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Don Quijote, Sancho se ensaña contra la Caja

Ya en otra ocasión había expresado mi malestar por las inicuas acusaciones que se suceden una tras otra en contra de los funcionarios públicos y más exactamente aquellos que trabajamos por la seguridad social.

Ya en otra ocasión había expresado mi malestar por las inicuas acusaciones que se suceden una tras otra en contra de los funcionarios públicos y más exactamente aquellos que trabajamos por la seguridad social.
Al ver las noticas de primera plana y los editoriales que se asocian con el develamiento de supuestos actos de corrupción, extraña que nadie atine a darse cuenta de las sugestivas afirmaciones que de forma encubierta se lanzan en contra de otros funcionarios que no figuran directamente en tan “responsables” análisis de la gestión administrativa, aunque se les culpe sin decirlo directamente.
Los que elevan sus denuncias en pos del control social, como homónimos de Sancho, musitan alguna frase para despertar suspicacia. No toleran que existan Don Quijotes, al tiempo que comparten la solución de los pastores. Con ellos lanzan una piedra sobre esos Caballeros, mientras su fundamento es que no se le debieran soportar tantas alucinaciones.
Porque en la Caja pasa que, en efecto, hay cambios en el trámite de compras de medicamentos y otros insumos, gracias al uso de algunas figuras que recoge la normativa nacional para realizar la gestión de manera eficiente, que echa mano, además, de la mano firme de quienes se encuentran identificados con esta institución, su compromiso de servicio y la sostenibilidad del sistema. En suma, hay algo en lo que llevan razón todos esos Sancho Panza. Hay quienes alucinan con una mejor gestión de las compras en procura de los servicios que se prestan.
Que hay errores por salvar. Claro que sí. Solo los mediocres, que se contentan con ser la expresión más fiel de un pusilánime, no los cometen. Y que existen conductas por corregir, en efecto. HAY QUE CORREGIRLAS. Si la responsabilidad nos cobija, la impunidad no puede ocupar su lugar. No obstante, quisiera detenerme en lo que ya adelanté. Se vienen aprovechando las nuevas modalidades de compra que las leyes conceden. Hoy se apuesta, por ejemplo, por la compra de soluciones integrales cuando antaño se creía, gracias a la lenta evolución de nuestros mercados, en las compra de bienes. Allí la Caja asumía el costo total, mientras que hoy se promueve, lo que en buenas prácticas del comercio se conoce, como alianzas estratégicas con los proveedores en las que el riesgo se comparte para estimular la reducción de costos. Contratos prorrogables donde los proveedores se ven constreñidos a acogerse a una efectiva competencia para resultar favorecidos. Compras por consignación que otrora gestara la institución y que actualmente se prevén en la Ley para que el Estado cuente con los bienes oportunos, pero cancele solo aquellos que efectivamente son consumidos por sus usuarios finales.
Y las preguntas que de inmediato saltan son: ¿Alguien se da por aludido cuando el esquema de abastecimiento cambia? ¿Quiénes son? ¿Estarán escondidos bajo el velo del control social para constituirse en detractores del cambio? ¿Por qué mandan a las primeras filas a Sancho y no revelan su identidad? Vale decir que no sugiero nada. Llamo a una sosegada reflexión. No vaya a ser que el control social sea objeto de malsana perversión. Las acusaciones no siempre son la denuncia en su estricto significado, pueden, como muchos otros medios manipularse para salvar obstáculos. ¡Ah sí! Imprescindible la aclaración. El cambio siempre es un obstáculo para el ayer y don Quijote con su coraza de idealismo, como si mal no recuerdo lo definiera José Ingenieros, es siempre un sujeto sobre el que ha de depositarse el recelo porque es la máxima representación del hombre virtuoso. Por eso me parece apropiado decir: “Deja que los perros ladren Sancho amigo,  es señal que vamos pasando.»

  • Karina Aguilera Marín. (Abogada)
  • Opinión
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