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En los albores del siglo XX la expresión artística será la proyección de imágenes por medio del cinematógrafo, o Séptimo Arte, iniciado por grandes pioneros del cine mudo, como Charles Spencer Chaplin (1889-1977) quien fue, a no dudarlo, un genio en la elaboración de argumentos, guionista-director, actor, productor y músico, con películas clásicas como Armas al hombro, Vida de perros (en esta película Charlot comparte sus miserias con un perro), luego aparecen obras maestras como La quimera del oro, Luces de la ciudad, Tiempos modernos, El gran dictador, Monsieux Verdoux, Candilejas, entre sus principales logros.
Sobre esta última cinta ha escrito el historiador de cine Jurgen Muller que “Chaplin se mide sin ningún esfuerzo a los mayores genios literarios de la historia. En esta película Shakespeare, Gorki, Goethe y Moliere se presentan con toda naturalidad como sus iguales”.
Por esas razones extraña el desconocimiento sobre la vida y las aportaciones de Chaplin en la consolidación del naciente mundo cinematográfico, arte de multitudes, desde sus inicios fundado en la pantomima, en las acrobacias de los personajes, en los gags, en especial a partir de un artículo aparecido en el semanario UNIVERSIDAD, edición del día 22 de junio año en curso y firmado por un señor de apellidos Naranjo Rojas. Extraña la posición del referido profesor, quien esgrime ciertos argumentos y desea descalificar a Chaplin, al compararle respecto al personaje interpretado por el mexicano Mario Moreno, Cantinflas. Dice el escribiente que Chaplin no tiene futuro, Cantinflas sí lo tiene…
Afirma posterior, refiriéndose al arte de Chaplin que…“La tristeza ha azotado la humanidad…Conduce a posiciones fatalistas, nihilistas, pesimistas, suicidas”… Cita circunstancias y escenarios propios de una obra de un dramaturgo francés, llevándonos a existencias dolorosas, inauténticas, incómodas, luego cita al genial Platón y posterior acaba con una máxima de antología: “los personajes de Chaplin son derrotados por la vida”…
Eso es falso, pues el genio de Chaplin nos brinda lecciones de optimismo; por ejemplo, cuando en un final de antología envía mensajes de esperanza por la radio a la mujer que ama, afirmando que la paz, la democracia y la libertad se impondrán ante el régimen del terror de Hynkel, léase Hitler y la barbarie nazi que imperaba en Europa entre 1939-1940, época cuando produce y dirige, crea el guión y actúa en El gran dictador.
Por ello, para conocer y criticar al genio, tenemos necesariamente que ver sus películas; observando, de paso, el contexto histórico-político-social y económico en el que están inmersas, así como la crítica ácida a los personajes con poder de esa época; de hecho el acierto de la visión del genio fue reconocida una vez que Estados Unidos se unió a Inglaterra, Francia y la Unión Soviética contra los totalitarismos que ya se habían tragado el continente europeo, excluyendo a la Gran Bretaña.
En otro contexto, es preciso afirmar que las películas de Chaplin retratan y describen el lado inhumano del urbanismo capitalista y sus secuelas: la marginación social, las guerras, el hambre, la codicia (La quimera del oro); por eso sus personajes siempre están inmersos en un conglomerado humano contradictorio, donde los débiles luchan, se rebelan, resisten (por ejemplo en el gueto en El gran dictador), siendo que esa intención a la sobrevivencia está acompañada de una hilaridad fina, humorismo que se observa al ridiculizar a personajes del mundo político, o con poderío económico, verdadero eje conductor del entretenimiento.
Al final, la razón, el humanismo y el amor son las virtudes triunfantes, superando limitaciones heredadas desde la pobreza material, o impuesta por los poderes fácticos.
Por concluir, baste citar que Charles Chaplin fue perseguido por sus ideas políticas, por su posición en favor del pacifismo y su humanismo, también por su oposición al militarismo, reflejado en el discurso final de El gran dictador.
Esta película fue nominada en 1940 al Óscar en sus categorías de mejor película, guión original y actuación, nominaciones que recayeron en su autor intelectual. Esa y otras películas de Charles Chaplin son verdaderas obras maestras, sabiendo que “Toda obra maestra es intemporal, fue hecha esta mañana. Solo el paso del tiempo depura una obra maestra”, en palabras de Thorton Wilder.
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