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Un Llamado contra el Hostigamiento Laboral Universitario
En tiempos antiguos, se tenía por costumbre que los leprosos gritaran “¡Impuro!”, anunciándose para que las demás personas de su comunidad los pudieran sacar a pedradas de sus ciudades.
Este artículo no tiene que ver con el Mycobacterium leprae, causante de la bíblica enfermedad. No obstante, sí tiene que ver con algo tanto o más desagradable, a saber, ¿qué pasa cuando uno o más funcionarios universitarios reciben un hostigamiento laboral prolongado, y ninguna autoridad universitaria decide mover un solo dedo para evitarlo?
Desde hace algunos años, un grupo de trabajo compuesto por la productora Hannia Rodríguez, el editor Pedro Murillo, el camarógrafo Mario Araya, y un servidor, habíamos laborado en una unidad de producción de vídeos dentro de la Vicerrectoría de Acción Social, con el fin de realizar, sobre todo, documentales de denuncia. Títulos como La Marina Errante, El Rapto de Sibú, y El Oro de los Tontos, este último sobre la minería en Crucitas, son ejemplos de nuestra labor.
No obstante, con el tiempo se nos hizo claro que nuestra línea de trabajo no era bienvenida en esa Vicerrectoría. Todo terminó de descomponerse en el 2010 a medida que se acercaba la terminación del documental El Oro de los Tontos, el cual realizaba una denuncia a toda una gama de políticos nacionales. Lo que ocurrió a partir de allí constituye lo que a mi juicio es ―modestia aparte― uno de los casos más desmesurados de hostigamiento laboral que haya habido en la Universidad de Costa Rica, hazaña ejecutada por el Coordinador de la unidad, Giuseppe Cirotti, y el Director de Gestión, Mainor Cordero, con el beneplácito de la Vicerrectorra de Acción Social, Dra. María Pérez.
Enumero:
1. A mediados del 2010 me quitaron la productora y el camarógrafo de manera arbitraria, sin substitución. A la productora Rodríguez la enviaron a atender teléfonos a otra unidad. Yo hice producción y pagué camarógrafo de mi bolsillo.
2. En setiembre de 2010 me prometieron recursos para editar El Oro de los Tontos, pero me los negaron a última hora. Así, el documental no se estrenó en el plazo previsto de noviembre de 2010, previo al fallo del Tribunal Contencioso, perdiéndose su sentido original y convirtiéndose esto en una violación al principio de no censura previa, establecido en el artículo 13 (3) del Pacto de San José (aún así, seguí con la idea de que este documental se realizara en el 2011 como una memoria de lo que pasó en Crucitas).
3. Hacia enero de 2011 me acusaron de “no producir nada”. Clásica técnica de hostigamiento: neguemos sutilmente recursos de trabajo, y acusemos al funcionario de incompetencia. En tanto, al coordinador Cirotti se le permitió insultarnos y amenazarnos (somos “estúpidos”, “incompetentes”, les “corto la cabeza”).
4. Días antes del estreno en junio pasado de El Oro de los Tontos, me aplicaron una sanción por faltas graves según el Reglamento Disciplinario Académico (pues mi nombramiento en la unidad es como docente)… ¡Pero sin el derecho a defensa que dictamina ese mismo Reglamento! ¡Es la primera vez en la historia de la UCR que un profesor es sancionado sin derecho a legítima defensa!
5. Luego, me prohibieron indefinidamente la entrada a mi lugar de trabajo, evitando así que hiciera correcciones finales a El Oro de los Tontos.
6. Finalmente, me mandaron forzadamente a tres semanas de vacaciones, un día antes de que pudiera hacer presentación pública de El Oro de los Tontos el 14 de junio y divulgarlo.
Al día que escribo, 7 de julio, ni mi equipo ni yo hemos sido renombrados en nuestras posiciones en la Vicerrectoría, y sigue en pie mi impedimento de entrada a la oficina. Lo más irónico de todo es que mientras que la Rectoría no ha hecho nada tras conocer la gravedad del caso, el Ministerio de Trabajo corroboró en junio pasado el trato hostigante previo, y dio a la Universidad una prevención que aún no ha sido cumplida.
La UCR debe ser un espacio ejemplar de cero tolerancia al hostigamiento, y los funcionarios no deberíamos depender del apoyo de instancias externas para no recibirlo. Si escribo esto es, antes que nada, por respeto a nuestra misma Institución. Hago así un llamado para que se apruebe un Reglamento Interno contra el Hostigamiento Laboral que sea paralelo al ya existente de Hostigamiento Sexual. Mientras tanto, pareciera que para algunas autoridades universitarias yo no debería más que colgarme un cascabel y gritar: “¡Impuro!” por todo el campus… (O quizás hasta esto sea más de lo que quisieran dejarme decir.)
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