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A Fidel Gamboa, in memóriam.
En el programa “Desayunos Universitarios” bajo la conducción de los profesores Manuel Bolaños y Ana Elena Badilla, en una amena conversación con Jaime Gamboa, músico y compositor del grupo Malpaís, se hizo alusión al carácter metafórico y simbólico del sugestivo nombre de este excelente grupo musical.
Jaime nos hacía recordar que la “Costa Rica” -celebrada posteriormente también como la “Costa pacífica” o la “Costa democrática”- para tiempos de la colonia era el país -o más propiamente provincia- más pobre y menos poblada de la región. Efectivamente, “Malpaís”, como símbolo, es la expresión más genuina de esa otra realidad: “herencia” de una colonización que no alcanzamos a erradicar.
Pero Malpaís es una playa paradisíaca de esas que abundan en nuestro litoral pacífico. Es el símbolo de un país rico en biodiversidad y belleza escénica. De uno de los países “ecológicamente ricos del mundo”, según el decir de la Dra. Silvia Rodríguez. Esta riqueza, que no puede ser medida según los parámetros del mercado, se nos está escapando -ya hace rato- de las manos. Por eso el canto del grupo Malpaís deja una estela de nostalgia, que recoge la añoranza de lo que fue nuestro pueblo, y al que siempre debemos volver para seguir teniendo alma de costarricense.
El espíritu de esa cultura ancestral que se resiste a morir, lo expresa muy bien la composición de Fidel Gamboa (q.d.e.p): “Guanacaste ya no está. Ya no me lo canta el viento. Es que tengo que buscar más al norte del recuerdo”. Es ésta, sin duda, una búsqueda posible y, ante todo, necesaria. Hay que retomar esos viejos senderos, con una visión renovada y acorde a los desafíos de nuevos tiempos: el encuentro y el diálogo intercultural. De no ser así nada tendremos que aportar en esa mesa del diálogo, y nos convertiremos en un país sin voz y sin presencia, habiendo renunciado a lo irrenunciable para cualquier pueblo del mundo: la dignidad y el orgullo de sentirse y percibirse herederos y constructores de una cultura propia y diversa.
Una globalización mal concebida nos está llevando por los errados caminos de una cultura sin rostros, sin sabor a pueblos y comunidades. Una mezcla o “collage” construido sin ningún criterio estético; deformado por los intereses materialistas y consumistas que todo lo pervierten al convertirlo en simple mercancía.
La música y el canto del grupo Malpaís es una voz de esperanza con alma de terruño. Ha sabido recoger y expresar musical y poéticamente el espíritu de nuestro pueblo, la memoria de sus tradiciones, mitos y leyendas: la amalgama que nos da el calor y el sabor de lo nuestro. Por eso no es casual que en su música y en su canto encontremos siempre un “rincón” acogedor y familiar.
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