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Un año después de la aparición de los The Beatles como unos perfectos desconocidos en el firmamento de la música, en Costa Rica, un pequeño, inquieto y dedicado personaje empezaba también sus andanzas y 50 años más tarde, su creador recibe un reconocimiento con la publicación de un sello postal especial, impreso en Holanda.
De esta manera, Carlos Enrique Figueroa, inventor de Tricolín y sus amigos, percibe el reconocimiento de una vida entera a la historieta educativa; esa que propició que su personaje tuviera un “club” de más de 10.000 asociados, cuando aún no existían las redes sociales ni Internet.
Es precisamente con Internet que muchos de los que en aquel entonces eran niños y que hoy son padres y abuelos, le piden a Figueroa el regreso de Tricolín, quien volvió con una emisión especial y de lujo de ocho estampillas, con los siete principales personajes troquelados.
El pasado 9 de septiembre, con motivo del día del niño, Figueroa y sus “secuaces” recibieron un cálido y merecido homenaje en el edificio central de correos, en San José.
“Es lo que Tricolín necesitaba para volver” afirma este precoz dibujante oriundo de Cartago, quien a sus 18 años lanzó a su querido Tricolín y llegó a tener, incluso, programas de radio, difusión diaria en la prensa y un espacio televisivo.
En su oportunidad, Tricolín editó su propia revista, la cual fue auspiciada por el Ministerio de Educación y llegó a tener un tiraje de entre 40.000 y 50.000 ejemplares.
La emisión postal consta de los sellos propiamente e incluye a los siete personajes principales, el boletín filatélico y la ficha técnica.
Hace pocas semanas en las páginas de UNIVERSIDAD, el caricaturista Óscar Sierra, autor de la novela gráfica “Leyendas costarricenses”, destacaba las bondades que tienen la caricatura y la historieta como medios para presentar los materiales a los lectores y en especial a los niños.
Recientemente, llegó a Costa Rica el libro “Historia de humor gráfico”, publicado por la editorial de la Universidad de Alcalá de Henares, en el cual la escritora Ana Sánchez hace el recorrido de un siglo de lo que ha significado la caricatura en el país, sobre todo la que ha aparecido en periódicos.
DE VUELTA
Figueroa desde un comienzo puso un marcado énfasis en que sus personajes tuvieran una función educativa. De esa forma, Tricolín, Tricolina, Pepín, Garabito, Nambí, Nosara y Buzito siempre se movieron en esos derroteros. Según el criterio de Figueroa, eso le permite retornar e incorporarse en una coyuntura en la cual los niños, más que nunca, están “bombardeados” por los mensajes de televisión y de Internet y en los que los valores tienden a diluirse.
Por tal razón, acepta Figueroa, es imprescindible rescatar el lema de su Tricolín original: “Para que los niños y las niñas de hoy, sean buenos ciudadanos mañana”.
Con base en esa visión, los sellos se manejan con cuatro mensajes principales en torno a la “solidaridad, el respeto, la cooperación y la amistad”.
Para ajustarse a los tiempos, su autor hizo que sus personajes tengan un retoque y aparezcan más acorde con las expectativas de los infantes de hoy.
Algunos personajes aparecerán en tercera dimensión y con animación, con el afán de que sean más agradables a sus nuevos amigos.
Reconoce Figueroa que muchos padres de familia le habían insistido en la necesidad de retomar a su legendario personaje y de emplear todos los medios posibles.
De esa forma, espera utilizar una plataforma de siete medios de divulgación, con base en el respaldo de 70 entidades que utilizan ya sus propios mecanismos para dar a conocer sus productos.
Entre esos medios contempla una página web (www.tricolin.com), un foro, un programa de radio, un programa de televisión, un suplemento y presentaciones en directo para que los niños disfruten con Tricolín y sus amigos.
En el caso del club de amigos de Tricolín, el objetivo es retomar lo de los grados y las legiones, de forma tal que los socios más activos y dinámicos escalen posiciones hasta alcanzar las distinciones de “cónsul y embajador”.
Es una forma, destaca Figueroa, de inculcar en los niños el amor por la patria y de los mejores valores para que crezcan con una visión que les permita transformarse en los buenos ciudadanos que el país requiere.
UN SUEÑO CONSUMADO
Los personajes de Figueroa tienen un marcado acento educativo, porque fue en la escuela, cuando él se percata de que su mundo está asociado a todo lo relacionado con el dibujo, la historieta y la caricatura.
Luego de muchas regañadas infructuosas para que se concentrara en las clases tradicionales, su maestra de entonces, Amparo Martínez, descubre que es inútil intentar sustraer a aquel inquieto niño de su mundo poblado por vaqueros y superhéroes, y entonces ella le suelta una premonición que marcaría de una vez y para siempre la vida del pequeño estudiante: “Carlos Enrique, usted tiene mucha imaginación y le gusta dibujar, algún día hará revistas con historietas educativas y dibujos animados que enseñarán a los niños en la forma en que a usted le gusta aprender”.
Esas palabras siguen vigentes en la mente de Figueroa, quien medio siglo después alimenta día a día el afán de su “Niña Amparo” y que con el homenaje de Correos de Costa Rica encontró un motivo más para darle forma e ímpetu a su primera gran vocación de artista.
Lo sucedido a Figueroa es lo que en “Manual para ser niño” evoca Gabriel García Márquez. En este texto escrito para el Ministerio de Cultura colombiano, el Nobel insiste en que los educadores deben de poner mucha atención en las vocaciones primeras de los niños.
“Aspiro a que estas reflexiones sean un manual para que los niños se atrevan a defenderse de los adultos en el aprendizaje de las artes y las letras. No tienen una base científica, sino emocional o sentimental, si se quiere, y se fundan en una premisa improbable: si a un niño se le pone frente a una serie de juguetes diversos, terminará por quedarse con uno que le guste más. Creo que esa preferencia no es casual, sino que revela en el niño una vocación y una aptitud que tal vez pasarían inadvertidas para sus padres despistados y sus fatigados maestros. Creo que ambas le vienen de nacimiento, y sería importante identificarlas a tiempo y tomarlas en cuenta para ayudarlo a elegir su profesión”.
Fue exactamente lo que le sucedió a Figueroa en la Escuela República Francesa de Taras de Cartago. Tras aquella observación de la maestra Amparo, de ese centro educativo saldría un dibujante, pero sobre todo un contador de historias que lo llevaría a compartir sus mundos imaginados con todo un país.
Tricolín y Figueroa, Figueroa y Tricolín, cara y cruz de una misma moneda. Ambos han recibido un homenaje por su constancia, en una edición limitada que bien vale tener como recuerdo y regreso de tan connotado personaje infantil.
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