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Una propuesta renovada de María Lourdes Cortés, profesora e investigadora de cine, pretende que el Teatro Variedades, como se llamaba originalmente, pase a manos del Estado y se convierta en una cinemateca nacional y un espacio para artes como la danza y el teatro.
Las alarmas se dispararon luego de conocer el pronto cierre del cine Magaly, con lo cual el centro de San José se queda sin cines. Esto rompe una larga tradición que los situó en el propio corazón de la capital.
El Center City, convertido en un cine de películas pornográficas en sus últimos años, se despidió el año pasado luego de que lo adquirió el Grupo Extra.
Con sus afiches memorables, fotos maravillosas de personajes de la farándula que pasaron por sus salas, cuando era un centro de prestigio y “glamour”, frecuentado por la oligarquía, el Center City, venido a menos en los últimos tiempos, cerró sus puertas.
Pocos lo advirtieron, pero ello es consecuencia de una tendencia que se plantea como irreversible: el apogeo de las salas de cine de los centros comerciales en detrimento de las salas de cine tradicionales.
Ya antes habían cerrado el cine Capri, el Rex, el Metropolitan, el Moderno, el Palace y el California, entre otros.
De modo que el Variedades es el último cine que se mantiene en pie en la capital. Por eso la propuesta de Cortés, quien es autora del libro “La Pantalla Rota, Cien años de Cine en Centroamérica”, tomó fuerza en las redes sociales y despertó muchas simpatías, aunque la realidad no es tan fresca como parece.
“Yo tengo como diez años de proponer que se comprara el Variedades, que es un espacio maravilloso. Don Guido Sáenz se enfocó en la Antigua Aduana y no le interesó el proyecto, y ahora Manuel Obregón tiene alguna apertura”, dijo Cortés.
Mucho de lo que se haga por rescatar la joya arquitectónica y cultural que es el Variedades —el cual abrió sus puertas en 1894 y desde 1920 funciona como cine— depende del avalúo que haga el Ministerio de Hacienda y del monto que fije para una posible compra.
“Desconozco si ya existe ese dato, pero casi todo dependerá de ello en primera instancia, porque se determinará si el Estado puede o no comprar el teatro”.
UNA CINEMATECA
Costa Rica carece de una cinemateca nacional y de un espacio en el cual se puedan proyectar películas alternativas al gran cine de Hollywood, que hoy se difunde en los centros comerciales de todo el país.
Ante este panorama, salvar al Variedades es una opción que cumpliría con mantener un teatro con una extraordinaria tradición y el cual lo fundó el español Tomás García, en 1890.
El edificio, declarado como patrimonio histórico mediante el decreto número 28249-C del 30 de noviembre de 1999, reviste un valor económico importante, pero a la vez tiene un valor por la tradición con que lo administró primero la familia de Mario Urbini y luego la de Carlos Jinesta.
La familia Jinesta, en efecto, es la actual propietaria del inmueble, cuya decoración responde a un estilo arquitectónico propio de la época: en la fachada resalta la lira, las mascaradas, la danza y el teatro.
Una de las grandes preocupaciones para Cortés es que el avalúo del Estado no se ajuste a las expectativas y al valor que tenga el edificio; por esa razón, termine en otras manos.
Quien administra en la actualidad el cine es José Andrés Rodríguez, yerno de Carlos Jinesta, y todavía se pasan filmes por un valor de ¢1.000 la entrada.
También hay presentaciones para niños y otras actividades culturales. Muchas de las muestras de cine han tenido como sede el Variedades, pero ante el empuje y la irrupción de las salas en los “mall” resulta insostenible el negocio.
En caso de que el Estado no se encuentre en las condiciones económicas o políticas de adquirir dicho inmueble, queda aún una alternativa: que lo adquiera la Municipalidad de San José.
En efecto, el ayuntamiento, presidido por Johnny Araya, ha analizado la opción de comprar el Variedades y convertirlo en un Teatro Municipal.
Mientras se aclaran los extensos nublados del día en torno al teatro, de lejos parecen oírse los ecos de un tenor que estremeció sus paredes e hizo vibrar la noche del 10 de junio de 1906 a los costarricenses: nada menos y nada más que la voz de Manuel “Melico” Salazar.
Testigo, entonces, de grandes acontecimientos, el Variedades está a la espera de que el país defina su futuro.
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