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Cansados de los actos de violencia, crímenes a sangre fría y el aumento de la delincuencia, los costarricenses comenzaron a alzar la voz con manifestaciones en las calles en contra del flagelo de la inseguridad, que desvela a la mayoría de los habitantes de la otrora pacífica Costa Rica.
Un ejemplo de la impaciencia que sacude cada día a la ciudadanía se observó el domingo en dos comunidades ubicadas a 50 kilómetros de distancia.
En Pococí, un cantón de unos 30.000 habitantes, varios cientos de personas desfilaron el domingo con símbolos blancos y pancartas para exigir un «alto ya» a la ola de violencia y criminalidad que golpea al poblado desde hace bastante tiempo.
Vecinos del lugar dijeron que el pueblo es afectado cada semana por al menos unos 30 asaltos y un crimen cada semana.
«Esto hay que pararlo, no podemos vivir en este clima de inseguridad», dijo un residente de Guápiles, la cabecera de Pococí, tras participar en la manifestación.
Y es que la zona se ha convertido en una especie de refugio de delincuencia y de traficantes de drogas, que «robaron» la paz que disfrutaban los residentes de la pequeña comunidad.
Escenas similares se observaron en San Joaquín de Flores, donde la comunidad fue sacudida la semana pasada por el asesinato de tres mujeres, dos de ellas hermanas, quienes fueron ultimadas de un tiro en la cabeza por una banda de asaltantes que las atacó en su negocio de venta de ropa y zapatos.
«No se respeta a nuestros muertos», dijo con amargura un vecino de San Joaquín, después de que se registrara el robo de autos en la vela de las tres mujeres asesinadas.
Al menos 500 personas desfilaron el domingo por el centro del poblado portando mantas blancas y cartelones en repudio a la violencia y la criminalidad y para exigir el gobierno que adopte medidas que garanticen la seguridad de los ciudadanos.
La presidenta Laura Chinchilla, que hizo del tema de la seguridad su principal tema de campaña política, no logra convencer a la ciudadanía de que ha cumplido sus promesas y las más recientes encuestas reflejan el sentir de la población.
El malestar popular y la inconformidad es cada vez más evidente, como lo refleja un letrero escrito por un desconocido en un muro, a escasos 100 metros de los ministerios de Cultura y de Relaciones Exteriores: «‘Señor‘ narcotraficante. Bienvenido a este país, páguele a un juez, y viva feliz»
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