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El malestar pedagógico

Una pregunta terrible obsesionaba a Erdosain, ese personaje sufriente creado por Roberto Arlt. Una pregunta que necesita gestualidad para aclarar su sentido, pues podría remitir tanto a lo imposible como a la inminencia de un suceso excepcional. En todo caso, la pregunta de Erdosain podría aplicarse a la actualidad pedagógica: “ ¿Pero no terminará nunca de pasar este tiempo?”

Una pregunta terrible obsesionaba a Erdosain, ese personaje sufriente creado por Roberto Arlt. Una pregunta que necesita gestualidad para aclarar su sentido, pues podría remitir tanto a lo imposible como a la inminencia de un suceso excepcional. En todo caso, la pregunta de Erdosain podría aplicarse a la actualidad pedagógica: “ ¿Pero no terminará nunca de pasar este tiempo?”
¿Pesimismo de la inteligencia y optimismo de la voluntad? Tal vez. Disponerse a lo distinto es condición para que nuestro tiempo y nuestro malestar acabe y se transforme.
El malestar pedagógico obliga a interrogarse sobre: procesos de enseñanza–aprendizaje, planes de estudio, infraestructura, presupuesto, políticas educativas, carreras compartidas entre otras cuestiones. Induce a la introspección y a la autocrítica. Hay necesidades que ya no pueden reprimirse argumentando la presencia de “intereses mezquinos”; que unas unidades académicas quieren destruir otra o que hay episodios desestabilizantes para proclamar una cruzada. Lamentablemente la crítica y la voluntad de cambio, que deberían ser asuntos cotidianos, han sido puestas bajo sospecha de arrogancia e ignorancia.
Mensajes de alta o baja frecuencia presentan un guión catastrófico inverificable. Sin fundamentos, la supuesta campaña de desmantelamiento de una unidad académica es una mera criptografía.
Quienes se han adueñado de la palabra pedagógica; los propietarios/as del “objeto de estudio” deciden qué contenidos son puestos a consideración de los demás. Si esto lo hiciera un gobierno sería censura, pero si se hace desde una unidad académica ¿cómo se llama?
Hay una relación entre los formadores de docentes y los futuros profesores que interpela a ser revisada. De cómo sea este vínculo se define la calidad democrática de la educación costarricense. La problemática actual que nos encuentra debatiendo sobre el sistema educativo en el país, no radica en querer cambiar sino al contrario: en no querer y en dejar la cuestión pedagógica librada a la inercia y la discrecionalidad.
Nuestra Universidad está en el momento apropiado para reaccionar ante la crisis y el malestar, porque sabe que el conocimiento se produce en espacios de autonomía crítica, no a pedido de organismos y empresas carentes de ética y compromiso social.
El diálogo, la crítica y la voluntad de cambio, no pueden ni deben ser reprimidos. La educación está llena de itinerarios que se intersectan en una coyuntura académica y política que nos convoca. Porque a pesar del peso de la tradición, la formación tiene que parecerse más a nuestro tiempo que al de nuestros antepasados.

  • Roberto Fragomeno
  • Opinión
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