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Sin ideas y sin gramática

La gramática se ahorca cada vez más en las cuerdas de los jóvenes, estiradas por el iphone, el facebook y el twitter. La gramática agoniza en su agonizar y tira espasmos como pataleando para poder ser rescatada de esa tortura sangrienta en la cual la someten los fresas, los emos, los góticos y los que no son nada, pero se apuntan para torturar a la lengua, los que no tienen ideas y sus vidas giran alrededor de pensamientos lacerantes, o peor aún, en el ser gracias al tener.

La gramática se ahorca cada vez más en las cuerdas de los jóvenes, estiradas por el iphone, el facebook y el twitter. La gramática agoniza en su agonizar y tira espasmos como pataleando para poder ser rescatada de esa tortura sangrienta en la cual la someten los fresas, los emos, los góticos y los que no son nada, pero se apuntan para torturar a la lengua, los que no tienen ideas y sus vidas giran alrededor de pensamientos lacerantes, o peor aún, en el ser gracias al tener.
La no muy bien ponderada generación naciente, nace escribiendo su estado en facebook mientras toma el chupón y se caga en los pantalones. Los padres, contentos por las monerías de sus hijos, aplauden y sonríen, y al fondo de la foto, etiquetada en la red por supuesto, la gramática con ideas se quiere suicidar y nadie le permite ese respirar eterno de poder morir con dignidad en esta sociedad cada vez más ignorante. Aunque, claro está, no podemos meter a toda la generación en un saco y culpar a las redes sociales por el terrible andar del divino tesoro.
Gracias a ellas, algunos pocos jóvenes pensantes, que por suerte empiezan a dejar de ser insuficientes, lograron movilizarse para poder pegar, en su alarido, un grito al cielo de “Basta” o “Prou”, como se desató en Plaza Sol en Madrid o en Plaza Catalunya en Barcelona.
En el Oriente Próximo también ayudaron a despertar a los jóvenes y entonces, aunque en el norte y el este del mundo se sigue maltratando al lenguaje y no sean muchos los que piensen, unos pocos, que se multiplicaron, se levantaron para decir basta y buscaron más igualdad en sus países.
A pesar de que algunos se niegan a empaparse, las ideas se están regando, como agua corrediza entre los dedos de los jóvenes. Empieza a caer del lado de los olvidados, de los ya cansados de un sistema mundial que socializa las pérdidas para todos y privatiza las ganancias para unos pocos, tal y como lo dijo alguna vez el buen piloto del lenguaje y de las ideas, Eduardo Galeano.
La juventud chilena, ese modelo de mocedad latinoamericana digna de imitar, se cansó de tener que andarse negando a una educación gratuita y costeada por el Estado. La indignación sacó los pensamientos y los pocos jóvenes pensantes dejaron de ser escasos para poder levantar un movimiento que debería entusiasmar al resto de hermanos latinoamericanos.
Los españoles, esos que primeramente tocaron las notas musicales de nuestra misma lengua, fueron los que pusieron la piedra angular para contagiarnos de este entusiasmo con ideas acá en nuestra América, eso sí, bien regadas por las redes sociales y apoyadas por Víctor Sampedro.
Entonces la pregunta es: ¿hasta cuándo las fresas materialistas o los emos “existencialistas”, empezarán a contagiarse de las ideas y apostar por sostener con fuerza sus posiciones? La respuesta es triste, aunque pensándolo bien, los emos tienen más esperanza de  contagiarse, porque aunque muchos de ellos no lo sepan, Camus, Sartre y Beckett, pensantes escritores y filósofos que expresaron el absurdo de este mundo, son los forjadores de esas lacerantes y tristes ideas bajas en hEMOglobina.
Acá en Costa Rica, las ideas se levantaron un poco, allá por 2007, cuando el bien polémico Tratado de Libre Comercio sacudió a uno que otro joven indignado, pero pasado el pedo se fue el olor y solo unos pocos respiraron fuerte para guardar el hedor y sostenerlo en contra de la minería a cielo abierto. A estas alturas nadie se peda, mientras que en Chile y en España se cagan, se cagan en el sistema que no los representa y nos les da educación.
Las ideas, también, tienen que ser impulsadas por los viejos, por los que pisan ya el camino de las canas, pero es una lástima que el joven que quiera pensar se lo trate de soñador de sueños mojados o de hereje fervoroso y entonces vemos en nuestro mirar al premio Nobel de literatura levantarse a decir que los jóvenes peruanos que chatean, piensan igual que un mono.

  • Óscar Ureña García (Periodista)
  • Opinión
Spain
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