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La cuesta de La Chinchilla

Casi como una premonición, los residentes de aquel pueblo, conocido como Churruca, habían bautizado la empinada pendiente entre su vecindario y Cot, la Cuesta de La Chinchilla. Muy lejos estaban esos campesinos de pensar que tal nombre describiría casi a la perfección el año inicial de gobierno de quien sería la primera mujer presidenta de Costa Rica. Al pie de esa cuesta, que las cholitas bajaban descalzas y con las canastas de flores en sus cabezas, se afirma que nació Braulio Carrillo,  quien se dice que fue el arquitecto del Estado costarricense. Curiosamente, la actual presidenta, comparte con él apellidos que son diminutivos y se confiesa en uno de sus portales de Facebook “… hija de Desamparados”, quizá una subliminal percepción de su situación en el poder.

Casi como una premonición, los residentes de aquel pueblo, conocido como Churruca, habían bautizado la empinada pendiente entre su vecindario y Cot, la Cuesta de La Chinchilla. Muy lejos estaban esos campesinos de pensar que tal nombre describiría casi a la perfección el año inicial de gobierno de quien sería la primera mujer presidenta de Costa Rica. Al pie de esa cuesta, que las cholitas bajaban descalzas y con las canastas de flores en sus cabezas, se afirma que nació Braulio Carrillo,  quien se dice que fue el arquitecto del Estado costarricense. Curiosamente, la actual presidenta, comparte con él apellidos que son diminutivos y se confiesa en uno de sus portales de Facebook “… hija de Desamparados”, quizá una subliminal percepción de su situación en el poder.
Aunque hubo una convención de por medio, siempre fue sobreentendido que la Presidenta representaba  la persona designada por el dúo Arias para dirigir el país hasta la previsible -aunque no segura- vuelta de Rodrigo  en el 2014. Con la percepción de que se trata de feudo familiar, el exdiputado Fernando Sánchez, se abrió paso en la Casa Presidencial para patrocinar un actor de películas de segunda categoría, evento que solo presagiaba la magnitud de la intromisión que luego vendría con las llamadas de Rodrigo al Ministro de Seguridad José María Tijerino, quien a su vez, colocó en posiciones embarazosas  al Fiscal General -falto de criterio o ingenuo como todo novicio en el puesto- y a otros colegas de este.
No puede pasar desapercibido para alguien como la Presidenta Chinchilla, ministra en otras y vicepresidenta en la administración anterior, que algunas de las deserciones en su gabinete pueden verse como funestas. Aunque debió haberle pedido la renuncia a la Ministra de Deportes por su desinformada representación del país, prefirió hacerse “la rusa”. Muy grave, sin embargo, fue la renuncia de Marcos Vargas, porque se trataba de la dimisión de un funcionario clave, la mano derecha de la mandataria, quien tenía como encargo crear puentes con ese deforme grupo de representantes constituido en Asamblea Legislativa. A pesar de su énfasis programático en la “seguridad ciudadana”, lo que quizá indujo a nombrar a Tijerino como ministro del ramo, lo cierto es que nunca pudo este funcionario desmarcarse del embrollo en que lo metió Rodrigo Arias. Aunque los otros pecados de José María probablemente eran veniales, la posición de este en el cargo se hizo insostenible.
A pesar del muy significativo respaldo electoral que la elige presidenta, el apoyo en la Asamblea Legislativa se redujo y la bancada del Partido Liberación se ha visto obligada a pactar con otras facciones, cada cual con su propia agenda. Esos compromisos supondrían una jefatura de fracción con una capacidad de maniobra y una sagacidad política comprobada, lejos de las posibilidades de Viviana Martín. Sus credenciales para el cargo son documentadas con la novatada de promover un aumento de sueldo para los diputados, iniciativa que, ante el generalizado repudio popular, demandó la intervención de la Presidenta quien, rectificando, amenazó con vetarlo en el caso que se aprobara. Peor, tengo la certeza de que harto de tal estado de cosas, el diputado Guillermo Zúñiga no tuvo otra opción que renunciar. Como exministro de hacienda, este legislador pudo haber aportado la mejor asesoría a la Asamblea en los alcances del proyecto para controlar el desbocado déficit fiscal. No parece que esta dimisión le haya importado mucho a la Presidenta.
Estrecha en las elecciones de 1984, pero marginal en las de 2006, la última victoria electoral ciertamente auguraba la pobre gestión presidencial de Óscar Arias, más para la exportación de imagen que para atender los problemas internos. Realmente, Laura Chinchilla cometió un error garrafal al afirmar que daba continuidad a la gestión de Óscar, una lealtad que frustra una vez más al electorado. Carpe diem.

  • Victor Manuel Gómez Alvarez (Catedrático, Universidad de Costa Rica)
  • Opinión
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