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Se torna un lugar común que tecnócratas y políticos, entre estos últimos los sindicatos y otros disparates organizados, nos indiquen con lágrimas de cocodrilo que el fondo de pensiones se queda sin dinero por el hecho de que no hay un número necesario de trabajadores(as) que generen ingresos para tales arcas.
Se atribuye tal situación al hecho de que sólo cinco personas contribuyen a los fondos de pensiones. Peor aún, se nos dice que con la menor tasa de nacimientos, en el mediano plazo los aportes caerán mucho más debido a que la relación entre jubilados (as) y trabajadoras (es) sería de uno a tres.
De modo que nos quieren inculcar que el problema no se encuentra en la gestión de los fondos de pensiones y en las capacidades de las entidades que los administran. Quieren hacernos creer que los culpables de tal situación de quiebra latente es la sociedad civil costarricense, que cada ciudadano(a) ha tomado la decisión de vivir mejor evitando tener hijos o disminuyendo su número. Se nos quiere hacer creer que el fondo de pensiones depende, no de los aportes que por años hicieron quienes se han jubilado y hacemos quienes aún nos queda mucho camino por recorrer.
Ese ataque psicológico pretende hacernos culpables incluso de “errores y horrores” de cálculo que Dios sabe desde cuándo está castigando a muchos jubilados, que aportaron a los fondos en tiempo real sumas de dinero que ahora han perdido valor. Los aportes deducidos período a período durante años, tienen menor valor ahora, y los jubilados no pueden disfrutar de su dinero, cuyos rendimientos tendrían que crecer exponencialmente dado que se capitalizan.
Las falacias están por doquier. Los fondos de pensiones son una forma de ahorro que capitaliza los rendimientos, y que por tanto han de crecer exponencialmente. Esos ahorros están destinados a crecer y crecer, al menos nominalmente, no pueden declinar más que en términos reales a causa de las inflaciones y las precipitaciones en las tasas de rendimientos.
Esos fondos decrecerán nominalmente si los negocios en que las entidades que los administran los invierten, dejaran pérdidas. Si ello sucede, esas entidades son responsables de la gestión de esos fondos, cuestión esta en la que trabajadoras(es) somos inconsultos. ¿Qué tal si un día se me ocurre retirar mis ahorros administrados por una entidad bancaria, y esta me dijera que no puede darme mi dinero porque el número de ahorrantes ha disminuido, debido a que la tasa de natalidad ha caído fuertemente en el país, o que menos personas tienen ingresos a pesar incluso de haber pleno empleo en el país, o simplemente porque la tasa de ahorrantes en el país se precipitó durante algunos años, o bien que la tasa de los ahorros cayó afanadamente por el consumismo o por la crisis económica? Pues es lo mismo, los fondos de pensiones son ahorros que los jubilados esperamos recibir en la proporción respectiva, sin excusa alguna de los administradores de fondos, ni tecnócratas, ni políticos ni ningún otro tipo de gremio.
El fondo de pensiones no depende de la tasa de nacimientos y reemplazos, pero si así tiene que ser ahora, ¿no sería mejor que una persona en capacidad laboral esté bien formada para recibir un elevado salario profesional u obtener altos ingresos empresariales, que cinco o tres personas que perciben un salario más o menos mínimo? Pero, ¿no es acaso el trabajo de cada uno lo que genera su propia riqueza, que puede acumular de algún modo, como en los fondos de pensiones? ¿Por qué quienes aportamos a un fondo de pensiones tenemos que depender de quienes lo harán en el futuro, si cada quien aporta lo suyo periódicamente? El fondo de pensión de cada quien le corresponde tal cual, y de manera acrecentada en tanto inversión que capitaliza, y según sus capacidades le permitieron acumularlo. Aquella famosa frase de Marx que reza “de cada quien según su capacidad, para cada quien según su necesidad”, se está tomando muy a pecho, beneficiando a quienes no ejercitan sus capacidades productivas, sino solo sus necesidades infinitas satisfaciéndolas a costillas de quienes honestamente generamos o posibilitamos la generación de riqueza, por ejemplo pagando impuestos.
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