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México: el espejo del futuro

Era el 31 de diciembre de 1993. En México la clase política y adinerada se regocijaba porque a partir de las 0 horas con cero minutos de ese primero de enero de 1994 “los Estados Unidos Mexicanos” se incorporarían, con su TLCAN con los EEUU y Canadá, al clan de los países desarrollados del mundo. El dinero llovería a granizadas, el empleo desbordaría cualquier literaria imaginación, la pobreza sería parte de la historia, “la copa se derramaría” y México pasaría a formar parte de los pocos países desarrollados de América Latina.

Era el 31 de diciembre de 1993. En México la clase política y adinerada se regocijaba porque a partir de las 0 horas con cero minutos de ese primero de enero de 1994 “los Estados Unidos Mexicanos” se incorporarían, con su TLCAN con los EEUU y Canadá, al clan de los países desarrollados del mundo. El dinero llovería a granizadas, el empleo desbordaría cualquier literaria imaginación, la pobreza sería parte de la historia, “la copa se derramaría” y México pasaría a formar parte de los pocos países desarrollados de América Latina.
Pero como un presagio de lo que le esperaba a ese “México lindo y querido”, el mismo primero de enero de 1994 aparece, en la selva Lacandona, enfundado en un pasamontañas y comandando una sublevación indígena, el Comandante Marcos y le declara al mundo que lo que la clase política y adinerada les dice a los mexicanos no es tan cierto y que se debe luchar por alcanzar la verdad de lo que ese TLCAN le traerá a los mejicanos. Lo que sigue de ahí es historia conocida y una trágica realidad. México nunca se convirtió en un país desarrollado y económicamente poderoso.
Su TLCAN con los EEUU y Canadá lo único que hizo fue sacar a remate las instituciones públicas mexicanas y, al igual como hoy sucede en Costa Rica con el ICE, la CCSS, el AYA, el INS, la Educación Pública, los puertos, los aeropuertos y muchas cosas más, muchos políticos y grandes empresarios se alzaron con facilidad y casi sin ningún costo con el patrimonio del pueblo y, sobre todo, de aquellas instituciones y servicios que satisfacían las necesidades de los más pobres. Todo ello gracias a su influencia en las altas esferas políticas mejicanas. Hoy esos sectores políticos y económicos engordan la lista de los personajes más millonarios del mundo. Algunos de ellos ya están en Costa Rica engullendo la electricidad y las telecomunicaciones con el apoyo de los políticos y empresarios criollos.
17 años después México en vez de ser uno de los primeros países desarrollados de América Latina, aparentemente se ha convertido en un país sin ley, orden o tribunales. Pareciera que no hay gobierno, ni sistemas de seguridad, ni justicia ni castigo. Y, según algunas denuncias de los partidos de oposición, se llega al poder mediante fraudes y sobornos. Hoy México es el ejemplo vivo de la “ley de la selva”. En ese hermano país, de quien no podemos negar es ejemplo de grandes artistas, escritores, intelectuales, revolucionarios y comediantes de impresionante renombre, “la vida no vale nada”. Hoy por hoy, pareciera que quienes mandan son los carteles de la droga, los sicarios, los delincuentes, los empresarios corruptos, los políticos ineficientes y el ciudadano común y corriente que cree que todo va muy bien. Los muertos se cuentan por centenares, los secuestros son el “pan nuestro de cada día” y la forma de hacer justicia son las balas y la decapitación. Mientras los crímenes de las mujeres en Juárez nunca han sido aclarados.
Lo que le sucede hoy a México, aunque nos resulte espeluznante, es lo que nos espera al resto de países del área. México es el espejo de nuestro futuro. Lo que hoy se está dando en Costa Rica es lo que se dio hace unos quince años en México. Una clase política neoliberal que se sometió a los poderes del dinero, una clase empresarial que buscó privatizarlo todo para engordar sus bolsillos, unos medios de comunicación social chabacanos y oportunistas y un pueblo enajenado y burlado que  lo único que pensaba era en hacer plata de cualquier forma. Le sucedió a México, le está sucediendo a Guatemala, Honduras y El Salvador. Y aunque nos ponga “la carne de gallina”, es lo que nos sucederá a todas y todos si seguimos creyendo en la propaganda estupidizante que nos dice que somos el país más feliz del mundo, que aquí todas y todos somos “hermani-ticos” y que los políticos se sacrifican por el pueblo.
Tres son los factores que destruyen nuestras sociedades: La enajenación e ingenuidad de los pueblos, la inmoralidad y corrupción de la clase empresarial y política y una mafia organizada e inteligente que se engendra,  reproduce y representa a esa misma clase empresarial y política.

  • Asdrúbal Marín Murillo (Profesor Escuela de Estudios Generales)
  • Opinión
Kidnapping
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