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Un gran salto

“La vida es una tómbola tómbola tómbola, de luz y de colores…. Don´t worry, be happy… Hay que trabajar, hay que estudiar, es mi forma de ser, no lo puedo evitar… Amigos míos me enamoré, creo que al fin me espera una mujer, una mujer a quien amar y compartir el ancho mar del porvenir… Soy como quiero ser, sin mandatos ni fronteras; río si tengo que reír, lloro si tengo que llorar: la que quiera que me quiera, la que no, que no me quiera”.

“La vida es una tómbola tómbola tómbola, de luz y de colores…. Don´t worry, be happy… Hay que trabajar, hay que estudiar, es mi forma de ser, no lo puedo evitar… Amigos míos me enamoré, creo que al fin me espera una mujer, una mujer a quien amar y compartir el ancho mar del porvenir… Soy como quiero ser, sin mandatos ni fronteras; río si tengo que reír, lloro si tengo que llorar: la que quiera que me quiera, la que no, que no me quiera”.
Esas canciones iba cantando Paco Ardilla mientras subía una de las montañas de su hermoso pueblo. Ya llevaba veinte años de hacer lo mismo casi todos los días: caminatas de dos horas y cuando subía la montaña duraba una hora y cuarto de ida y una de venida. Ardilla decía que lo hacía como terapia física y mental. Y lo había logrado: un gran equilibrio psíquico y una excelente salud. Pero no siempre fue así. Cuando tenía treinta años se sentía desilusionado, envenenado, amargado, un poco rencoroso y resentido con la vida, sufriente, aburrido. Ardilla realizó un enorme salto en su vida, un gran cambio. ¿Qué originó semejante empresa, semejante hecho biográfico?
Todo empezó cuando su amigo Santiago Castro lo invito a una clase inaugural sobre la filosofía de Federico Nietzsche en la UCR. El curso lo impartía el profesor Gregorio Cisneros, considerado el mejor expositor y conocedor de la filosofía del genovés – así era conocido Nietzsche en tierras italianas-. Ardilla no se perdió un detalle de esa memorable clase. Cisneros presentó una visión guerrera, heroica, sobre la filosofía de Nietzsche. Consideraba al filósofo como rapsoda de la superación personal, de la activación de la fuerza de voluntad, de la voluntad de cambio; de la voluntad de poder en el sentido de la búsqueda de la felicidad; de la lucha contra la mediocridad.
Para Nietzsche, según el punto de vista del reconocido profesor, la mente está llena de laberintos, de calabozos, de trampas, “de perros salvajes”, por lo que hay que tratar de dominarla y luchar por llegar, mentalmente hablando, a sitios frescos, alegres, libres, felices. El profesor habló de la vida de Nietzsche. De sus estadías en las montañas italianas que lo inspiraron muchísimo. Que Nietzsche fue caminante, trotador, corredor, bailador: un gran guerrero de la vida pese a sus problemas físicos y mentales. Que denuncia al espíritu de pesadez como causante de graves males. De aquí, la importancia de las terapias deportivas para relajarse y vivir saludable. Que, como en la filosofía epicúrea, la salud y la paz son valores fundamentales. Que profesaba el amor a la vida y fue uno de los grandes vitalistas en la historia humana.
Les contó el profesor Cisneros que debido a problemas físicos, le fue otorgada una pensión estatal que le dio al filósofo la oportunidad de dedicarse por entero a escribir libros. Sus obras completas son cinco tomos voluminosos. Según Cisneros, Nietzsche es un autor para toda la vida, como es el caso del también fecundo escritor Sigmund Freud. Las palabras del profesor sacudieron el alma de Paco Ardilla. Casi toda la clase quedó grabada en la mente de Ardilla. Automáticamente se interesó por el filósofo, su filosofía, el vitalismo. En los días y los meses que siguieron, Paco poco a poco se fue sugestionando, respirando profundamente, hasta que dio un salto enorme.

  • Héctor Andrés Naranjo Rojas
  • Opinión
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