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De combates y realidades

El combate evoca la historia épica y los héroes y los sacrificios en que se va la vida toda a partir del derramamiento de la sangre y el sacrificio. El combate evoca la lucha real de la vida. El combate apela a esa extraña realidad que es el hecho de estar vivo, porque estar realmente vivo no es fingir estar “realmente vivo”, porque en el hecho verdadero de estar vivo es donde se muere cada día y donde indiscutiblemente vivir es morir y vivir es también como morir: no es nada sencillo… es lucha verdadera, no lucha fingida.

El combate evoca la historia épica y los héroes y los sacrificios en que se va la vida toda a partir del derramamiento de la sangre y el sacrificio. El combate evoca la lucha real de la vida. El combate apela a esa extraña realidad que es el hecho de estar vivo, porque estar realmente vivo no es fingir estar “realmente vivo”, porque en el hecho verdadero de estar vivo es donde se muere cada día y donde indiscutiblemente vivir es morir y vivir es también como morir: no es nada sencillo… es lucha verdadera, no lucha fingida.
El combate es lucha, guerra abierta y frontal, destrucción tanto propia como ajena en nombre de un deber, una orden o un ideal. El combate es lucha real por una victoria absoluta, contundente y definitiva. Por eso el combate implica un coraje auténtico, sin farsas, un carácter real y no una realidad irreal, bajo indicaciones risibles y pésimos guiones pésimamente entrenados.
La noche es el momento más propicio para atacar al enemigo, claro, siempre y cuando se esté total y claramente seguro que el enemigo duerme y que no está prevenido. El coraje no es montaje ni maromas ni gesticulaciones y caras fingidas y teatrales, pero con demasía de mediocridad.
La noche de combate es noche de dignidad, porque en la verdadera guerra no hay pantomimas ni situaciones artificiales (“montadas”).
La noche de combate es una noche de guerra, porque es resistir al enemigo. La noche de combate es noche de combate cuando es verdadera lucha, digna lucha, porque no hay componendas en una guerra real. Tampoco hay enojos airados fingidos; palabras de tensión las hay, pero la sangre y la casta brotan espontáneas.
Sin embargo, en la guerra hipotéticamente “real” hay caras falsamente airadas, las cuales alternan con “close ups” de delirios de femme fatale que aspira al top modelaje y al estrellato del cine. Ellos, ellos también posan. ¡Qué realidad falsa! ¡Qué soldadía tan verdaderamente paupérrima! ¡Qué falta de verdadera soldadía! ¡Qué realidad tan triste!
Y lo que es peor… falsos soldados, sin planificación ni planes ni planos trazados, terminan inventando un fenómeno real que no es real y haciendo inevitablemente recordar a un cadáver, hace tiempo muerto, que no puede “nada dar”.
Pd: ¿Cuánto puede sostenerse una guerra así? Cuanto dure la mediocridad y el amaestramiento de un pueblo. ¿Cuánto más peligroso es todo ello? En la medida en que el amaestramiento, unido a la estupidización masiva y progresiva, se esté implementando tranquila e impunemente. Por eso, la cultura verdadera debe pegar un grito al Cielo… y a la sociedad.

  • Hernán Mora C.
  • Opinión
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