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Reciente publicación concluye que para reducir la pobreza es fundamental la combinación de políticas económicas y sociales selectivas.
Debido a que la formación en las escuelas y colegios del país se imparte por igual, sin tomar en cuenta las características y necesidades de cada sector socioeconómico, el sistema educativo genera grandes brechas, concluyó la publicación “Desigualdad y Pobreza en Costa Rica”, del Centro de Estudios Democráticos de América Latina.
A pesar de las políticas que se han implementado para democratizar el acceso a la educación, al existir programas y metodología iguales, como si toda la población fuera homogénea, ciertos sectores son muy afectados. La poca calidad de los programas, desinterés de los estudiantes y profesorado y la deserción, son las consecuencias de un sistema que promueve la inequidad.
Carlos Lépiz, uno de los autores del libro y encargado del capítulo de educación, explicó que esta problemática se da mayoritariamente en los centros públicos urbano-marginales, rurales, unidocentes y de pueblos indígenas, que han sufrido en los últimos años un fuerte proceso de deterioro.
Las cifras muestran que seis de cada 100 jóvenes desisten de volver a las aulas luego de las vacaciones de medio periodo; y poco más de la mitad de los muchachos y muchachas con edad para estar en décimo y undécimo año asiste al colegio. Además, de cada diez adolescentes que ingresan al sistema, cuatro obtienen el bachillerato. (Ver nota aparte: “Métodos de enseñanza desmotivan a estudiantes”).
El también profesor del Doctorado Latinoamericano en Educación de la Universidad de Costa Rica señaló que estas circunstancias repercuten en el mercado laboral, porque el grado académico constituye una base para obtener trabajos de cierta calidad, pues las personas que no obtienen el título se exponen a empleos mal pagados o informales.
Lépiz añadió que la educación como factor de movilidad social no tiene el dinamismo que tuvo en décadas anteriores, pero que el sistema debe propiciar una educación de calidad que favorezca la posibilidad del cambio social ascendente en estudiantes de escasos recursos económicos.
Uno de los obstáculos, citó, es que las 56 universidades gradúan 35.000 profesionales al año, y el mercado laboral solo ofrece 17.000 empleos, lo que indica que la educación ha perdido la posibilidad de garantizar movilidad social.
INTEGRALIDAD
La publicación también realiza un análisis sobre las expresiones de desigualdad en el país, las estrategias para enfrentar la pobreza y cómo se distribuye la riqueza.
Durante la presentación del libro el pasado 16 de junio, el sociólogo Enrique Gomáriz, otro de los autores, explicó que los temas de brechas y pobreza “iluminan” las características de determinada nación, ya que identifican su naturaleza.
Señaló que el país no tiene niveles muy altos de pobreza y desigualdad, pero que esto no significa que las políticas estatales vayan por el mejor camino ni que se esté cerca de ser un estado desarrollado.
Resaltó que cuando no se presenta un crecimiento económico, sino estancamiento o crisis, y se hace inversión social, la consecuencia es que los niveles de pobreza se mantienen.
Añadió que para proteger a la población más afectada se requiere combinar los factores técnicos e institucionales, pues si no hay consistencia en ese sentido, tampoco serán eficaces las políticas públicas; así como la voluntad de los representantes en el Gobierno.
“La pobreza extrema en Costa Rica es totalmente atacable hasta reducirla a niveles insignificantes, pero para eso se necesita concentración en términos de políticas de Estado, no la bandera política de un partido”, aseguró el investigador.
Carla Morales, politóloga y especialista en derechos humanos, encargada del capítulo de desigualdad en las regiones, manifestó que existen brechas importantes para conseguir mejores condiciones de vida, ya que las personas habitantes tienen diferentes oportunidades si nacen en la Gran Área Metropolitana o en zonas periféricas. A esto le llamó “focos de desarrollo”, que evidencian cómo y dónde se planifican y proyectan las estrategias en el nivel nacional.
El economista Juan Manuel Villasuso, quien comentó sobre los hallazgos del libro durante la presentación, aseveró que la educación es un factor de oportunidad; pero si bien es cierto que quien no estudia tendrá muchas dificultades, está de acuerdo con que contar con un título ya no es garantía de que se tendrá un empleo.
A su vez, lamentó que las personas con peores condiciones socioeconómicas no representan grupos de presión.
“Por ahí puede aparecer un grupo que pida vivienda, y si hay un político honesto va a tratar de ayudar, o si no lo es, comprarlo, como clientelismo. Y además, los pobres no tienen voz, porque son marginados; sirven para efectos electorales, ni siquiera a la población en general le interesan”, criticó.
Carlos Lépiz, investigador:
Métodos de enseñanza desmotivan a los estudiantes
El autor del capítulo de educación del libro “Desigualdad y Pobreza en Costa Rica”, Carlos Lépiz, amplió en una entrevista dada a UNIVERSIDAD sobre las conclusiones de su investigación y cómo el sistema en escuelas y colegios excluye a las poblaciones más marginadas. Este es un extracto:
¿Qué ejemplos concretos puede mencionar de cómo el sistema educativo propicia la desigualdad?
El sistema educativo propicia la desigualdad al no resolver los problemas de acceso, cobertura, deserción y oferta curricular que afectan a la población estudiantil en general, y en particular a los estudiantes de menores recursos económicos.
En cuanto al currículo, el sistema, en gran medida, propicia la desigualdad por la oferta educativa que se imparte a toda la población estudiantil por igual, con las mismas rutinas, contenidos y pruebas de evaluación.
¿Cuáles son las poblaciones más vulnerables en la actualidad? ¿Pueden considerarse esas poblaciones un “caldo de cultivo” objeto de mayores problemáticas sociales?
Los estudiantes de menores ingresos, que asisten a centros rurales, urbano-marginales e indígenas, son los más vulnerables. Se ven afectados por la falta de idoneidad del docente y por la deficiente preparación que reciben. Los profesores mejor preparados buscan traslado a los centros urbanos o a los privados, y por lo general esta población recibe una preparación de calidad cuestionable. El Informe del Estado de la Educación indica que existen 5.000 estudiantes en escuelas de triple jornada, donde reciben como máximo tres horas diarias de lecciones. Dentro de este sector hay jóvenes que desertan, indígenas, madres adolescentes y estudiantes con necesidades especiales.
En cuanto a si pueden considerarse esas poblaciones “caldo de cultivo” de otras problemáticas sociales, la respuesta es positiva. De no atenderse adecuadamente sus necesidades, se estaría propiciando la posibilidad de mayor exclusión, delincuencia e inseguridad ciudadana.
¿Cuáles son las consecuencias de estar en un sistema educativo desigual?
Por una parte, muchos centros privados tratan de reclutar al mejor personal docente. Este hecho refleja la brecha en la calidad de la educación pública y la privada.
Cabe agregar la saturación en las aulas de casi 60 colegios y escuelas; de no resolverse estas carencias, el sistema educativo estaría contribuyendo a la desigualdad, dado que si la educación es incapaz de contribuir a reducirlas, más bien podría reforzarlas. En las condiciones actuales, sólo será posible combatir esta situación si además de mejorar el número de estudiantes por clase, se mejora cualitativamente la oferta curricular, la idoneidad docente, la infraestructura y el equipamiento.
Las autoridades del Ministerio de Educación no han logrado convencer, motivar ni capacitar al personal docente, que es el que tiene en última instancia la responsabilidad. Se requiere compromiso y liderazgo del docente y políticas de capacitación articuladas con un sistema de incentivos, que permita tener personal más comprometido, sobre todo en contextos de mayor vulnerabilidad.
En la oferta curricular es donde se evidencia con mayor claridad el efecto repulsivo que siente el estudiantado hacia el sistema educativo. Este aduce que la oferta le causa pocos deseos de aprender por ser aburrida y poco atractiva, y además por no percibir su utilidad. Esta percepción incide directamente en el problema de la repitencia y deserción, ya que el sistema sigue enfatizando la memorización y un tipo de enseñanza tradicional.
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