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El acoso laboral (mobbing) es una forma de tormento y persecución que corrompe, intoxica y deprava toda acción laboral, constituyéndose en una forma de angustia que genera aversión y aborrecimiento de la persona acosada al trabajo, así como enormes pérdidas económicas y de competitividad institucionales o empresariales.
Es una de las cobardías más destructivas para la persona que lo sufre en casi todas sus facetas; tanto así, que la persona hostigada al final de todo el proceso acosador, termina irreconocible como profesional, como persona, como ser humano y con graves atrofias que conducen a la miseria motriz y a un encuentro cara a cara con lo indigno, producto del silencioso asesinato psicológico al que fue expuesta.
En este momento muchas imágenes de personas mediocres y acosadoras pasan por mi mente. Asocio a cada una y descubro que esos acosadores laborales conocen su marcada imperfección. Saben que son extremadamente ineficientes por lo que deben actuar bajo juramento y honor a la traición. El acosador no tiene valía y no acumula ningún mérito para perfeccionarse en el trabajo. He aquí su medio ilícito: la corrupción.
Cada estrategia es muy sutil y con alto contenido emocional, pues el propósito es no dejar rastro del acoso para que calce toda acusación hacia la víctima de que es incompetente, inepta o problemática y sea despedida; o bien, se marche por su propia cuenta.
Ser mediocre es uno de los emblemas de mayor magnificencia de los acosadores laborales y que cuenta con el enorme aval de su ignorancia, su egoísmo, su charlatanería y un miedo constante para ejecutar la lenta destrucción de la persona escogida para acelerar su sufrimiento, consternación y confusión. A esos traidores su autotraición los consumirá y su idiotez los condenará.
Generalmente, las personas que han sido víctimas del acoso laboral son personas de trato excelente, con gran dinámica, con un entusiasmo admirable, con gran sentido de pertenencia, con gran capacidad para realizar varios trabajos a la misma vez, con muchísima versatilidad para resolver problemas, sumamente responsables y con una inteligencia muy superior a la de aquellos acosadores que pululan a su alrededor.
Para esa chusma anquilosada, tradicional en universidades, oficinas de contratación administrativa, oficinas de administración de proyectos, municipalidades, hospitales, bancos y ministerios, entre otros, es inadmisible tener rivalidad, pues como mediocres agarrotados, la calidad del contrincante fácilmente los aplastará.
Es suficiente superarse, trabajar con excelencia, ser educado, ser serio, ser amable y ser exitoso para ser blanco de estos aberrantes. Casi todas estas manadas de corruptos están dirigidas por uno o dos que son igual de mediocres que los demás, pero que tienen lo que no tienen los demás: palabrería confusa, charlatana e insulsa.
Esos traidorcillos conspiradores acechan cada intervención de la persona elegida y son los encargados de enmarañar y crear la atmósfera turbia, de crear falsedades y desfigurar cada palabra y cada gesto positivos que pueda hacerse a favor del acosado.
A estos anodinos y obscuros, rendir culto a la mediocridad les es indiferente y los hace quedar desnudos, ridículos e irrisibles constantemente. Son tan grises e incompetentes que su mediocridad ni siquiera los hace concientes de su desnudez. Pasean y desfilan sobre una pasarela a un público que han conquistado y que está de acuerdo con sus actos: otros mediocres. ¡Piara de cobardes!!!!
¿Dónde están los jefes quienes tienen que acudir en defensa de la persona acosada? La mayoría de directores, jefes, subjefes y mandos medios son «moldeados» por esos blandengues, hasta el punto de «patrocinar» cada ataque y agresión contra la persona. Estos pseudojefes juegan el rol de «marionetas» lo que les evidencia ningún tipo de capacidad para tomar decisiones y mucho menos conocer los principios básicos para la armonía social, pues generalmente, están ahí por beneficios materiales o como pago de algún favor, pero jamás por un compromiso firme con la gestión administrativa.
Se debe acabar con esta indigencia. Es hora de denunciar a todos esos arruinados laborales frente a la justicia. ¿Acaso el trabajo no es el medio que dignifica al ser humano? El trabajo es desalienado, es credibilidad, es crédito, es reconocimiento y es prestigio. Las personas que sufren acoso laboral deben ser protegidas. Construir y fomentar la paz dentro de las instituciones y organizaciones para realizar un trabajo excelente y armonioso es indispensable.
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