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Teatro y género

Aclaración sobre el artículo “Imagen de la Mujer en el Arte Escénico Costarricense” publicado en el periódico Semanario UNIVERSIDAD (8 de junio 2011):

Aclaración sobre el artículo “Imagen de la Mujer en el Arte Escénico Costarricense” publicado en el periódico Semanario UNIVERSIDAD (8 de junio 2011):
La Fundación Justicia y Género realizó una investigación en la cual pretendía mediar la obligación del Estado costarricense  con el artículo 5 de la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer. Este artículo establece la obligación estatal de tomar las medidas apropiadas para modificar “los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole, que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres”.
La investigación se enfocó en el tratamiento, en la sensibilidad (no únicamente artística) sino de la claridad y la capacidad de abordar el tema de género como un elemento esencial, de compromiso y reto de las y los creadores de presentar al espectador el justo valor y la magnitud del conflicto que las obras dramáticas nos pueden develar. El estudio e investigación -con las herramientas metodológicas y el marco teórico fundamentado, propias del caso- plantean y revelan en sus resultados, retos para quienes trabajamos con conciencia autocrítica y la humildad que nos permite seguir buscando y acercarnos cada vez más al carácter genuino y agudo de propuestas dramatúrgicas trasgresoras. Es pues, claro que el estudio y sus resultados apuntan a la valoración crítica de algunas puestas en escena y no en personas, menos aún, en la trayectoria de las personas ligadas a las obras en estudio. Que no está por demás decir, que los años de trayectoria o la cantidad de puestas en escena no es garante de que la labor teatral sea fiel para reflejar acertivamente la «verdad» propuesta por los textos dramáticos.
La investigación siguió criterios rigurosos  de las ciencias sociales elaborando un protocolo de investigación donde se desarrolló  un marco conceptual, filosófico, jurídico que determina un marco metodológico donde se  definen  los indicadores  cuantitativos y cualitativos que establecen los instrumentos investigativos que incluyeron  aspectos de campo como entrevistas al público y cuestionarios de percepción de los/as espectadores como análisis cualitativos de observación  del equipo investigador.
El equipo de investigadores  estuvo compuesto por especialistas en derechos humanos, perspectiva de género, y artes dramáticas como lo requería la investigación.
En el caso de las princesas azules, obra de mi autoría y de la cual soy directora, los criterios de análisis fueron estudiados con la rigurosidad establecida, conforme al protocolo de la investigación y evaluados por el equipo, donde mi persona no participó, pues desconocía que una de mis obras estaría incluida en dicha investigación. Personalmente considero que la modestia no debe  hacernos pecar de omisión -aunque no es este el caso-, ya que mi trabajo en esta investigación se limitó a analizar un pequeño grupo de obras y no  la totalidad de la investigación, ni los resultados emitidos por la Fundación Justicia y Género.
El artículo del Semanario UNIVERSIDAD señala puestas en escena que lejos de ser “modelos” cumplen con lo que la presente investigación persigue, tal es el caso de “Renato hace y luego mira en 63 grados”, dirigida por David Korish y Roxana Ávila y producida por Teatro Abya Yala; “Última gota (conexiones)”, el espectáculo “escénico-visual-sonoro-performance” de Tatiana Sobrado y el grupo Teatro Luna y “Las princesas azules”, de mi autoría. Sin embargo, la investigación arroja más información acerca de otras obras de teatro que logran coherencia y/o transgresión en la imagen del personaje femenino y masculino.
En una puesta en escena, se ve más allá de las palabras; confluyen otros signos, múltiples elementos simples, eclécticos de profunda complejidad. Por supuesto, la intención de quienes hacemos teatro es realizarlo de la mejor manera posible, muchas veces este intento se nos sale de las manos, sea por las condiciones precarias en que trabajamos los y las artistas en este país, sea por que nos vemos traicionados (as) ideológicamente, ya que tanto hombres como mujeres tenemos en nuestras estructuras mentales 5000 años de patriarcado afincado; en todo caso, debatir, hacer investigación, etc. limitándonos a objetos de estudio y no a lo personal nos enriquece como creadores y creadoras.
Es imprescindible aprender y aprehender, que la violencia no es únicamente física o verbal, que el tema de género no es únicamente una cuestión binaria (hombre-mujer) sino producto, de la construcción social que limita la diversidad y autenticidad de subjetividades.
Comprendo que es imposible que el artículo señalado exponga toda una investigación; por ello, invito a conocer un trabajo donde no hay buenos ni malos, sino artistas –en mi caso, una aprendiz autocrítica- de que una buena puesta en escena es más que un buen texto dramático.
 
Detalles como una no acertada interpretación puede traerse abajo la tesis de la obra y, lamentablemente, puede anular el accionar de personajes creados (dramatúrgicamente) como trasgresores. Considero que para acercarnos a una puesta con perspectiva de género, se necesita, además de las herramientas técnicas del oficio de dirección teatral, las herramientas de los estudios de género para poder profundizar  en la guía actoral y reflejar lo esencial para lograr la propuesta.
 
A mi juicio, las respuestas no las tiene nadie, sino que hay que buscarlas con cada nuevo trabajo.

  • Ailyn Morera (Directora de Teatro)
  • Opinión
Violence
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