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Una sensación de desespero parece crecer en Bruselas, sede de la Comisión Europea, luego de que la agencia de calificaciones financieras Moody’s acordó rebajar los bonos de la deuda portuguesa a nivel de “basura”, tomando por sorpresa a las autoridades políticas y financieras europeas, precisamente cuando negociaban los detalles del duro y polémico acuerdo de ajuste de Grecia, otro país que enfrenta riesgos de quiebra.
El anuncio no ayudó en nada a hacer avanzar esos esfuerzos y el Banco Central Europeo (BCE), que normalmente no comenta las decisiones de las empresas calificadoras norteamericanas, tuvo que salir al paso de la calificación de Moody’s.
Al respecto, el presidente del mencionado banco, Jean-Claude Trichet, anunció que aceptaría como garantía para prestar dinero los títulos de deuda soberana de Portugal, aunque no cumplan la calificación mínima de las agencias de medición de riesgo.
Sin embargo, y pese a la situación de la economía europea, el BCE subió en un cuarto de punto -hasta 1.5%- los tipos de interés, lo cual en opinión de Trichet es una medida indispensable para hacer frente a un rebrote inflacionario.
La medida, en todo caso, vendrá a agravar la situación de los países más endeudados, incluyendo Grecia y Portugal, cuyo “rescate” ha costado ya miles de millones de dólares. La preocupación por un rebrote inflacionario tampoco es compartida por otras autoridades financieras europeas, más preocupadas por la recesión que afecta a la economía de casi todos los países del área.
SIN RUMBO
La nueva turbulencia en los mercados europeos solo viene a sumarse a las muchas advertencias sobre las graves consecuencias de la crisis y de lo ineficaz de las soluciones propuestas.
Marshall Auerback, uno de los analistas económicos más respetados de Estados Unidos y miembro consejero del Instituto Franklin y Eleanor Roosevelt, no ahorró críticas a los planes de rescate de las economías europeas.
“Los europeos deben creer, de verdad, que pueden sacar sangre de una piedra. O tal vez se aferran a un equivalente moderno de la conversión del plomo en oro”, afirmó en un artículo sobre las nuevas perspectivas económicas.
“No puede explicarse de otro modo la euforia ahora imperante en los mercados, tras la aprobación por los legisladores griegos de una ley de austeridad destinada a encaminar al país hacia el siguiente rescate crediticio, que impedirá su quiebra el mes próximo”, añadió.
Según Auerback, el plan de rescate prevé un crecimiento de la economía griega: de 0.8% en el año próximo; de 2.1% en el 2013 y 2014; y de 2.7% en el 2015. Y se pregunta: “¿Un aumento del crecimiento del PIB (Producto Interno Bruto) en medio de la austeridad fiscal? ¿Cómo es posible? Con esa nueva financiación, la proporción entre la deuda soberana y el PIB griegos crecerá hasta prácticamente el 170%. Será más grande que nunca. Su PIB real puede bajar otro 4%. La tolerancia social ante esa austeridad –ya suficientemente puesta a prueba– bajará”.
Lo que pasa es que el crecimiento económico es la base para que el país esté en condiciones de ir equilibrando su déficit fiscal mediante un aumento de los impuestos, ayudado por la reducción de gastos.
Costas Douzinas, profesor de derecho en el Birkbeck College de la Universidad de Londres, señaló, por su parte, que “el rescate de Grecia no es un regalo ni una subvención, sino un préstamo a un alto interés. Una cosa crucial es que los fondos de rescate no se utilizan para pagar sueldos de los funcionarios ni las pensiones, sino para pagar la deuda en manos de los bancos alemanes y franceses”.
Según estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), agregó, Grecia pagará 131.000 millones de euros (unos $136.000 millones) en refinanciación e intereses de su deuda, entre 2009 y 2014. Eso es mucho más de lo que supuso el primer préstamo, de 110.000 millones de euros, para el “rescate” inicial de su economía y que sirvió de poco para hacer frente a sus compromisos.
Un nuevo préstamo, de otros 100.000 millones de euros, ha sido acordado a cambio de drásticos recortes en los servicios públicos y la venta de los activos del Estado, a lo que grupos cada vez más significativos de la sociedad se resisten.
“Se trata de un tipo de castigo colectivo sin precedentes y moralmente odioso, impuesto a la mayoría de los griegos que no vieron un céntimo del derroche de sus gobernantes y que viven cerca del umbral de pobreza”, criticó Douzinas.
PÉRDIDA DE SOBERANÍA
Esos acuerdos tienen graves implicaciones para el país: “La pérdida de soberanía económica va acompañada de ataques sin precedentes contra la integridad política y legal del país. Los inspectores del FMI y la Unión Europea visitan el país de forma regular, examinan los registros y dictan la política”, reprochó.
Esa pérdida de soberanía ya había sido destacada por el presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Junker, al comparar la situación de Grecia con la de la Alemania del Este, cuando fue absorbida por Alemania occidental.
De acuerdo con Juncker, la soberanía de Grecia “será grandemente restringida, gracias a la ola de privatizaciones ahora en marcha”, por la que se estima recaudar 50.000 millones de euros. Las privatizaciones “deben comenzar inmediatamente”, aseguró por su parte el ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schauble.
Para una privatización de esa envergadura, se pretende poner a punto un esquema similar al aplicado en Alemania oriental, cuando se creó una empresa, Treuhand, encargada de vender 14.000 empresas públicas, entre 1990 y 1994. El resultado final fue una pérdida de casi 120.000 millones de euros, unos $170.000 millones, y 2.5 millones de trabajadores desempleados.
“Los burócratas, encabezados por el BCE, se están sirviendo de esta crisis para imponer su visión de Europa, que es fundamentalmente hostil a los trabajadores y favorable al capital. Eso explica porqué los mercados están hoy de celebraciones. Pero eso sienta las bases para un futuro de mayores conflictos y hostilidades. ¿Y no es precisamente para prevenir eso para lo que fue diseñada la Unión Europea?”, se preguntó el estadounidense Auerback.
OTROS DESEQUILIBRIOS
Pero los desequilibrios de Grecia, Portugal, o Irlanda, que es otro país al que tuvieron que salir a rescatar, son solo una parte de los graves síntomas que afectan la economía mundial. La rebaja en la calificación de la deuda portuguesa tuvo repercusiones inmediatas en otros países europeos.
El diferencial de rendimientos entre los bonos del Gobierno italiano y del alemán subió a su nivel más alto desde el lanzamiento del euro, mientras su ministro de Economía, Giulio Tremonti, advertía sobre un “desastre” si no se equilibraba el presupuesto de aquí al 2014.
El potencial de crecimiento de Italia cayó por debajo del 1%, indicó Luigi Speranza -del banco BNP Paribas-, añadiendo que, a ese ritmo, será imposible garantizar el servicio de la deuda pública, la cual representa el 120% del PIB, una de las más altas del mundo.
Los títulos de deuda de España también sufrieron las consecuencias de la descalificación portuguesa. La prima de riesgo española se disparó por encima de los 270 puntos básicos. Pero, el castigo más duro fue, naturalmente, para la deuda portuguesa. El Tesoro luso logró colocar en el mercado menos deuda de la que tenía prevista –800 millones de euros– y a una tasa de interés más elevada.
Las noticias tampoco han sido buenas para Francia, debido a su enorme déficit comercial acumulado, y para cerrar el cuadro, también en Estados Unidos hay preocupación por el nivel de la deuda, a la cual la ley le pone un tope.
La situación de las finanzas públicas en Estados Unidos no era tan angustiosa desde 1996, señaló un estudio publicado el mes pasado. “El 16 de mayo, el Gobierno de Estados Unidos alcanzó el límite anual de endeudamiento: $14.294 billones. Si no hay acuerdo en el Congreso antes del 2 de agosto para elevar el tope, la administración incurrirá en una suspensión de pagos, de consecuencias imprevisibles”, anunció el informe.
Esta situación llevó al presidente Barack Obama a advertir que de no elevarse el techo de la deuda, esto podría «crear una nueva espiral hacia una segunda recesión, o peor».
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