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Un proyecto interdisciplinario, manejado entre las cuatros universidades públicas del país —Universidad de Costa Rica (UCR), Universidad Nacional (UNA), Universidad Estatal a Distancia UNED) e Instituto Tecnológico (TEC)—, estudia a profundidad el comportamiento genético y las tendencias en la salud de las cuatro especies de primates que habitan el territorio nacional.
El muestreo se realiza con distintas poblaciones de estas especies de monos: el congo o aullador (Alouatta palliata), el carablanca o capuchino (Cebus capucinus), el araña o colorado (Ateles geoffroyi) y el tití o ardilla (Saimiri oerstedii).
Las tres primeras especies han sido declaradas vulnerables, debido a que poseen poblaciones reducidas, mientras que el mono tití es considerado como el primate de Centroamérica con mayor riesgo de extinción.
Las giras formales comenzaron a principios del año 2010 y hasta la fecha se han realizado estudios en 40 individuos, analizados en 10 áreas diferentes del territorio costarricense; sin embargo, anteriormente el proyecto contaba con 92 giras preliminares, las cuales fueron realizadas entre los años 2001 y 2007.
El estudio pretende presentar para el próximo año –contemplando una prórroga de un año– un informe de recomendaciones ante el Ministerio de Ambiente, Energía y Telecomunicaciones (MINAET), en busca de fortalecer medidas de preservación para estos animales y reducir el impacto de las actividades humanas en su subsistencia.
VARIABILIDAD GENÉTICA
Gustavo Gutiérrez, director de la Escuela de Biología de la UCR y coordinador este proyecto dentro de la institución, asegura que las poblaciones de monos sufren de una reducción progresiva entre el cruce de poblaciones, fenómeno que afecta el acervo genético con que cuentan las especies.
Detalló que existen una serie de hipótesis para explicar los bajos niveles de variabilidad genética en las especies de primates no humanos del país. Entre ellas la existencia de condiciones naturales extremas, como la aparición periódica de huracanes y el brote de epidemias importantes, como la de fiebre amarilla durante la década de los 60.
El biólogo, además, señaló el establecimiento de barreras humanas -producto de procesos de urbanización- como una causa directa del cese de intercambio de flujo génico entre poblaciones distintas de una misma especie.
“Producto de la fragmentación del hábitat, cada vez es más restringido el hábitat de estas poblaciones y esto genera que las probabilidades de cruzarse con parientes cercanos es mucho más alta, y eventualmente esto afecta la variabilidad genética”, hizo ver Gutiérrez.
Agregó que se han confinado las poblaciones a espacios pequeños y con pocas posibilidades migratorias; puso de ejemplo el grueso de las poblaciones de tití que se encuentran restringidas en las áreas de Manuel Antonio, Corcovado y Golfito, las cuales anteriormente habitaban un área más amplia del Pacífico nacional.
Gutiérrez sostiene que la intervención humana ha sido un factor limitante en el crecimiento de las poblaciones de primates en Costa Rica, por cuanto la intervención urbanística cambia progresivamente los hábitats de los monos y constituyen una amenaza a su desplazamiento entre territorios.
“El problema más serio es la fragmentación del hábitat -un proceso acompañado por la urbanización- y uno más reciente -producto de estas dos cosas- es que están muriendo electrocutados al trasladarse por cables eléctricos”. Al respecto, recordó que al año pasado en Tamarindo se declaraban 22 muertes de monos por electrocución al mes, hasta que las autoridades ambientales tomaron cartas en el asunto.
El biólogo genetista hizo saber que el proyecto generó acciones para reducir los efectos críticos de la intervención humana en la preservación de las especies de primates no humanos.
“Nos hemos aventurado a hacer algunas cosas a corto plazo, como solicitar la prohibición de alimentos humanos al Parque Manuel Antonio, para que los animales no se expongan a los seres humanos”, puntualizó.
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