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Alquimia financiera de los mercados transforma la deuda en oro

Mientras Europa busca una forma que le permita enfrentar los problemas financieros que amenazan su moneda común, el euro, el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, convocó a los jefes de gobierno de los 17 países de la zona del euro para discutir, la próxima semana, una salida a la crisis.

Mientras Europa busca una forma que le permita enfrentar los problemas financieros que amenazan su moneda común, el euro, el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, convocó a los jefes de gobierno de los 17 países de la zona del euro para discutir, la próxima semana, una salida a la crisis.
Sobre la mesa está la discusión referente a la participación de la banca privada en el “rescate” de Grecia, como lo exige la jefe del gobierno alemán, Angela Merkel, situación que los banqueros resisten.
En todo caso, la reunión se da en un marco particularmente complicado. En una semana en la que los mercados enviaron claras señales a los Gobiernos europeos: el diferencial español e italiano con el bono alemán -un índice que se utiliza para verificar la confianza en la economía de cada país- alcanzó niveles récord, al superar la barrera de los 300 puntos, mientras las criticadas agencias de calificación rebajaban la deuda soberana de Grecia, Portugal e Irlanda, a categoría de “basura”.
LA ALQUIMIA
Los Gobiernos de la eurozona impusieron a los países afectados por la insolvencia, medidas de ajuste que implican enormes recortes en gastos sociales, lo cual provocó protestas y tensiones, en medio de una polémica sobre su eficacia.
Todos recuerdan que medidas similares, aunque no tan duras, fueron impuestas hace un año a Grecia, sin que lograran el efecto esperado. Muchos temen que la nueva dosis tenga los mismos efectos y agrave aún más la crisis.
Lo cierto es que se ha desatado en Europa un intenso debate sobre la naturaleza de la crisis y su eventual solución, que empieza con el diagnóstico.
Damien Millet, portavoz del Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM) en Francia, y Eric Toussaint, presidente de esa organización en Bélgica, destacaron “la energía que desplegaron los bancos del oeste europeo (sobre todo alemanes y franceses, aunque también belgas, neerlandeses, británicos, italianos, luxemburgueses, irlandeses…), para utilizar los fondos prestados o donados masivamente por la Reserva Federal y el Banco Central Europeo (BCE). Con ellos lograron aumentar -entre el 2007 y el 2009- sus préstamos a varios países de la zona euro (Grecia, Irlanda, Portugal y España), de los cuales obtuvieron espléndidos beneficios producidos por unos altos tipos de interés”.
“Entre junio de 2007 (comienzo de la crisis de las subprime en Estados Unidos) y septiembre de 2008 (quiebra de Lehman Brothers), los préstamos bancarios privados de Europa occidental a Grecia habían aumentado en un 33%, pasando de 120.000 millones a 160.000 millones de euros. Los banqueros de Europa occidental se dieron codazos para otorgar préstamos a la periferia de la Unión Europea, que deseaba endeudarse”, afirman en un artículo sobre como “Enfrentarse a la crisis de la deuda en Europa”.
“El Banco Central Europeo (BCE) prestaba con un interés ventajoso del 1% a los bancos privados, que a su vez exigían a países como Grecia un interés netamente superior, entre el 4 y 5% para préstamos a tres meses, y alrededor del 12% para los títulos a 10 años”.
La alquimia se completaba con otro mecanismo: “en mayo de 2011, el tipo de interés para Grecia, para préstamos a diez años, sobrepasaba el 16.5%, lo que obligó a este país a tomar préstamos a tres o seis meses, o dirigirse al FMI o a otros países europeos. Desde entonces, el BCE debe garantizar las acreencias tenidas por los bancos privados, comprándoles los títulos de los Estados… a los que, en principio, tiene prohibido prestar directamente”.
PROBLEMA DE LOS BANCOS
Es cada vez más evidente, afirman expertos europeos, que la crisis de la deuda es un problema de los bancos, más que de los países.
Por un lado, los países se han hecho deudores, en algunos casos más allá de sus posibilidades; en otros, con manejos irregulares de las finanzas públicas, como en el caso de los gobiernos conservadores griegos; y, en otros, legítimamente, usando los recursos para inversiones y desarrollo.
La crisis ha puesto en evidencia un debate sobre el origen de las deudas, el cual recuerda el que se desarrolló en América Latina en los años 90.
“Los bancos de países con exceso de ahorro, como los alemanes, tuvieron un excedente muy grande en los últimos años y en lugar de dedicarlo a impulsar el desarrollo económico alemán y a favorecer el incremento de las rentas en aquel país, lo dedicaron a financiar a bancos de otros países, entre ellos los españoles. Por otro lado, para obtener esa financiación lo que hicieron los bancos españoles fue vender a los alemanes activos financieros vinculados al negocio inmobiliario (cédulas hipotecarias por ejemplo)”, explicó el economista español, Juan Torres.
La cuestión, agregó, “está en dilucidar, por un lado, si los bancos españoles podrían absorber sin problemas la morosidad al alza y las pérdidas patrimoniales derivadas del estallido de la burbuja inmobiliaria porque estos bancos, a su vez, han financiado esa deuda con préstamos que han recibido de bancos extranjeros. Y, por otro lado, si los bancos extranjeros, y principalmente europeos, van a esperar a que todo vaya solucionándose o si van a tratar de garantizarse el pago de deuda mediante un ‘rescate”.
¿QUIÉN PAGA LA CUENTA?
Como nunca, la crisis europea ha puesto sobre el tapete el debate sobre quién paga la cuenta.
El premio Nobel de Economía, Paul Krugman, destacó que durante los últimos años los beneficios de las grandes empresas se han disparado, mientras el desempleo sigue siendo “desastrosamente elevado”.
Los organismos financieros internacionales insisten que “entregar aún más dinero a las empresas, sin límites ni requisitos, conduciría a una creación de empleo más rápida”. Una teoría que los líderes de la eurozona –socialistas y conservadores– han venido imponiendo también.
Hace ya 20 años, un notable diplomático brasileño, Paulo Nogueira Batista, analizó la crisis de la deuda en América Latina. Una abundancia de los entonces llamados “petrodólares” alimentó la voracidad de los capitales, que buscaban dónde colocarse. Lo hicieron a tasas de interés fluctuante y terminaron por ahogar diversos países de la región, incapaces de pagar sus cuentas cuando la floja política fiscal de los Estados Unidos obligó a elevar de forma espectacular las tasas de interés para combatir la inflación.
“La insolvencia de los deudores amenazaba directamente a dos bancos privados internacionales, a los cuales se había confiado, sin la supervisión de los respectivos Gobiernos, la misión de reciclar los petrodólares”, afirmó Nogueira Batista.
En los años 80, recuerda el diplomático brasileño, ya fallecido, la estrategia de la deuda, tal como fue concebida por los acreedores con el aval del FMI, reflejaría esencialmente las necesidades de los bancos de recibir de vuelta todo el dinero prestado en condiciones muy favorables para ellos, pero imposibles de cumplir para los países deudores.
El resultado, destaca Nogueira Batista, fue que esa estrategia convirtió a los países latinoamericanos, en exportadores de capital. En una década, entre 1982 y 1991, esos países transfirieron para el exterior $195.000 millones, “casi el doble, en valores actualizados, de lo que  Estados Unidos donó a Europa occidental entre 1948 y 1952, en el marco del Plan Marshall”.
La solución para garantizar los intereses de los bancos fue el Plan Baker, primero, que no introducía cambios significativos en los compromisos de los deudores y, por lo tanto, no funcionó. Ante esa realidad, surgió tres años después, en 1988, el Plan Brady, que sustituía la deuda antigua por una nueva, a más largo plazo, del mismo modo que se propone ahora hacer con la deuda europea.
Ambas recetas vinieron acompañadas de un drástico programa de privatizaciones, con lo que los mismos grupos financieros, responsables en gran parte de la crisis, se hicieron de los activos de los países deudores, alimentando un modelo de concentración de los ingresos y de la propiedad que, como advierten los expertos, está en el origen mismo de la crisis.

  • Gilberto Lopes 
  • Mundo
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