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“Alianza por Costa Rica”, como sabemos, fue como se hizo llamar la coalición de cinco partidos de oposición que el pasado 1 de mayo de 2011 asestaron un “gancho al hígado” al partido en el poder. Golpe fulminante que lo lanzó a la lona y lo derrotó por la vía del nocaut. Claro, el PLN, acostumbrado a las “mieles del poder”, no se rindió fácilmente. Pateó, mordió y lanzó golpes bajos a las “partes nobles” de la coalición. Sin embargo, a pesar de hacer uso de muchas bajezas: golpes inconstitucionales, compras de conciencias, amenazas, prepotencias, cuando la derrota llega no queda más que salir con “el rabo entre las patas” aunque haciendo alarde de sonoros ladridos.
Dejemos al PLN (Postrado, Languideciente y Nauseabundo) quedito. Me interesa aquí resaltar la importancia de la unidad. No porque haya vencido al PLN, sino por la importancia que tiene la misma en la construcción de una sociedad más justa y más humana. En donde la justicia, la igualdad y la honradez sean el horizonte al cual debe dirigirse la praxis política. Me parece que para continuar con mi comentario, es un imperativo moral decirles que dejo por fuera de estas reflexiones los dos partidos que dicen llamarse cristianos y tienen representación en la Asamblea Legislativa. En la antigua Roma Jesús llamó a este tipo de cristianos fariseos y oportunistas, que más que cristianos son comerciantes de las miles de almas cristianas que, con ingenuidad, humildad y sencillez, depositan en esos “engendros diabólicos” la esperanza de una vida y de una sociedad mejor.
Pero regresemos a la “Alianza”. Primero, confiemos en que sea por “Costa Rica”. Segundo, estos aliados tienen que tener muy presente los ideales aristotélicos que percibía la política como la más excelsa de todas las ciencias, pues ella buscaba el bien común de la sociedad. No hay duda de que partidos y líderes políticos tienen intereses individuales y de partido, pero esos intereses u objetivos particulares deben estar subordinados a los fines generales que son los de servicio a toda la ciudadanía. Liderazgos y organizaciones deben ser instrumento al servicio del bien común de una comunidad o de un país. Si la honestidad y el humanismo son los motores que nos impulsan, nuestros intereses deben someterse a los intereses de la mayoría. O sea, a la satisfacción de las necesidades del pueblo. Manuel Mora Valverde, José Figueres Ferrer, Rafael Ángel Calderón Guardia y Monseñor Sanabria son un ejemplo de lo anterior. Se unieron en beneficio de sus ciudadanos. Tercero, las ideologías no deben ser feudos abstractos cuando se busca el bienestar de la humanidad. Las ideologías son fronteras y límites que se construyen por diversos intereses. Cuando algunas buscan la acumulación, la ganancia y el lucro desmedido, aparecen aquellas que buscan la igualdad y la equidad de los que menos tienen. Sin embargo, y aunque parecen totalmente opuestas, las unas y las otras pueden hacer “alianzas” en busca de soluciones.
No hay duda de que esta alianza del primero de mayo en la Asamblea Legislativa ha despertado suspicacia, incertidumbre y temores. No es para menos. Se ha dado esta alianza al calor de la política en donde los intereses son maleables e inesperados desgraciadamente. También quienes han participado en ella son partidos de gran heterogeneidad ideológica. Pero eso no tendría nada que ver, si verdaderamente quienes hayan formado esta alianza se pusieran en el corazón las necesidades del pueblo más humilde y excluido de nuestro país. Cuando el enemigo es más grande y poderoso: la miseria, la pobreza, el desempleo, la delincuencia, la violencia, el hambre, la falta de vivienda, la salud, la alimentación, la educación, entre otras cosas más, deben ser los únicos males que la alianza debe combatir. Pero también el PLN debe poner las “barbas en remojo”, y doña Laura Chinchilla, aunque no tenga barbas, también las debe remojar. Y ni que decir del PUSC que debe hacer un enorme examen de conciencia y acto de constricción ante la sociedad costarricense. Liberación Nacional y la Unidad Social Cristiana son los únicos y verdaderos responsables de tantos males sociales que hoy desangran nuestra sociedad. Esta “Alianza por Costa Rica” debe convertirse en la esperanza y el ejemplo de lo que no se ha había hecho hasta ahora en la política nacional. No importan las diferencias ideológicas, lo que importan son los fines y los compromisos que unen esas alianzas. Claro, debe haber mucha honestidad por parte de quienes la conforman. Pero esto no es todo. Ya deben ir elaborando un documento nacional y llevarlo a las comunidades para su discusión. La alianza empezó arriba, ahora la deben bajar a las bases para que verdaderamente tenga el apoyo y la legitimidad que necesita. Estos cinco partidos deben ir a las provincias, a los cantones, a los distritos y a los pueblos a iniciar la gran “Alianza Nacional”. Sólo contando con el apoyo del pueblo podremos estar seguros que esta “Alianza por Costa Rica” podrá fructificar las cosechas que nuestra patria tanto necesita.
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