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El desarrollo social de Centroamérica se ha visto marcado en los últimos años por moderados avances que no terminan de ser suficientes, pues en materia de cobertura educativa e indicadores como mortalidad infantil y esperanza de vida se muestra un incremento, mientras que la creciente violencia ha convertido a la región en la zona más peligrosa de Latinoamérica.
Así lo reveló el Cuarto Informe del Estado de la Región 2008-2010 presentado esta semana en Costa Rica, el cual lanza un vistazo preocupante sobre la constante desigualdad y brechas sociales que afectan a la población centroamericana y que generan una serie de flagelos.
El istmo se ha convertido en los últimos tres años en el territorio más violento de Latinoamérica, y una de las zonas más peligrosas del mundo. Prueba de ello es que en el 2009 y 2010 la tasa regional de homicidios por cada mil habitantes, se situó por arriba de 40.
Dicha tendencia ha registrado aumentos durante toda la década, sobre todo de forma concentrada en países del denominado “triángulo norte”, en el que se ubican Guatemala, El Salvador, Belice y Honduras.
Esas tasas de homicidio están afectando con gran fuerza a las mujeres y jóvenes de la región, pues en el caso de los llamados femicidios –que es la expresión extrema y mortal de la violencia contra las mujeres, vinculada con relaciones desiguales de poder entre géneros, las cifras se han incrementado constantemente, especialmente en El Salvador, Honduras y Guatemala.
Por ejemplo, en El Salvador se registró 12.7 homicidios por cada 100.000 mujeres, lo que sobrepasa la cifra de 10 por cada 100.000 que establece la Organización Mundial de la Salud como indicador de epidemia.
Honduras muestra una situación dramática, ya que en solo cinco años (2003-2007) los homicidios de mujeres aumentaron en un 166%, mientras que los de hombres un 40%; todo esto sin que los Estados muestren una atención adecuada al problema.
El otro rubro severamente afectado es el de personas jóvenes, con edades comprendidas entre los 18 y los 34 años, lo que ha venido drenando el potencial de las sociedades centroamericanas, detalla el informe.
Asimismo, la investigación alerta sobre el aumento desproporcionado de la violencia y la penetración del crimen organizado en el terreno regional, como el tráfico ilícito de armas y la dinámica de la narcoactividad, con una gran presencia de carteles delictivos y la diversificación de sus operaciones en Guatemala, Honduras y El Salvador.
Se suman a lo anterior los escasos progresos en el ámbito social y económico, el sostenido aumento de los niveles de violencia, las acciones de grupos irregulares y las guerras de bandas rivales, que desbordan la capacidad del Estado y las policías públicas.
De hecho, las economías ilícitas que están vinculadas a estos grupos criminales disponen de amplios márgenes de maniobra y han ganado legitimidad social en ciertos territorios, donde la presencia de los gobiernos es escasa o nula, como es el caso de la zona del Petén en Guatemala y ciertos municipios del occidente hondureño.
Esa tendencia a permitir la inserción de grupos de crimen organizado y la aceptación en muchas zonas de sus acciones, deviene de una serie de problemáticas y deficiencias que experimentan los países de la región, como problemas de cobertura educativa, salud pública, pobreza, desnutrición y limitado acceso al empleo digno y de calidad.
A pesar de que todos los países muestran ciertas mejoras en la cobertura educativa -sobre todo de preescolar y secundaria-, las brechas continúan siendo de importancia, puesto que a excepción de Costa Rica y Panamá, más del 50% de los niños y niñas no asiste a las aulas de preescolar.
En primaria la cobertura regional fue cercana al 90% en todos los casos y en secundaria las cifras aumentaron. En El Salvador, Guatemala y Nicaragua cuatro de cada diez jóvenes todavía están fuera del sistema educativo.
Vista la región en conjunto, el progreso educativo ha sido lento, si se compara con los avances de países de Latinoamérica, explicado casi siempre por las necesidades económicas que viven los niños y adolescentes en sus hogares.
Más de un 25% de los jóvenes de 15 a 17 años indica que la falta de interés en el sistema educativo es su motivo para no ir al colegio. En El Salvador, ese porcentaje asciende a 37.1%, mientras que Costa Rica y Honduras es de 33%.
Una calificación que llama la atención, es la que hace el mencionado informe sobre los programas de transferencias condicionadas, que inciden de forma inmediata sobre los ingresos de los hogares pobres, y que están relacionados con el cumplimiento de responsabilidades ligadas a la inclusión de los niños y jóvenes en los sistemas de salud, educación y nutrición.
El referido estudio constató que estos programas están atendiendo a las familias que lo necesitan y que están libradas del clientelismo, el amiguismo y la corrupción, sobre todo en los casos de “Avancemos” en Costa Rica, la “Red de Oportunidades” en El Salvador y “Mi Familia Progresa” en Guatemala.
Según la investigación, la inversión social aumentó en toda la región, y el mayor incremento -del 66.7%- fue en Nicaragua, que junto con Guatemala es de los que menos invierten en material social.
Pese a la crisis económica mundial, los datos demuestran que los gobiernos no recortaron el gasto público social per cápita; por el contrario, hubo aumentos que beneficiaron los índices de mortalidad infantil y esperanza de vida.
No obstante, esos avances se vieron limitados por las grandes brechas sociales, que a pesar de una modesta reducción en la desigualdad de la distribución de ingresos, las inequidades continúan siendo muy elevadas.
La pobreza por falta de ingresos versus el consumo, afectó a un 47% de los centroamericanos, y un 18.6% estaba en pobreza extrema. Las cifras hablan de que un 10% de la población más rica recibe cerca del 40% de los ingresos totales en Guatemala y Honduras, y un 30% en los demás países.
NIÑOS CON HAMBRE
La desnutrición infantil es un problema que llega a muchos sectores de la población centroamericana y aunque los países no disponen de información actualizada, según denunció el Estado de la Región, las últimas encuestas muestran que las condiciones de Centroamérica son particularmente graves, en comparación con el resto de Latinoamérica.
Se estima que en el 2008 casi 1.8 millones de niños menores de cinco años padecían de desnutrición crónica; es decir, uno de cada tres pequeños en la región padecen este mal, sobre todo en países como Guatemala, donde la mitad de la población infantil de ese rango de edad está desnutrida.
Por su parte, en Panamá, Honduras y El Salvador, esta cifra es el 25%, en Nicaragua el 19.3% y Costa Rica el 2.7%. En la mayoría de los casos los países han mostrado leves reducciones en la incidencia de la desnutrición, excepto Guatemala y Panamá, en donde se ha deteriorado.
Las tasas son considerablemente mayores en las zonas rurales que en las urbanas, un patrón que repite en el resto de América Latina, mientras en Costa Rica por cada niño con desnutrición en la zona urbana hay 1.3 en la rural; en Panamá, Honduras y El Salvador la relación se incrementa de 2.1 para el primer caso, y 2.4 para los otros dos países.
Estos preocupantes números son reflejo de los bajos ingresos que tiene la población, la enorme pobreza y la desigualdad económica.
Por otra parte, en la mayoría de los países los sistemas de seguridad social son débiles y fragmentados, con una cobertura muy reducida, con excepción de Costa Rica y Panamá, que es de 88.8% y 77.4% respectivamente. En el resto de naciones la cobertura es de menos del 25%.
Comercio intrarregional
Aunque el mundo experimentó una crisis económica y financiera que colapsó diversos sectores y se trajo abajo gran cantidad de compañías, Centroamérica logró salir a flote sin efectos catastróficos para su economía, salvo ciertas contracciones.
En este sentido, el país más afectado fue El Salvador, tanto en su extensión como en su profundidad, afirma el IV Informe del Estado de la Región 2008-2010.
Las exportaciones intrarregionales fueron las que dieron la campanada de salvación para el sistema económico de los países centroamericanos, ya que registraron el mejor desempeño.
Durante la última década, el comercio intrarregional creció un 8.5% frente a un 5.3% del extrarregional, impulsado fundamentalmente por Guatemala, Honduras y Nicaragua.
En términos macroeconómicos, el documento señala que los flujos de capitales privados cayeron 21.4%, las remesas 2.4%, las exportaciones de bienes 1.5%, y el turismo no creció, mientras que las compras de la región crecieron más que sus ventas.
Esa contracción erosionó las frágiles finanzas públicas de los países, aunado a la deficiencia en la estructura impositiva, tanto en cuanto a la evasión tributaria como a la alta dependencia de la tributación indirecta.
Dadas las bajas cargas tributarias en todos los países -cercanas al 14% en todas las naciones-, las necesidades de garantizar la sostenibilidad de los programas y enfrentar la carga financiera de la deuda implican presiones fiscales adicionales, que ponen en riesgo la estabilidad y los logros sociales alcanzados.
Jorge Vargas, investigador del Estado de la Región:
“Convergencia de desafíos amenaza estabilidad en Centroamérica”
-Existen cuatro problemas esenciales en las condiciones que vive la región.
María José Núñez
[email protected]
Hay una serie de desafíos que se fusionan en la región centroamericana, que amenazan al istmo de diversa naturaleza y que hacen difícil el manejo de las distintas problemáticas. Esto enfrenta a los gobiernos a la implementación de cambios urgentes en el corto y largo plazo.
Así lo confirmó a UNIVERSIDAD el director adjunto del programa Estado de la Región, Jorge Vargas, quien mostró el panorama general y los principales retos que vive el istmo.
¿Cuál es el panorama que experimenta la región, de acuerdo con los resultados del Informe?
-Centroamérica enfrenta el momento más delicado y peligroso de los últimos 20 años, pues hay una serie de problemáticas que convergen. Está el problema demográfico, la adaptación al cambio climático, la exclusión social, Estados institucionalmente débiles.
¿Cuál es el problema demográfico?
-En estos momentos comienza a hacerse evidente el cambio en la pirámide poblacional; está cambiando y en los próximos 20 años no vamos a contar con crecientes contingentes de personas que ingresen al mercado laboral, que fue lo que nos permitió crecer en las últimas décadas.
Ahora, si vamos a crecer deberá ser mediante la productividad, pues el proceso de envejecimiento de toda una generación culminará en un plazo de diez años. Entre un 20% y un 25% de la población centroamericana va a tener alrededor de sesenta años. La pregunta es: ¿Cómo vamos a sostener a los países con una estructura demográfica envejecida con niveles de productividad de tercer mundo? Es un problema de largo plazo, pero que debe encontrar soluciones ahora.
¿Qué sucede con la adaptación al cambio climático?
-La región desde antes ha demostrado ser una zona muy vulnerable a eventos naturales; esto no es nuevo, es un problema de siempre. Lo nuevo es que tiene efectos económicos cada vez mayores. Todas las proyecciones internacionales señalan que Centroamérica será la región más afectada, a pesar de que contribuimos únicamente con el 1% de la huella mundial.
¿Cómo está la región en cuanto a exclusión social?
-Aquí se junta el tercer desafío: una alta persistencia a la exclusión social. La gente está con una muy precaria inserción al mercado laboral, no tienen acceso a servicios públicos, no tienen pensión, ni seguro de salud y además las credenciales educativas son mínimas. Prueba de ello es que 18 millones de personas -es decir 3.3 millones de hogares- están doblemente abandonados, por el Estado y por el mercado, porque no solo son pobres, sino que no tienen perspectiva de mejorar.
Es una población que requiere educación, salud y generación de empleos, pero la mayoría sigue trabajando en el sector informal y el formal es poco dinámico, mientras que el Estado tiene poca capacidad de integrarlos. Entre el 75% y el 80% de la población centroamericana no tiene acceso a seguros de salud o pensiones.
¿Y el desafío de las instituciones?
-En la mayoría de los países el Estado es autoritario e institucionalmente débil, con muy poca opción de dar servicios a la población. Hay un total de 968 instituciones públicas, con Estados pequeños y bajísimas capacidades para recolectar impuestos y para gastarlos.
Comparados con América Latina, la mayoría de los países -excepto Costa Rica y Panamá- gastan entre el 20% y 30% del promedio de recolección de sus impuestos por año, y encima son Estados donde los controles son frágiles y el Poder Ejecutivo controla y nombra a dedo a los jerarcas de las instituciones.
¿Qué otras problemáticas enfrenta la región?
-Luego de pasar por las transiciones de la guerra a la paz, los regímenes autoritarios se acabaron y no emergieron regímenes democráticos, sino híbridos, en los cuales aparecen algunas cosas propias de la democracia, como los sistemas electorales y otras como Estados autoritarios, sobre todo en el manejo de asuntos públicos.
Esto potencia las dificultades, pues en los últimos años desde el punto de vista político fueron pésimos, con un golpe de Estado en Honduras, fraude electoral en Nicaragua y poderes ejecutivos controlando al poder judicial en varios países, así como una alta violencia en épocas electorales, con un entorno internacional volátil e incierto, además del problema geopolítico del narcotráfico.
¿Está todo perdido para la región?
-No estamos diciendo que nos derrumbamos, pero hay que tomar muy en serio la complejidad de la situación. Tenemos tiempo de enfrentar los problemas, pero se requiere que los países más afectados comiencen a ceder. Debe haber acuerdos políticos duraderos, donde se cree un marco de seguridad jurídica y social para las personas y una redistribución social y económica.
Se requieren cuatro condiciones: que los ciudadanos demanden estos acuerdos que perduren en el tiempo, que los partidos los quieran aceptar, que el Estado tenga la capacidad de ejecutar, y que los poderosos no lo impidan.
¿Se cumplen esas condiciones políticas?
-No, no se cumplen, pero si no hacemos nada es muy baja la probabilidad de salir de esta situación, y emergerían a mediano plazo los Estados degradados.
Índices no son tan competitivos
Costa Rica muestra dualidad entre avance y estancamiento
María José Núñez
[email protected]
Costa Rica es uno de los países que tiene los mejores índices sociales en Centroamérica, con avances en el tema de desnutrición infantil, baja mortalidad de niños, una alta esperanza de vida y amplia cobertura en salud y educación pública, aunque a la vez muestra ciertos índices negativos que revelan otra cara.
En el país, la tasa de matrícula en primaria es total, y la cobertura de secundaria es la que mayor progreso mostró en la región, con tasas superiores al 65%, mientras que entre sétimo y noveno año hay un desgranamiento.
El porcentaje de estudiantes que concluyen la secundaria baja del 88% al 54%, y para los siguientes años, solo cuarenta de cada cien jóvenes logran concluir el ciclo.
Por otra parte, la cobertura de agua potable es de un 100%, pero la cobertura de alcantarillado sanitario es de apenas un 26%, por lo que se acostumbra utilizar sistemas de tanques sépticos.
En cuanto al gasto social, Costa Rica invierte más que las otras naciones y distribuye de manera equitativa sus recursos entre educación, salud, seguridad protección social, vivienda.
Contrario a lo anterior, el país dio pasos atrás al incrementar la desigualdad entre sus pobladores, pues por tradición ha sido el menos desigual y durante la época de crisis, este índice experimentó un aumento, según lo constató el Cuarto Informe del Estado de la Región.
Las mujeres siguen siendo las más afectadas por la pobreza, pues el 52.6% de la población en pobreza general son mujeres y representan el 53.5% de quienes se ubican en pobreza extrema. Además su ingreso con respecto a los hombres es del 20% menos.
Respecto al sector turismo, este se vio seriamente afectado, ya que su participación disminuyó del 42% al 32% entre el 2000 y el 2009; a la vez, se dio una gran contracción de las remesas del exterior, con el beneficio de que este factor no es determinante para la nación costarricense.
Adicionalmente, la inversión extranjera directa tuvo una caída que obedeció en gran medida a la crisis del sector inmobiliario, aunque según la investigación, fue mitigado con la apertura del mercado de las telecomunicaciones.
También hubo un deterioro fiscal del 50.4%, por un crecimiento en los gastos y producto del efecto adverso de la crisis económica. En síntesis, Costa Rica, mostró una dualidad de avances y retrocesos, con crecimientos que continúan siendo insuficientes.
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