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Deudas

En un artículo intitulado “Números” (10/8/11), tomé como ejemplo el tratamiento que damos los economistas al fenómeno de  las deudas. Mi intención era mostrar que tendemos a analizar los aspectos cuantitativos de problemas, descuidando lo cualitativo e histórico.  De tal manera, nos quedamos en la superficie de los fenómenos, tratando solamente sus aspectos estáticos y actuales, sin penetrar causas, implicaciones y efectos de largo plazo.

En un artículo intitulado “Números” (10/8/11), tomé como ejemplo el tratamiento que damos los economistas al fenómeno de  las deudas. Mi intención era mostrar que tendemos a analizar los aspectos cuantitativos de problemas, descuidando lo cualitativo e histórico.  De tal manera, nos quedamos en la superficie de los fenómenos, tratando solamente sus aspectos estáticos y actuales, sin penetrar causas, implicaciones y efectos de largo plazo.
Siendo la deuda el principal tema que se ha destacado en la crisis mundial y nacional que padecemos, es conveniente examinarlo desde la perspectiva anterior. Así lo entenderemos mejor, para identificar medidas que lo resuelvan. Y, para tal efecto, se necesita aclarar lo siguiente:
•  Como expliqué brevemente en el artículo mencionado, las deudas tienen una historia larga y compleja que forma o revela las raíces mismas de nuestra economía. Para entenderlas, no basta determinar y rastrear su cantidad, sino que es necesario observar sus articulaciones con la producción y las finanzas, tanto internas como el exterior.
•  Cada año, las autoridades del Banco Central informan sobre el saldo de la Deuda Pública en el Programa Macroeconómico, el cual fue estimado, para  2011-2012), en ocho billones  (¢8.000.000.000.000),  equivalente a 42.6% del  PIB  (p. 17). Conforme al FACTBOOK  del CIA,  Costa Rica se  ubica  en el lugar número 66 de los 163 países del mundo: por debajo de Estados Unidos (62.3%); por encima de México (36.8%); y casi igual a Turquía (42.7%).
•  Algunos países desarrollados -por ejemplo, Gran Bretaña, Alemania y Estados Unidos-  tienen lo que llaman un RELOJ DE LA DEUDA (DEBT CLOCK, en inglés) que registra permanentemente, veinticuatro horas al día, el monto de la deuda pública. Esta idea fue introducida en Estados Unidos por Seymour Durst, un desarrollador de bienes raíces de Nueva York, ubicando el aparato en la avenida 42, cerca de Time Square.
•  El 6 de este mes de setiembre 2011, marcó $14. 697. 414. 689. 563. 40 (en inglés 14.7 trillones, en español 14.7 billones). Y en US DEBT CLOCK.org,  la cifra está distribuida o acompañada por varios otros indicadores, como Producción Nacional Bruta, gastos federales, déficit federal, gastos de “medic-aid”, seguro social, defensa, ingresos del gobierno federal, pensiones federales, base monetaria de la Reserva Federal; también se dan estimaciones de la deuda per cápita y por tributante, gastos estatales y locales, etcétera. Se observa los cambios de todos los datos en “tiempo real”. Así, el despliegue numérico en constante movimiento causa un verdadero mareo.
Sospecho que no tardaremos en imitar esa maravilla cuantitativa en Costa Rica, pero me preocupa que no viene acompañada de información alguna de tipo, cualitativo, histórico-genético y crítico-político. Y, desde la perspectiva de toma de decisiones, la atención se concentra casi exclusivamente en las tasas de interés y “el manejo” de la deuda pública.  Esto, por supuesto, es agradable y prioritario para los tenedores  privados de esa deuda,  que en Costa Rica andaría por  encima de 35% del total, según el estudio engañosamente intitulado CAUSAS Y CONSECUENCIAS DE LA DEUDA PÚBLICA, que figura  como presentación anexa del Proyecto REDINA II, Managua, Nicaragua, 7 de junio de 2006, p. 13.
Hace mucho tiempo vengo pidiendo explicaciones a  los economistas del Banco Central  y otras instituciones sobre los sesgos conceptuales, teóricos y profesionales que se muestran en todo lo anterior. Y he  llegado a entender el desinterés que generan los procesos y estructuras de la burocracia en ellos al respecto. Pero me pregunto, con “temor y temblor”,  al decir de Søren Kierkegaard (1813 –1855), aunque no sin esperanza, ¿qué pensarán los jóvenes colegas del Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas de la UCR?

  • Roger Churnside (Catedrático)
  • Opinión
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