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Cuatro jóvenes fallecieron en San Ramón víctimas de un atropello el jueves 21 de julio. Esto sucede mientras en la municipalidad del cantón se discute a viva voz la necesidad de combatir la delincuencia, debido a que hace algunos días murieron asesinadas algunas personas como resultado de la violencia delictiva. En otra ocasión, quizá, sea la violencia intrafamiliar, el abuso sexual, el suicidio, etc., cualesquiera de las formas de violencia, la que haga su aparición exhibiendo su tétrico rostro bañado de sangre y miedo.
Y es que las formas de violencia abundan en proporción a las fisuras que el actual modelo de desarrollo presenta. Es cierto que en el pasado, concretamente en los tiempos del Estado Benefactor, por establecer una comparación, la violencia también despuntaba en muecas letales. Sin embargo, sopesando los hechos en relación con este momento histórico, conviene hacer distingos de frecuencia, intensidad y estilos. Nunca las formas de violencia han superado el extremo que ahora se sufre.
Las violencias que ahora se padecen se anudan entre sí con una misma cuerda que las mantiene sujetas al modelo de desarrollo vigente. El valor por la vida, comprendido en este el amor a la Naturaleza, sus elementos y a las especies que de esta dependen, es incoherente con el estilo de vida que llevamos basado en la demanda de consumo de todo tipo de mercancías, sean bienes o servicios. Las mercancías proveen un mundo alucinante a través del cual las personas se hacen aspiraciones que trascienden la realidad y la condición particular de los consumidores. La frustración por consumir o por no poder hacerlo es la causal de todas las formas más nocivas de violencia.
Por otra parte, se ha difundido la idea de que el ejercicio de la violencia es patrimonio de las clases populares y de los sectores bajos de la población, siendo las clases privilegiadas las que han generado formas de violencia más sofisticadas y promotoras de la violencia común. Tales como el narcotráfico, la corrupción o la aplicación de políticas discriminatorias. En medio de este entramado de relaciones, donde las violencias se enlazan unas con otras y todas se amarran al modelo de desarrollo neoliberal, el cual sugiere que todo se puede hacer, como método de abordaje se atienden los síntomas y no sus causas.
A partir de aquí surgen inquietudes: ¿Con qué criterio se prioriza la atención de una forma de violencia sobre otra?, ¿a quiénes favorece y a quiénes perjudica dicha priorización? Irresponsable e impertinente resultaría una respuesta sustentada en aspectos como el temor o el asombro causado por el acontecimiento más inmediato, o bien, porque forma parte de una política gubernamental, tal como sucede con el discurso de Seguridad Ciudadana. ¿Acaso no todas las expresiones traumáticas de violencia merecen la atención debida? ¿No se trata, entonces de una estrategia para evitar hacer un abordaje atacando el problema desde su raíz, que no es otro que el de un modelo de desarrollo que está llevando al colapso social? Me gustaría saber si el tema de la violencia en carreteras, siquiera va a ser discutido por las autoridades municipales de San Ramón. ¿En relación con la priorización de la atención a las violencias,+ no les parece que se juegan intereses ocultos?
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