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Otear el horizonte y tomar buenas decisiones en política es un asunto que pocos dominan. Suele suceder que en vez de altura de miras -con las consabidas curvas propias de la negociación-, los altos dirigentes de los partidos con frecuencia castran la posibilidad de avanzar en ideas mancomunadas, sólo por el hecho de no contaminarse con la ideología del contrario.
Lo que ha pasado con el Directorio de oposición en la Asamblea Legislativa responde a ese marco de referencia. Si los grupos que confrontan a Liberación Nacional en el Congreso hubieran tenido entre sus líderes de fracción a personas inflexibles, de ideas fijas, con soberbia ética, las posibilidades de diálogo y de concreción del proyecto de unidad se hubieran debilitado y no estaríamos los ciudadanos asistiendo al acto inédito de un Directorio forjado en el yunque sólido de cuatro agrupaciones políticas.
¿Cómo se hizo el milagro? ¿Qué factores influyeron decisivamente para plantar la simiente de una coalición nacional que otea el horizonte y deja de lado las visiones cortoplacistas, para enrumbar las naves hacia un océano de oportunidades que confluyen el primer domingo de febrero del 2014? “Divide y vencerás”, sugiere el sabio texto de El Príncipe de Maquiavelo, obra que los líderes de las fracciones opositoras parece que repasaron una y otra vez antes de firmar el acuerdo político para los próximos tres años.
Y siguiendo los consejos del sabio italiano, decidieron romper las cadenas de la soberbia, el poco olfato político y la estrechez de miras, para cambiarle el rumbo al Congreso de la República y dejar al oficialismo postrado y dividido en su labor de control político, una de las armas de combate que le queda a la debilitada fracción verdiblanca en este segundo año de labores, y que amenaza con convertirse en su estado natural los próximos tres años.
Al frente del campo de batalla opositor, un mozalbete de 35 años, llamado Juan Carlos Mendoza. De bagaje profesional, politólogo, comunicador y exasesor legislativo, de carácter aparentemente apacible y conciliador, con amplio dominio del reglamento legislativo. Las bases para que tenga una labor destacada al frente del Parlamento nadie las objeta. Queda por ver si el “mozalbete” demuestra en la práctica su conocimiento de las artes políticas, capeando tormentas y abriendo puentes de diálogo en el mar tormentoso del Primer Poder de la República.
Lo que sí queda claro es que el “mozuelo” picó la leña, no prestó el hacha, pero le demostró a su progenitor político, Ottón Solís, cómo se alcanza el liderazgo en medio de un ambiente político donde el principal adversario, Liberación Nacional, era presa fácil por su oportunismo y división interna. Esa misma fórmula que pudo aplicar Solís en las anteriores campañas en que lideró a la segunda fuerza política del país, fue la herramienta clave que le dio el triunfo a Mendoza y le clavó la estocada al moribundo bloque oficialista.
Hoy la historia ubica a la fracción opositora ante una durísima prueba política, que dependerá del talento propio de sus líderes culminar con acierto en el 2014. Pero también le da la oportunidad a Liberación Nacional de negociar su condición de la más grande minoría del Parlamento para enrumbar proyectos, así como aplicar la misma fórmula de que fue víctima este Primero de Mayo. Pescar en el río revuelto de las diferencias ideológicas de la oposición, para de nuevo hacer válida la máxima de “divide y vencerás” de Maquiavelo.
Mientras tanto, el alumno seguirá dando lecciones a su profesor.
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