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“La perfección de la propia conducta estriba en mantener cada cual su dignidad sin perjudicar la libertad ajena.” F. Bacon.
Desde hace algunos años el Estado costarricense viene desarrollando una iniciativa de acercamiento con la ciudadanía mediante las Tecnologías de la Información y de las Comunicaciones (Tic’s). Ello se vio materializado a través del programa Gobierno Digital que tiene como propósito interactuar con las empresas y los ciudadanos, modernizando su gestión para facilitar la prestación de servicios y trámites en la Administración Pública. Así también se pueden citar otros esfuerzos que vigorizan la seguridad ciudadana dentro de los que destaca la Dirección de Inteligencia y Seguridad Nacional (DIS), que fue creada para “salvaguardar la democracia costarricense del narcotráfico de armas y de drogas”.
No obstante, considerando los alcances de la sociedad en la información, importa realizar un balance crítico de sus efectos en el Estado costarricense y sobre los derechos humanos de primera generación (civiles y políticos), según la noción ideológica que prima en nuestro país, específicamente en lo que atañe al derecho a la libertad y la intimidad.
La llegada de los años 80 trajo consigo la globalización y con ella llegó, además, la era de la información, desapareciendo así la sociedad post-industrial. De una sociedad de mercado basada en la compra-venta de bienes y servicios se develó la nueva cara de la expansión del mercado, la era del acceso.
Costa Rica acuñó en su seno ese nuevo concepto de la globalización, en procura de una mayor “productividad”. Empero, sin perjuicio de las bondades y de las críticas propias que rodean la agilidad de los diversos sistemas que se han diseñado y construido en cada uno de los entes u órganos del Estado, y la ya desde hace mucho cuestionada creación de programas con alcances nefastos para la verdadera democracia, como la DIS que recopila información sobre posibles ciudadanos “subversivos” y que cuenta en su haber con la más alta tecnología, resulta válido cuestionarse si los servicios que se prestan en algunos casos atentan o no contra de nuestros derechos.
En 1949, George Orwell, publicó la distopía “1984” que en términos generales hacía una crítica del Estado totalitario. La dictadura interviene en la vida privada de los ciudadanos sin restricción de ninguna especie. Algunos se han mostrado reservados con el avance de la sociedad de la información. La obra de ciencia ficción de Orwell hace ya tiempo que nos alcanzó, y como muchas veces sucede, la realidad la superó. Edgar Allan Poe es apenas un remedo del género del terror, si se cae en la cuenta que no hace falta acudir a la imaginación ni aun “derilírium trémens” para sentir espanto hasta la empacho, cuando la línea que divide a la dictadura de la democracia se ondula a capricho del viento desdibujándose el sentido auténtico de esta última.
En nuestro país quizá el drama no sea tan descarnado cuando del ejercicio del poder se habla, pero por qué no nos hemos de plantear que habrá quienes se inclinan por ser alter ego del poder y no dudarán en asirlo para sí. Como sea, el carácter intrínseco de la obediencia y la rebelión se esconden detrás de nuestra política, es eso lo que permite modular y dinamizar las relaciones; entonces, el depositar en los políticos el poder a la usanza de Savater no es obstáculo para cuestionar su quehacer, si se presiente que su conducta podría cercenar nuestros intereses. Ellos deben rendir cuentas, y el mero hecho de confiar no impide desconfiar y deslegitimar su gestión si ello se hace preciso. Vale indicar que quienes ostentan el poder, echarán mano de los instrumentos que les permita ejercerlo. La sociedad de la información es eso, una herramienta. Lo que habría que considerar es si se trata de utilizar para representar el interés de la colectividad. Ha de realizarse un análisis mesurado. Las TIC’s podrían conceder hercúleos beneficios en tanto su límite sea el ciudadano y su armadura de derechos fundamentales jurídicamente reconocidos. Ese límite, como en tantos otros casos, lo supondrá la estimación de tiempo, modo y lugar; pero no por ello debe librarse al leal entender de la sociedad de la información, sino que, por el contrario, deberá guardar consonancia con el terreno hace mucho conquistado, a saber: los derechos en su expresión de libertad e intimidad.
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