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La noticia “UCR: Inversión de $130 millones equivaldría a otro campus”, aparecida en el Semanario UNIVERSIDAD (No. 1911) es, por la magnitud, costo y posible impacto institucional de los proyectos listados, de enorme trascendencia para la UCR. Las facetas positivas del gigantesco plan saltan a la vista: nueva y moderna infraestructura saldaría viejas deudas, caso de Ciencias Sociales y residencias estudiantiles; otras más recientes, caso del SEP, al tiempo que marca el compromiso de la UCR con áreas nuevas como la biomédica. El plan beneficia a todas las sedes, tanto la Rodrigo Facio como las sedes regionales. No en vano fue comparado por la rectora con la construcción del actual campus, y sin duda debemos felicitar a la actual administración por esta amplitud de miras.
Sin embargo, y por un mínimo de prudencia, también deben sopesarse con cuidado diversos factores, y ello requiere un máximo de información. Es necesario saber, por ejemplo, el ritmo previsto de ejecución. ¿En cuántos años se espera ejecutar el plan? ¿Cuántos proyectos individuales se espera ejecutar simultáneamente? ¿Puede la UCR supervisar y fiscalizar adecuadamente diversos meso- y megaproyectos al mismo tiempo? Problemas como los del nuevo edificio del ICE ilustran la complejidad de manejar proyectos tan grandes, aun para instituciones como el ICE y la UCR.
Un plan de esta magnitud amerita ser analizado por toda la comunidad universitaria. Eleonora Badilla se refirió (Metaproyecto, Semanario UNIVERSIDAD No. 1913) a la conveniencia, o necesidad, de utilizar en las nuevas instalaciones modalidades arquitectónicas que bajen costos y maximicen posibilidades de uso. Aquí me referiré, muy brevemente, al posible impacto del plan en el presupuesto institucional.
La noticia menciona un presupuesto estimado en $130 millones. ¿Incluye esta cifra el equipamiento de las nuevas instalaciones o solo su construcción? De ser así, el costo final subiría bastante. Aun más que el costo inicial, preocupan los costos fijos que generará, que incluyen al menos tres grandes rubros: 1) aumento del estudiantado y personal de la institución, 2) servicio de la deuda del fideicomiso, y 3) mantenimiento de las nuevas instalaciones. Si los $130 millones no cubren el equipamiento de estas, hay que añadir este cuarto rubro.
El aumento del estudiantado y el personal no es parte del plan como tal, pero parece implicarlo. ¿Cuál es, a grosso modo, el total de metros cuadrados que se espera construir? ¿Qué porcentaje añade a la actual infraestructura? No se espera, claro está, que personal ni estudiantado aumenten en la misma proporción, pues se trata de generar mejores condiciones y más posibilidades de estudio y trabajo, pero si no se prevé tal crecimiento, parece poco justificable un aumento tan grande de su infraestructura, y menos en tiempos de crisis. En el caso del servicio de la deuda y otros posibles generados por el fideicomiso, ¿cuáles son las sumas que se espera tener que pagar? ¿Por cuánto tiempo? ¿Qué incidencia tendría esto en los escenarios presupuestarios de, digamos, las próximas tres décadas?
La pregunta de fondo es: ¿podrá la UCR, en el futuro inmediato y mediato, enfrentar un aumento tan alto de sus costos fijos? ¿Existe el riesgo de meter a la UCR en un plan de construcciones demasiado “mega”? ¿Qué margen de maniobra se estaría dejando a futuras administraciones, en el corto y mediano plazo, de echar a andar sus propios proyectos? Las respuestas a estas preguntas bien podrían convencernos de emprender este muy ambicioso plan.
Pero como su magnitud generará repercusiones presupuestarias igualmente grandes, cuando la UCR se mueve en un contexto socioeconómico nacional y mundial muy diferente al existente cuando se construyó la actual Sede Rodrigo Facio, resulta necesario que la comunidad universitaria sopese el plan con calma, contando con todos los elementos y datos necesarios.
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