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Con el auge que ha tenido la Internet en los últimos años, y sobre todo con la aparición de la web 2.0, que permite una mayor participación de los internautas, ya no solo como consumidores de contenido sino también como productores, han surgido discusiones en torno al tema de la ortografía. Se dice que cada vez se escribe más mal; sin embargo, creo que los «horrores ortográficos» no son nuevos, lo que sucede es que la exposición que tenemos a diario a los medios digitales, nos hace encontrarnos con faltas ortográficas cuya existencia jamás hubiéramos sospechado.
En esa línea se ha satanizado un poco a la red social Twitter (y similares), en la que el espacio de escritura es limitado, lo que obliga al usuario a una economía escritural que en algunos se convierte en la invención de nuevos lenguajes.
Pero este artículo no tiene como propósito tomar partido en las polémicas generadas sobre este tema, sino rescatar las bondades que el desarrollo de la Internet ha tenido, al poner al alcance de quienes acceden a ella, herramientas que antes solo podrían encontrarse en las bibliotecas.
Cuando estudiaba en el colegio y aun en mis primeros años de universidad, jamás soñé con la posibilidad de consultar diccionarios en línea, acceder a artículos de revistas especializadas o consultar el catálogo de la biblioteca antes de salir de casa para sacar algún libro.
En el área de la lengua, la Real Academia Española (http://www.rae.es/) tiene un sitio en la Internet desde donde se puede acceder tanto al Diccionario de la lengua española como al Diccionario panhispánico de dudas. En el caso del primero se puede, incluso, acceder al proyecto de reforma de la entrada para la próxima edición que se edite en papel.
También en el sitio hay una sección de consultas lingüísticas; algo que nuestra maestra de escuela (que en algún momento insistió en que la segunda persona del plural era vosotros) jamás hubiera soñado.
Pero debemos recordar que la Academia Española es tan solo una de las que a lo largo y ancho del planeta se ocupan de nuestra lengua. Por ello, es importante visitar también el sitio de la Asociación de Academias de la Lengua Española (http://www.asale.org), donde se puede encontrar la dirección al sitio de cada una de las academias que la conforman.
Nuestro país no se ha quedado atrás en su presencia en la web, pues en el sitio de la Academia Costarricense de la Lengua (http://www.acl.ac.cr/), además de la sección de consultas lingüísticas, se puede acceder al Diccionario de costarriqueñismos de Carlos Gagini, editado en 1919.
Un sitio muy reconocido entre los medios de comunicación es el de la Fundación Español Urgente (http://www.fundeu.es/), donde no solo se atienden las consultas que les formulan los particulares, sino que en forma constante escriben artículos a partir de los errores que aparecen en los medios de comunicación.
Y, para quienes están imbuidos en la Internet, han creado el Manual de estilo para nuevos medios (http://www.manualdeestilo.com), desde donde brindan herramientas para una mejor comunicación en blogs y redes sociales, siempre tratando de respetar las normas ortográficas, pero tomando en cuenta las características que los distinguen de los medios tradicionales.
En todo caso, creo que para quienes amamos nuestra lengua y creemos que para una mejor comunicación es fundamental que nos ajustemos a las convenciones (sea ortográficas o las generadas en el día a día); la web se convierte en un mar tempestuoso, lleno de peligros como los que Ulises enfrentó en su odisea, pero donde se encuentran todos los días tesoros que nos maravillan.
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