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Del dicho presidencial al hecho….

Las lecciones de cinismo político en Costa Rica vienen siendo de antología. Ya ni siquiera asombra, aunque sí provoque algo de risa, que los políticos se refieran a sus colegas (los demás políticos) como si pertenecieran a una especie aparte, casi lunar. La pirueta consiste en hablar de aquellos como lejanos y diferentes, casi antónimos, separándose así, con tan sencilla maroma, de su propia condición, casi como abjurando de la política que les da -y les ha dado- de comer.

Las lecciones de cinismo político en Costa Rica vienen siendo de antología. Ya ni siquiera asombra, aunque sí provoque algo de risa, que los políticos se refieran a sus colegas (los demás políticos) como si pertenecieran a una especie aparte, casi lunar. La pirueta consiste en hablar de aquellos como lejanos y diferentes, casi antónimos, separándose así, con tan sencilla maroma, de su propia condición, casi como abjurando de la política que les da -y les ha dado- de comer.
Sin embargo, todo tiene su lógica, incluidas las piruetas politiqueras. Resulta que ante el desprestigio tan severo de los políticos en general, que han optado, por puro y duro sentido de sobrevivencia, por jurarse a sí mismos como outsiders de la política, los contorsionismos de ciertos encumbrados personajes, a cuya jefa paso a evidenciar, terminan en implicantes resbalones. Es definitivo: del dicho al hecho hay mucho trecho, afirmación aún más cierta en el ámbito político.
Me limito a una evidencia que por inducción permitirá al lector dimensionar el peso de tales maromas, escogiendo solo un episodio, una muestra, en fin, un breve ejemplo, pero eso sí, presidencial. Porque es la Presidenta la que debiera ahorrarse tales artilugios, siendo que sus mañas se pegan a sus acompañantes y por la vía del mal ejemplo se corroe aún más el sistema público, ya de por sí manido, por demás desgastado. Vamos al grano.
En su informe anual ante la Asamblea Legislativa, a principios de mayo pasado, la Presidenta Chinchilla reconoció el “implacable avance del crimen organizado y del narcotráfico que suponen una grave amenaza a nuestra democracia, por su potencial de corrupción y extorsión, y por el recurso a la violencia y a la delincuencia común”.
Trazó de seguido, apenas párrafos después, en ese mismo discurso a la Nación, su objetivo principal, a saber: “el desmantelamiento de las estructuras operativas de los carteles locales e internacionales del narcotráfico y la reducción significativa de la legitimación de capitales en el sistema financiero del país”.
Al decir esto, se le olvidó a la Presidenta que apenas un par de meses antes, firmó el decreto 013-H, congelándole las plazas nuevas al Instituto Costarricense sobre Drogas (ICD), encargado de la prevención y la investigación financiera del lavado de activos provenientes del narcotráfico.
En su momento, con la mirada fija en su popularidad, se cuidó de no congelar las plazas de la policía ordinaria y los docentes, nada más. Pero congeló al ICD y con ello, la lucha contra el lavado. Quedamos avisados: mientras el crimen organizado cuenta con todos los recursos imaginables, nuestra Presidenta, ocurrentemente, le congela las plazas a la institución más importante en la lucha antidrogas.
La contradicción evidente entre el discurso político y la realidad práctica de la institucionalidad encargada del control del lavado, en cuenta el ICD al que la Presidenta le congeló toda posibilidad de crecimiento y por tanto de combatir con algún grado de eficiencia el narcotráfico y muy particularmente el lavado, nos impide entender cómo se entiende hoy en Zapote el supuesto “reforzamiento”, un aún más sonoro “desmantelamiento” o la discursiva “reducción significativa”, expresiones todas, que animaron el discurso presidencial más importante del año. Porque palabras hay muchas, pero hechos…
(Citas de Laura Chinchilla. “Mensaje de la Señora Presidenta de la República”. Costa Rica, Imprenta Nacional. P. 12 y 14. 2011)

  • Pablo Barahona Kruger
  • Opinión
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