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Epígrafe:
“Indudablemente, con relación a España, el acta del 29 de octubre de 1821, marca el fin del dominio español en Costa Rica”. Óscar Aguilar Bulgarelli, historiador. (Reflexiones en torno al 29 de octubre de 1821).
Y concluye señalando que lo que interesaba era la “independencia de un sistema colonial y monárquico, decadente y corrompido, que estaba en franca decadencia”. Costa Rica ya traía su proceso, consecuencia del abandono y aislamiento que había sufrido durante todo el periodo colonial por parte de la Corona española en su trono europeo, y de las autoridades locales americanas que la representaban; algunos historiadores han querido hacernos creer que aquí en Costa Rica no pasaba nada, ni las moscas volaban, y que nunca hubo intención de contradecir y menos de levantarse en contra del imperio español.
Entonces, ¿por qué el celo que registran documentos de la época por mantener un control absoluto de la supuesta pacífica grey costarricense? Se movía una corriente subterránea, la de que aquí no pasa nada, tranquilos, pero ya se tenía y se practicaba un sistema de autonomía incipiente desde mediados del siglo diecisiete. El último gobernador era un militar de carrera, viejo y recalcitrante en su fidelidad al Rey de España, por eso el miedo y la irritación que le producían los hipócritas habitantes, siempre queriendo salirse con la suya. En aquella supuesta ignorancia, la Constitución española de Cádiz de 1812, abrió muchos espacios de libertad y emancipación, que fueron detonante para ejercer la voluntad y soberanía del pueblo, de donde emanaba el verdadero poder de la nación, poder expresado en los cabildos y las decisiones vinculantes que ahí se tomaban.
La aseveración de Bulgarelli (Semanario UNIVERSIDAD 8 sept. 2011) de que el 15 de septiembre de 1821 representa una fecha simbólica que se convirtió en “el motor que inició el proceso independentista”, es históricamente desacertada e incorrecta, pues no puede ignorar que el costarricense Pablo Alvarado, quien estudiaba en Guatemala, desde 1808 había dado el primer grito de libertad de toda la América hispana, y que en 1811, José Matías Delgado, en El Salvador, lo repetía en un proceso que se fue convirtiendo en cascada de insurrección, con eco en Granada, Nicaragua. Alvarado fue encarcelado, el entonces gobernador de España en Costa Rica escribió a la autoridad superior de Guatemala pidiéndole que por cualquier medio se lo dejaran allá, porque no lo quería más en Costa Rica, ya como símbolo de insurrección. El mismo Aguilar Bulgarelli prepara un libro sobre la figura de Alvarado, a quien en Costa Rica no le hemos dado el mérito que le corresponde. Pablo Alvarado, costarricense, el hombre que dio el primer grito de libertad en toda la América hispana, padeció prisión y destierro. Es que los costarricenses somos desmemoriados, injustos, egoístas y soplapitos de complacencia con todo lo que venga del extranjero. El Salvador celebrará el 5 de noviembre del presente año 2011 el Bicentenario de su independencia, recuperando su memoria histórica y fortaleciendo su identidad nacional a partir de su gente y los hechos históricos de los que han sido protagonistas.
En el artículo de Aguilar Bulgarelli que arriba anotamos, refiriéndose al Acta del 29 de octubre, él mismo señala categórico, que: -“Con aquel acto, Costa Rica finiquitaba el proceso que la separaba totalmente de España, de la que muy poco beneficio había recibido. Indudablemente, con relación a España, el acta del 29 de octubre es contundente en cuanto a su declaración de independencia, tal y como lo exponen don José Mª de Peralta, el Br. Rafael Fco. Osejo el 19 de mayo de 1823 al decir:
“que Costa Rica con heroico esfuerzo y arrastrando por sí misma la opresión del jefe terrorista que la gobernaba don Juan Ml. De Cañas, proclamó su independencia del Gobierno Español, logró poner término a su prolongado cautiverio en 29 de octubre de 1821”.
¿No era eso lo que se perseguía en la época, separarse definitivamente del imperio español? La única soberbia y solemne majadería es cambiar la historia para acomodarla a otros fines, cambiar la fecha real que nos dio nuestra Acta de Independencia histórica y jurídicamente legítimas, para crear una distinta y darle el nombre de simbólica, y así cantar glorias y aleluyas que no nos corresponden. ¡Que se las canten otros!
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