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Un estudio sobre obras de teatro, que se presentan en los escenarios costarricenses, reveló que si bien no existe una imagen uniforme de la mujer en el arte dramático, la gran mayoría reproduce “un sistema patriarcal que genera violencia y discriminación contra las mujeres”.
Así quedó consignado en la investigación “Imagen de la Mujer en el Arte Escénico Costarricense”, cuyos resultados fueron presentados al público el pasado 26 de junio.
Dicho estudio fue realizado por Roxana Arroyo, Rodrigo Jiménez y Ailyn Morera, por iniciativa del Programa Justicia y Género del Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidades para la Prevención del Delito y el Tratamiento del Delincuente (ILANUD).
El objetivo de la investigación fue conocer la imagen de la mujer que trasmite el arte dramático costarricense en un periodo determinado, desde una perspectiva de género y desde los derechos humanos, para establecer el cumplimiento de las obligaciones asumidas por el Estado ante la comunidad internacional.
Rodrigo Jiménez, codirector de la Fundación Justicia y Género y miembro del equipo investigador, explicó que la institución presentó ante el programa PROARTES la investigación, la cual pretendía medir la obligación del Estado costarricense con el artículo 5 de la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer. Este artículo establece la obligación estatal de tomar las medidas apropiadas para modificar “los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole, que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres”.
Así, durante 4 meses se estudiaron diversas puestas en escena (seleccionadas al azar), para analizar la imagen femenina que estas proyectaban. De este modo, se investigó si las obras promueven la modificación de roles estereotipados y prejuicios sexistas, así como si están basadas en la inferioridad del sexo femenino.
También, se valoró el impacto del mensaje de la cartelera teatral, en la promoción de la igualdad y el respeto de los derechos humanos de las mujeres, y la reflexión sobre los límites de la libertad artística y el respeto de los derechos. Todo esto, con el fin de corroborar si el Estado costarricense está cumpliendo con las obligaciones establecidas en múltiples instrumentos internacionales que protegen los derechos humanos de las mujeres.
El estudio partió de la hipótesis de que “la oferta de la cartelera teatral costarricense promueve la modificación de patrones socioculturales sexistas en la sociedad”.
Según explicó Jiménez, el carácter del estudio fue cualitativo, de modo que el equipo de trabajo desarrolló indicadores fundamentados en los instrumentos internacionales de protección de los derechos humanos de las mujeres.
Se diseñaron conforme a estos instrumentos y regulaciones una serie de entrevistas, cuestionarios y una guía de análisis de las obras, con las que se analizaron 7 obras que estaban en cartelera durante el estudio.
IMÁGENES ESTEREOTIPADAS
Las producciones analizadas fueron “La Llorona”, escrita y dirigida por Fernando Rodríguez e interpretada por Sursum Teatro; “Renato hace y luego mira en 63 grados”, dirigida por David Korish y Roxana Ávila y producida por Teatro Abya Yala y Centro Cultural de España; la obra “Casa de Muñecas”, de Henrik Ibsen, bajo la dirección de Juan Fernando Cerdas.
También se estudió “Última gota (conexiones)”, el espectáculo “escénico-visual-sonoro-performance” de Tatiana Sobrado y el grupo Teatro Luna; la obra “Penélope Bloom”, dirigida por Gerardo Bejarano; y “Las Princesas Azules”, de Teatro Archipiélago, bajo la dirección de Ailyn Morera.
Rodrigo Jiménez aseguró que tras realizar la investigación, se encontró que en algunas de las obras hay mensajes constructivos dirigidos a promover el respeto de los derechos humanos de las mujeres, pero que en la mayor parte de ellas se evidenció la promoción de prejuicios sexistas que impulsan la violencia y discriminación contra las mujeres.
Por ejemplo, en el caso de “La Llorona”, el equipo investigador detectó la reproducción de estereotipos sobre las mujeres. Según afirma el documento, en la producción se da una “anulación de la subjetividad cultural, yuxtapuesta por una idea de mujer ‘liberal’ (nominación patriarcal), que ejerce su sexualidad sin ningún cimiento subjetivo-racional, sino plenamente pasional”.
Asimismo, aseguran, se le asigna la pasividad típica del rol femenino, se le convierte en un personaje “liberal y trasgresor” para ejercer su sexualidad, pero pasiva y tímida para defender la autonomía sobre su cuerpo y su sexualidad, e incluso se califica la decisión de practicarse un aborto como “locura”, despojando así al personaje de “la autodeterminación racional de la decisión sobre su cuerpo”.
En “Renato hace y luego mira en 63 grados”, el estudio afirma que la “limpieza e innovación del lenguaje en que se apoya la dramaturgia (de situaciones), refracta en el público los roles y estereotipos de género o sociales, que cada quien -consciente o inconscientemente- lleva consigo”. De esta forma, en lugar de propiciar actitudes violentas, prejuicios o estereotipos, la obra los cuestiona.
La puesta en escena “Casa de Muñecas” también fue criticada por la asignación de roles tradicionales a la personaje principal “Nora”. La evaluación reconoce que la obra es emblemática principalmente por la trasgresión del personaje femenino, de modo que una puesta en escena de este texto debería ser “sexista, con el único fin de mostrar y reflejar los estereotipos en que viven atrapadas las mujeres”.
El equipo investigador afirma que a pesar de esto, “la puesta en escena debilita la claridad, la fortaleza y los mecanismos de defensa que Nora va adquiriendo durante el desarrollo de los acontecimientos”. De igual manera, estimaron que la puesta en escena fue realizada “desde una visión androcéntrica, es decir, desde la perspectiva masculina del director y alejado de una conciencia de género”, pues representa una Nora estereotipada, invisibilizando su conciencia, su inteligencia y su capacidad de trasgresión.
Mientras tanto, la obra “Última gota (conexiones)” presenta -según la investigación- una sensibilidad de género, al validar al personaje femenino libre de patrones estereotipados. “La mujer con que nos encontramos en la obra es una mujer, en primer lugar persona humana, alejada del rol de la maternidad, del matrimonio, del servilismo; roles tradicionales asignados a las mujeres dentro de la cultura patriarcal”.
Así también, “Las Princesas Azules” se consideró una puesta en escena que “revaloriza el papel de las mujeres en la sociedad y permite reconciliar las reivindicaciones con nuestros deseos y sueños de una vida más justa y equitativa para las mujeres”.
“Penélope Bloom”, por otra parte, es un texto que promueve la reflexión sobre la angustia y el dolor que la represión de género impone a las mujeres; no obstante, concluye el estudio que “no profundiza y se queda solo en la lamentación”, pues la personaje principal no cuestiona “su papel de género, sino que parece que lo soporta como inherente del ser mujer”.
De acuerdo con el investigador Rodrigo Jiménez, el hallazgo más importante es que en el país no existe una política estatal en materia de cultura, dirigida para “cumplir con las obligaciones legales internacionales y nacionales de promover cambios culturales, para prevenir, sancionar y erradicar la violencia y discriminación contra las mujeres, sin importar la edad, condición económica, discapacidad, y orientación sexual, entre otras”.
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