extremistas de los años 30.
Ustedes realizaron una encuesta política en 26 países latinoamericanos. ¿Cuál es, en su opinión, la situación en la región, qué conclusiones derivan de su última encuesta?
– “El Barómetro de las Américas”, uno de los proyectos de opinión pública que realizamos, cada dos años realiza encuestas en los países latinoamericanos y América del Norte. Para la del 2010, la crisis estaba azotando la región con mucha fuerza y pensamos que podría afectar su estabilidad democrática.
Estuvimos reflexionando sobre los efectos de la Gran Depresión y el caso europeo en los años 30, cuando en Europa había 20 países democráticos y 13 cayeron. Mucha gente decía que esta gran crisis afectaría la política en forma brutal y debilitaría la democracia.
No esperábamos golpes de Estado (y aunque hubo uno en Honduras, sus causas fueron otras). Pero nos preocupaba la posibilidad de que los países latinoamericanos salieran de esto debilitados.
Eso no ocurrió, pero la crisis no afectó de manera uniforme a América Latina. México fue el más afectado, con mucho desempleo; pero hay otros extremos, como Uruguay, que más bien creció. Incluso Bolivia salió bien de la crisis. Hablando de promedios, en el continente la confianza en el sistema no cayó, resistió.
En el pasado no era así, los obreros salían a las calles, había protestas, los militares daban golpes.
Esta vez, América Latina parece haber manejado de manera mucho más inteligente los instrumentos fiscales, aplicándolos de forma anticíclica para suavizar el impacto de la crisis. Tal vez estamos entrando en una época  más estable que en el pasado.

Se habla, en general, de consolidación democrática en América Latina. Pero, como en Costa Rica y en otros países, se acrecienta la disparidad social. ¿Cómo conjuga usted esos dos factores?
– Desde mi punto de vista, la desigualdad económica es completamente aparte de la cuestión democrática. En Estados Unidos hay muchos pobres que votan contra las políticas sociales que los pueden beneficiar. La realidad es que tener un país democrático no garantiza ninguna política específica en cuanto a la distribución del ingreso.
Costa Rica tuvo la suerte, en los años 50 y 60, de contar con gobiernos que trataban de distribuir los ingresos, de asegurar los servicios médicos y educativos en las zonas más pobres. Pero ahora está creciendo la disparidad nuevamente.
Nuestra encuesta pretende llegar a un nivel bastante profundo de análisis de la democracia. Nos interesa mucho menos lo del día a día.
La teoría que hemos manejado es que hay dos dimensiones en cultura política: la legitimidad del sistema y la tolerancia política.
Fue una sorpresa encontrar en América Latina un sistema político con tanta legitimidad. En Costa Rica, por ejemplo, la encuesta mostró que su apoyo es bastante alto. A pesar de que ha habido una erosión, aun en sus momentos más bajos Costa Rica está entre los países con índices más altos en América Latina, empatada con Uruguay.
Pero creer en la legitimidad del sistema no es creer en la democracia (los alemanes apoyaron mucho a Hitler; era legítimo, pero no era democrático).
La dimensión de tolerancia implica un valor democrático, de tolerancia con los derechos de las minorías. Si no tengo esa tolerancia, ¿cómo las minorías podrían transformarse en mayorías?
Comparemos Honduras y Costa Rica. Ya en 2004 habíamos hecho un estudio sobre Honduras y resultó ser un caso extremo, de un país donde la democracia estaba en riesgo. Por el contrario, las dos celdas más negativas reúnen, en Costa Rica, apenas un 8% de las opiniones.
A la par de esa consolidación democrática, América Latina vive un período de búsqueda de nuevas formas de organización política y de transformaciones sociales. ¿Cuál es su visión de ese período y de esas transformaciones?
– Es sumamente saludable. Nadie tiene la solución, a pesar de que, personalmente, veo que la solución cubana ha mostrado debilidades enormes. Comparada con Costa Rica, Cuba, económicamente, es un desastre. Cuando los subsidios de la Unión Soviética desaparecieron, cayó la economía cubana.
La diversidad tiene ventajas. Nadie sabía, en los 50, que un sistema donde el Estado era propietario de todo ofrecía menos opciones que un país de libre empresa.
En el caso de Venezuela, en mi opinión, es muy difícil usar la palabra “democracia”. Lo que queda es solo el componente electoral. Pero la independencia del sector judicial, tener un parlamento con deberes y derechos, libertad de prensa, libertades cívicas… me parece que ya no hay.
Se ha renovado un debate sobre la democracia en la región. Hay críticas contra algunos modelos de cambios, hay propuestas como las que se incluyen en el referendo de esta semana en Ecuador. ¿Cuál es su criterio sobre esos cambios?
– Las encuestas muestran que, entre las instituciones en América Latina con menos credibilidad, están los parlamentos y los partidos. La gente no confía en ellos. Hablan de privilegios, de corrupción y que pasan el tiempo en debates. Pero la gente olvida que esa es la función del parlamento. La gente está buscando alternativas a una institución que tiene raíces centenarias. No se me ocurre que otra cosa inventar para reemplazarlo. ¿Cómo controlar abusos del Poder del Ejecutivo, si no tenemos un parlamento y un Poder Judicial independiente? Si el Ejecutivo controla todo, si controla al prensa, ¿cómo puede la gente saber de los abusos?
Eliminar la libertad de prensa y la independencia del Poder Judicial del Poder Legislativo, ¿cómo podemos llamar eso?
Si quisiéramos hacer una prospección, intentar ver hacia el futuro, ¿qué tendencias destacaría usted en el desarrollo político de América Latina?
– Mi conclusión es sumamente optimista. Esa experiencia de la crisis económica fue una prueba de fuego bastante importante. No solamente sobrevivieron, sino que salieron de la crisis y están creciendo, sin perder la estabilidad política (con excepción de Honduras). No tenemos ejemplos de golpes de Estado, ni nada por el estilo.
Donde tengo mis dudas, es en casos como el peruano. La gente está buscando soluciones simplistas. En Perú, hay dos candidatos presidenciales en la segunda vuelta, uno de la derecha y otro de la izquierda, aunque los dos han tratado de ir hacia el centro. Mi esperanza es que, aun en Perú, van a moverse hacia el centro. Esa es la tendencia universal.
Finalmente, creo que se puede decir que la crisis económica internacional despertó tendencias xenófobas y, en general, un renacimiento de tendencias de lo que se puede llamar de “extrema derecha”, sobre todo en Europa. Eso nos llevó a la II Guerra Mundial. ¿Le preocupa ese estado de cosas, esas tendencias?
– Los datos me indican que hay esperanzas. La tendencia xenofóbica, que fue un problema en el pasado en Europa, ahora está renaciendo en varios países. Pero sigo siendo optimista. Eso no nos va a devolver a los 20 o a los 30. No veo ningún síntoma de que vamos a volver a dictaduras.
En mi opinión, hasta el momento estamos dentro de los límites. En un mundo tan bien educado, como Europa, y con tanta riqueza, sería casi imposible soluciones extremista como vimos en los 30. Creo que la gente no lo aceptaría. Nadie quiere repetir esas cosas.

  • Gilberto Lopes 
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