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Es difícil resistirse de citar a Pierre Bourdieu, quizá por ser uno de los pensadores más originales del siglo XX. La sociología –dice Bourdieu- es un arte marcial, porque sirve para defenderse, o defendernos. Luego adhiere, la sociología es una ciencia que incomoda, y Norberth Elías agrega, es una cazadora de mitos, de los mitos creados por el poder. Este es el análisis social que suscribo.
Incomoda al poder, incomoda a los que detentan el poder, o a los que creen que lo detentan. Incomoda porque es un discurso que puede identificar las relaciones de poder en el orden de lo social, y además porque identifica cómo funciona el poder, y esto, evidentemente no es del agrado del poder (es decir, de los que lo detentan, transitoriamente), pues al poder no le interesa que se le devele, le asusta que se le identifique, ama esconderse, y así funciona mejor.
Esto no es un locus de control externo, es un dato objetivo de la realidad social. Basta con una breve lectura sobre los mecanismos de funcionamiento del poder, para darse cuenta de ello, basta con una ligera lectura de Michel Foucault, de F. Nietzche, de S. Zizek, de R. Milliband, y otros, para ver una fina demostración de tales mecanismos.
Es por ello que hablar de la educación costarricense, en general, y de formación docente en específico, a partir de las armas de la crítica, y no de la opinión, sino de la fundamentación científica, -porque las armas de la crítica, dice de nuevo Bourdieu, deben ser científicas para ser efectivas– es molesto para muchos.
La contemplación del mundo es materia de la filosofía idealista. Ya Karl Marx en su muy citada tesis once sobre Feuerbach planteaba que el trabajo del pensamiento no se trata solo de comprender el mundo, se trata de transformarlo. Es por ello que sostengo una posición beligerante, vehemente, comprometida, pues no es a pesar del interés –esto es con pretensión de objetividad- , que pienso la educación, es porque me interesa que la pienso, y pienso en su transformación, y no podría satisfacerme con las posiciones conformistas que sostienen por ejemplo, “que vamos en la dirección correcta desde hace cinco años atrás”, y que “no es posible una reforma integral del sistema educativo” (posición contemplativa del Tercer Informe sobre el Estado de la Educación).
Tampoco me conformo con pensar que una solución, en términos de mejorar la docencia en el país sea desmembrar el bagaje y la formación interdisciplinar, que la Universidad de Costa Rica ofrece en materia de las carreras de formación docente. Abogo más bien por el diálogo, el debate, la evaluación académica, pero no por la fragmentación ni por una formación docente parcelaria, y aislada que algunas unidades académicas pretenden. Fragmentación que tendría graves incidencias, acentuando una mayor desarticulación de lo que Claude Dubar llama la identidad laboral, y por lo tanto la incapacidad de luchar por causas comunes, siendo las principales, el mejoramiento de las condiciones laborales docentes, y el mejoramiento de la educación nacional, a partir de una lectura crítica, académica, científica de la realidad actual, educativa y nacional, realidad políticamente condicionada.
Pensar en ello, podría resultar incómodo, sobre todo a dos grupos particulares: los famas y las esperanzas, es decir, correspondientemente, los que sostienen el statu quo, el establishment, la estructura social, el sistema educativo tal y como está –estructura de relaciones de poder y de reproducción de estas relaciones– y los que de manera contemplativa y sumisa piensan que todo está bien, y además mejorando, o al menos que algún día mejorará. En la educación nacional podrían hacer falta algunos cronopios. Pero sobre todo, hace falta, debate y responsabilidad.
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