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Apropiada fue la revisión hecha por la presidenta Laura Chinchilla sobre su aserto de que no era su estilo “… buscar culpables, sino identificar soluciones. Debo mirar hacia adelante” (LN: 15/07/2011). Propuso el punto en una conversación sobre el ahogo financiero que sacude a la Caja Costarricense de Seguro Social. Al día siguiente se retractó: “En lo que respecta a responsabilidades, ya habrá tiempo para que, con tranquilidad, Costa Rica haga un repaso de por qué hemos llegado al punto adonde hemos llegado”. Sin embargo, matizó: “Posiblemente, si analizamos el tema de las responsabilidades, muchas de ellas se perderán en el tiempo” (LN: 17/07/2011). Se podría llegar, por ejemplo, a la conclusión de que la responsabilidad es del pecado original. O que los culpables son quienes crearon una institución de seguridad social (1942-1943) que políticos y autoridades administrativas posteriores y los costarricenses, en tanto colectivo, maltrataron hasta llevarla al borde del colapso. Pero aquí importa la crítica que hizo a su fórmula inicial. Era deplorable.
En efecto, una presidenta o presidente del país es un individuo y puede ser también una personalidad. En ambos casos tiene caracteres singulares que configuran lo que la presidenta Chinchilla llamó “su estilo”. Esto es inevitable. Pero una presidenta o presidente es también un funcionario público (el de más alto rango en los regímenes presidencialistas) y un ciudadano. Como tal tiene responsabilidades (en el sentido de competencias) jurídicas, políticas, éticas y hasta morales respecto de lo que se hace, cómo se hace y para qué, en el país y en relación con el bien vivir de los costarricenses. No puede eludirlas aduciendo un “estilo” personal que solo le permite mirar “para adelante”. Quien solo mira para adelante no sabe donde está parado ni qué lo llevó hasta el lugar desde donde mira. Se llega a un cargo político tan importante como la Presidencia de la República, como parte de un proceso histórico. Más exactamente desde una sociohistoria.
Nadie llega al cargo de presidenta o presidente históricamente fresca/o como una lechuga o virgen. Debe conocer, y aceptar o rechazar, manejos anteriores de la conducción política y social del país. Suena trivial, ¿no es cierto? Pues es el tema sobre el que la presidenta Chinchilla se ha retractado. Aunque no lo haya hecho con la firmeza necesaria.
Tornando aún más banal el asunto. ¿No es cierto que la Caja, uno de los pilares sociales del proceso democratizador costarricense, se viene desplomando a ojos vista, mientras florece briosa en el país la medicina privada? ¿Existirá alguna relación política entre los derruidos hospitales de la Caja y los relucientes gigantescos hospitales y clínicas privadas? ¿Afectará esto al ejercicio profesional de la medicina? ¿Coincidirá con un tránsito desde la idea de “salud para todos” a la de “salud efectiva para quien pueda pagarla”? Para quien no, la Caja, mientras exista. ¿Tendrá esto algo que ver con la conducción político-cultural del país? ¿O son solo coincidencias?
Tornando al asunto todavía más trivial, por personalizado, ¿no fue el político profesional Eduardo Doryan el último presidente ejecutivo de la Caja (antes de la actual señora Balmaceda)? ¿No pasó este político antes por la conducción del Ministerio de Educación? ¿No es el mismo que fue premiado en este gobierno con la conducción ¡nada menos! que del ICE? ¿Cuál es el peculiar “encanto” de Eduardo Doryan? Porque en educación, nada. Y en la Caja, desplome. Y en el ICE, RACSA hundida. Esto por repetir solo información de la prensa. ¿Será Doryan señal de alguna otra decadencia o degradación? Porque la actual administración tiene sus propios “Doryan”. Tijerino es uno.
Como se ve, interesarse por la historia y sentar responsabilidades es trivial. Pero no lo son sus efectos políticos. De ellos puede depender el carácter de un pueblo, sus alegrías, sus dolores, sus solidaridades. La calidad de sus gobernantes.
Por eso es bueno que la señora Chinchilla se haya retractado de su infeliz opinión inicial. No lo hizo con la firmeza requerida. Pero es un paso en la dirección correcta. Aunque haya abierto la puerta para responsabilizar al pecado original, a la crisis mundial del capitalismo, a Calderón Guardia, ¡o a los sindicatos! de la actual penuria financiera de la CCSS, penuria que es solo una, aunque dramática, de las muy graves crisis institucionales que asesinan al país.
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