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Raíz y ala de la nacionalidad

La luz, las imágenes, los sonidos, los olores, cambian conforme van pasando las horas del día y las estaciones del año y, de acuerdo a la latitud en que estemos, en Santiago Este, a once grados latitud norte, entre dos océanos, el del levante y el del poniente,  predominan la estación seca y la lluviosa, pero hay dos primaveras, la del veintiuno de marzo, boreal, y la del veintiuno de setiembre, austral; el reloj biológico de las plantas, en general de toda vida, responde a ellas, así que dos veces al año hay retoños y floración; las aves en coro llaman al apareamiento.

La luz, las imágenes, los sonidos, los olores, cambian conforme van pasando las horas del día y las estaciones del año y, de acuerdo a la latitud en que estemos, en Santiago Este, a once grados latitud norte, entre dos océanos, el del levante y el del poniente,  predominan la estación seca y la lluviosa, pero hay dos primaveras, la del veintiuno de marzo, boreal, y la del veintiuno de setiembre, austral; el reloj biológico de las plantas, en general de toda vida, responde a ellas, así que dos veces al año hay retoños y floración; las aves en coro llaman al apareamiento.
En las dos épocas primaverales los colores vibran con intensidad, los contornos se hacen nítidos, los sonidos transparentes y armoniosos, los olores  balsámicos; un todo envolvente que nos hace levitar.

Las montañas, al norte y al sur, se levantan como mastodontes que caminan vigilantes, oteando el horizonte, cuidando el valle; de acuerdo con las horas del día cambian de color, en la mañana verde-azul claro, a mediodía el azul es más intenso y al atardecer más oscuro, casi negro.
De sus ubres se alimentan el bosque, los animales y los seres humanos; de ellas bajan las aguas cantoras, danzantes, transparentes y frescas, bañando el valle que florece y produce abundantes frutos.
Ellas y el ser humano son briznas del universo, en el que, la materia-antimateria les imprimen una dinámica infinita.
Los vientos determinan, en gran medida, el clima del valle; por un lado, los del norte, los alisios que vienen de Groenlandia, recorren el Caribe, soplan por alto y por bajo, barren nubes, despejan el cielo, traen la luz, y a pesar de la distancia, esparcen la frescura de las nieves; por otro lado, los del sur, los contra-alisios, los monzónicos, soplan por alto, por abajo apenas un suave vendaval, meten  nubes cargadas de agua, mares de agua, que producen aguaceros torrenciales y lluvias prolongadas que, en ocasiones, persisten por quince días.
Cuando la entraña de la tierra se abre, con el arado o el espeque, para depositar la semilla que en corto tiempo germina, aparecen los pequeños tallos y más tarde los frutos; es el fértil misterio de la tierra y la semilla.
Además, está la paciencia y la sabiduría del campesino, laboriosamente seleccionando y mejorando las semillas: del maíz, la papa, el frijol, el trigo y muchas más. Estos conocimientos, acumulados en milenios, generosamente los comparte con la humanidad.
La vida, en Santiago Este, transcurre entre dos estaciones y dos primaveras. Aquí se crearon los sueños y los códigos de convivencia humana.
Este pueblo, como muchos otros de la Patria, son raíz y ala de nuestra nacionalidad

  • Óscar Morera Madrigal (Médico)
  • Opinión
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