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República liberal y ciudadanía responsable

Los viejos liberales, esos que nos da por llamar liberales sanos, evitaban considerar la libertad sin su correlato de responsabilidad.

Los viejos liberales, esos que nos da por llamar liberales sanos, evitaban considerar la libertad sin su correlato de responsabilidad.
A tal grado de libertad, corresponde igual responsabilidad. Así, libertad sin responsabilidad, equivale a permitir que el cuerpo burle su propia sombra.  Ni más ni menos. Radica, en la libertad con responsabilidad, la fórmula del equilibrio que Aristóteles refirió como “el justo punto medio”, única forma de crear civilidad.
La deformación de tan sabido dogma liberal, que hermana la libertad a la responsabilidad, jalona los peores males si reparamos en que, de la ausencia de responsabilidad, surge el abuso de poder.
Fiodor Dostoievski, uno de los dos gigantes de las letras rusas, en “Los poseídos”, afirma: “A partir de la libertad ilimitada, yo llego al despotismo ilimitado”.
En resumen, no existe el libertinaje, sino solo el abuso de poder.
Stuart Mill, quizá el más equilibrado y a la vez el más llano de todos los liberales, lo supo decir bien: “La única libertad que merece este nombre es la de buscar nuestro propio bien, por nuestro propio camino, en tanto no privemos a los demás del suyo o les impidamos esforzarse por conseguirlo”.
¿Qué puede ser dicho después de tanta claridad?
Si acaso que ahora, por estos días en que Costa Rica celebra su alumbramiento como República y su madurez para conservarse dentro del grupo de naciones civilizadas que han escogido la democracia –al menos formal- como esquema organizativo, debemos hacer preguntas. Discutir es la mejor forma de completa y para discutir, hay que interrogar.
Preguntarnos, como ciudadanos, si la democracia está agotada o al menos trabada, es casi un deber patriótico. Después de todo, la crítica al propio país debiera imponerse como requisito de ciudadanía.
Así, compartiendo con Mill la alerta principal que lanza a toda sociedad inteligente y madura que, en tanto tal, debe evitar “La fatal tendencia de la humanidad a dejar de pensar en una cosa en cuanto deja de ser dudosa, (en tanto esa) es (la) causa de la mitad de sus errores”.
¿Hasta dónde nos alcanzará a los ticos este sueño republicano que hoy todos conocemos como democracia?
Ojalá empecemos a valorar más nuestra libertad como pueblo y como individuos, tomando conciencia de esa “fatal tendencia” que cubre la democracia con papel  de regalo.
¿“Blanca y pura descansa la paz”? ¿Hemos aprendido a ser libres, o seguimos como siervos menguados que por costumbre, esa que  a fin de cuentas no es más que pereza edulcorada, revalidamos el sistema no solo cada cuatro años, sino todos los días como malos liberales que dejamos pasar y dejamos hacer, pues total, la democracia va sola (laissez faire, laissez passer, le monde va de lui même).
No hay tal cosa como libertad sin responsabilidad, igual que no puede haber democracia sin ciudadanía, pero ciudadanía de la de verdad. Informada, animada y oportuna, en una palabra, valiente. Cuánta falta hacen siempre los valientes. ¿Verdad?

  • Pablo Barahona Kruger (Profesor de Derecho, UCR)
  • Opinión
Democracy
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