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No entiendo tanto alboroto porque un representante de la iglesia católica haya dicho que la mujer debe vestir con recato y otro que las mujeres no debían “imitar al varón”. No encuentro nada de extraño en esas palabras. No estoy diciendo que esté de acuerdo, pero sí digo que no me parece ni peculiar, ni insólito ni excepcional que ese sea el discurso de boca de un católico, cuando esa misma religión tiene un historial maravilloso en marcar una diferencia entre los hombres y las mujeres.
Pero tampoco comprendo por qué hay tantas personas que se declaran católicas aun sin estar de acuerdo con su doctrina. El ser humano es libre de elegir su religión (a pesar que la Constitución Política nos declare católicos a todos los ciudadanos –solo espero que no me quiten mi ciudadanía por no serlo- costarricenses).Hay varias religiones de bases cristianas que tratan igualmente a hombres y mujeres al abrir a ambos la posibilidad de asumir posiciones de liderazgo dentro de sus iglesias, por ejemplo en algunas iglesias baptistas (cada iglesia es autónoma y desde hace aproximadamente 50 años se han venido dando cambios que incluyen la decisión de nombrar o no a una mujer como líder de su congregación), la Iglesia Luterana, Iglesia Anglicana y su hermana la Iglesia Episcopal, entre otras. Todas estas tienen marcadas diferencias con el Vaticano, que abiertamente – hace un año- declaró que las mujeres en el clero o sacerdotisas es un “crimen en contra de la fe”.
Si una persona es cristiana pero no comparte los lineamientos católicos podría preguntarse que: si el Jesucristo era judío, ¿qué es lo que frena a una persona a negarse la posibilidad de conocer otras religiones?
Me pregunto si todos los católicos ofendidos por los recientes dichos de los líderes de su iglesia conocerán la Biblia. ¿Estarán al tanto de pasajes como el de la Primera carta a Timoteo, 2:9-15 que dice “asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad. La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión. Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia”? Personalmente, no encuentro ninguna incongruencia entre las palabras plasmadas en el Libro Sagrado y el discurso promovido por el Vaticano.
No creo que esto se trate de machismo o feminismo. El dogma católico siempre ha seguido la misma línea y práctica, una hay diversidad de rituales (como la Orden de las Mujeres Vírgenes de Cartago que hace poco conocí) con los que podemos no estar de acuerdo, si ese es el caso; considero que el ser humano tiene la libertad y la inteligencia para estudiar y valorar cuál corriente religiosa se adecua más a sus ideales.
La eterna negativa a dar educación sexual real en los centros educativos, la costumbre de juzgar a las mujeres por disfrutar libremente del sexo, su posición en contra de los métodos anticonceptivos, la persecución contra los avances de la ciencia y la investigación, la facilidad para opinar en contra de los homosexuales: todo eso y más es la línea de la Iglesia Católica hoy en día (no estoy ignorando su papel como guía espiritual, pero debo recalcar que esa guía va estrictamente apegada a sus convicciones sobre los temas ya mencionados). En realidad, el problema no está en el catolicismo, pero sí en la potestad que tiene en la toma de decisiones de la República de Costa Rica. Este poder, mucho tiene que ver con la cantidad de personas que se declaran seguidoras de esta religión (la mayoría de habitantes del país). Un ejercicio que podrían practicar esas personas es preguntarse a sí mismas: ¿creo y vivo fervientemente como así lo dicta la religión católica o tomo de ella solo lo que me conviene? El día en que seamos realmente libres, entendamos que no toda la población debe vivir bajo la imposición de reglas o actitudes que nada tienen que ver con un mensaje de amor y aprendamos a respetar tanto a creyentes como no creyentes, daremos el primer paso para aprender a ser tolerantes; y esa tolerancia es la que nos llevará a ser una gran nación, pues trabajaremos y avanzaremos en conjunto independientemente de nuestras diferencias.
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