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Con el inicio del Siglo XXI –la defensa del ICE y la caída del bipartidismo (PLUSC)–, emergió una nueva ciudadanía, que ha venido acumulando fuerza social y política para la reconstrucción democrática que requiere el país.
Este fenómeno sociopolítico no obedece a ninguna iniciativa en particular de un partido político alternativo, organización sindical o movimiento social organizado. Ha surgido al calor de las luchas sociales por la defensa de derechos humanos fundamentales y algunos de los principales logros históricos de nuestro Estado Social.
Irrumpe una ciudadanía de muchos rostros exigiendo un trato digno y, por lo tanto, no se somete ni se deja arriar como manada por consignas efectistas o regalías. Desconfía con razón de los políticos mesiánicos, quienes han convertido a la patria en un altar donde se sacrifican las mayorías a costa de los privilegios de unos pocos.
Reclama el derecho a ser escuchada y protagonista en la toma de decisiones fundamentales. Desconfía, y con razón, de quienes la representan, porque se convierten en rentistas y servidores a sueldo de su partido o de grupos de intereses particulares, y desatienden el mandato recibido como servidores públicos.
Se moviliza de forma creativa y pacífica, al apelar al sentimiento y la razón de las gentes nobles, en un país que ha sabido abrir horizontes de paz, justicia social y dignidad con sus gestas patrióticas libertarias y su apertura al cambio social. Desconfía, y con razón, de quienes utilizan el patriotismo para alimentar la xenofobia y el narcisismo nacionalista.
Denuncia el atropello de que es víctima por parte de las autoridades y poderes del Estado, cuando estos dan muestras de incapacidad para gobernar y administrar, recurriendo a componendas por debajo de la mesa y poniendo, así, en entredicho la división de poderes que sustenta el sistema democrático. Desconfía, y con razón, de quienes se visten de demócratas, pero apelan a la ideología del miedo y al chantaje para defender sus mezquinos y personalísimos intereses políticos y económicos.
Propone con sentido humano, humildad y patriotismo, la necesidad de un nuevo pacto social, para enrumbar al país por los caminos de una sana democracia, que se convierta en pilar de una sociedad más pacífica, segura y solidaria. Desconfía, y con razón, de la partidocracia que busca sacar provecho coyuntural del desencanto con la política, al evadir el compromiso de partirse el alma para ejercer un buen gobierno.
Busca construir una nueva unidad de cultura, que propicie relaciones amigables con la naturaleza y la diversidad sociocultural, para conducir al país hacia un modelo de convivencia más inclusivo y tolerante, de cara al derecho que les asiste a las mal llamadas “minorías” de ser reconocidas y respetadas. Desconfía, y con razón, de quienes atrapados por añejos moralismos levantan la bandera de una “inquisición sin hogueras”.
Es la nueva ciudadanía que apuesta por los sueños y las esperanzas que han contribuido con los avances científicos, tecnológicos, ecológicos, políticos, culturales y humanos en muchos lugares de nuestro planeta.
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