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La conveniencia y mercados éticos

La conciencia social se refiere a la capacidad del ser económico de abstraerse de los límites que naturalmente le establece el ánimo instintivo, que le mueve a ser egoísta, en virtud de una concepción ordinaria y básica del sentido de supervivencia.

La conciencia social se refiere a la capacidad del ser económico de abstraerse de los límites que naturalmente le establece el ánimo instintivo, que le mueve a ser egoísta, en virtud de una concepción ordinaria y básica del sentido de supervivencia.
De esta manera, admitir la presencia del egoísmo, como la génesis sustentadora de su comportamiento, ubica al ser humano en una escala ciertamente básica de su evolución y desarrollo, cuyo ordenamiento y definición de la dinámica social parte de la búsqueda de la satisfacción personal, sin importar las consecuencias que dicho comportamiento individual tenga sobre sus semejantes.
Eventualmente, un concepto más amplio del ámbito de la función objetiva tendría por consecuencia el establecimiento de equilibrios, en los cuales –una vez siendo contempladas las otras variables– sea posible armonizar factores que afectan la decisión de los agentes económicos, allende de la mera optimización de las utilidades o de la satisfacción individual y personal.
Cuando el proceso se repite varias veces, la mera optimización de utilidades contemporáneas no es suficiente para considerar un equilibrio sostenible; es donde aparece el concepto de conciencia social, como un elemento representativo de lo que podríamos denominar la conveniencia, vista esta como el precio que representa el sacrificio de utilidades contemporáneas, en vista de un objetivo de permanencia o de sostenibilidad en el mediano y largo plazo.
Conceptos como los de responsabilidad social empresarial, supervisión prudencial, producción más limpia, comercio justo, sustentabilidad y sostenibilidad económica, estudios de impacto y gestión ambiental, determinación de precios sociales, análisis de incidencia, equidad de género, participación del sector social de la economía, participación de gobiernos locales, etc., vienen a ser paliativos mediante los cuales se corrigen las imperfecciones del modelo capitalista de acumulación.
De esta manera, el modelo de equilibrios egoístas es superado por un modelo de conveniencias y así, cuando los agentes participantes en un sistema económico adquieren conciencia social sobre las acciones que ejecutan y las implicaciones que ellas tienen, se constituyen en convenientes cogobernantes de la sociedad. Sin embargo, cuando existe carencia de esta conciencia social, por desconocimiento o por egoísmo, se requiere de la existencia de mecanismos que acusen la conciencia, de forma que se evite la aparición de riesgos de abuso, propios del modelo capitalista de equilibrios egoístas.
La conveniencia, como un estado superior de la conciencia gregaria sobre el concepto del hombre natural, es un conocimiento aprendido, de manera que el cuestionamiento se establece en términos de cuáles son los métodos por medio de los que el agente adquiere tal conocimiento, tal comprensión de la conciencia social.
Y, como un mercado regido por la irrestricta acción individual, se ubica en un estamento inferior, en contraste con un mercado regido por la conveniencia; de igual manera este se ubica en una esfera inferior a un mercado sustentado en principios y valores; hablamos entonces de un mercado ético, donde la conciencia social es más bien el orden natural, donde tal conciencia social y colectiva no es el resultado de un acto de conveniencia al que los agentes han sido convencidos o compelidos a aceptar; sino porque es su natural forma de vida.
En un mercado ético, el principio que prima establece como solución el precepto: “No hagas a otros lo que no te gustaría que te hicieran a ti”; no media acá sentimiento alguno, no hay alguna religiosidad implícita, solamente la meridiana comprensión de la conveniencia, ¡por la razón correcta!

  • Rodrigo Matarrita Venegas (Economista)
  • Opinión
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