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Dos ojos mirando hacia Singapur

Volaba sobre Filipinas donde, después de catorce horas, nuestro mismo océano Pacífico se va transformando en nuevos mares: el de Filipinas, que acabamos de sobrevolar, y el de China Meridional, al que vamos entrando. Tokio, Beijing, Seúl y Taiwán quedaron hacia el norte, hace ya algunas horas, mientras enrumbamos hacia la ecuatorial Singapur. Hemos volado desde Los Ángeles y faltan todavía dos más para llegar. El tiempo ha estado huracanado y algo se siente todavía. Solo las espectaculares condiciones del vuelo de la compañía singapurense hacen llevaderas las casi 17 horas del viaje.

Volaba sobre Filipinas donde, después de catorce horas, nuestro mismo océano Pacífico se va transformando en nuevos mares: el de Filipinas, que acabamos de sobrevolar, y el de China Meridional, al que vamos entrando. Tokio, Beijing, Seúl y Taiwán quedaron hacia el norte, hace ya algunas horas, mientras enrumbamos hacia la ecuatorial Singapur. Hemos volado desde Los Ángeles y faltan todavía dos más para llegar. El tiempo ha estado huracanado y algo se siente todavía. Solo las espectaculares condiciones del vuelo de la compañía singapurense hacen llevaderas las casi 17 horas del viaje.
El escenario está delimitado por China (siempre China, cada vez más presente), al norte. Girando en el sentido contrario al del reloj, Vietnam, Camboya, Tailandia, Malasia, Singapur, Indonesia y Filipinas, además del pequeño (pero riquísimo) sultanato de Brunei, conforman las orillas de ese mar, en el que ahora nos adentramos, antes de llegar a destino.
 
Siete periodistas latinoamericanos se reúnen aquí invitados por la cancillería de Singapur, para conocer y discutir el modelo de desarrollo de esta pequeña ciudad-Estado, enclavada en el extremo de la península malaya.
“Singapur es un prodigio”, nos diría luego un embajador latinoamericano recién llegado al país.
Ciertamente, las cifras son impresionantes. Desde su independencia, en 1965, cuando se separó de Malasia para ser la ciudad-Estado que es hoy, la pequeña Singapur dejó de ser un rincón pantanoso en el extremo de la península malaya para transformarse en una de las 20 economías más importantes del mundo. Su Producto Interno Bruto (PIB) es hoy de $300 mil millones, con un per cápita de más de $55 mil. Esto la coloca en el cuarto lugar del mundo, por encima de Estados Unidos, sexto. Costa Rica, con $11.200, ocupa el lugar 70.
CURIOSIDAD
¿Cuáles son las razones de la curiosidad que despierta, las que hacen a muchos soñar con transformase en “otra” Singapur? ¿Por qué tanto interés en esta pequeña ciudad-Estado de apenas 710 km2?
Quizás por ese crecimiento espectacular. Probablemente, despierta mucho más curiosidad la forma cómo lo ha logrado.
Recorríamos su puerto de contenedores, cuya asombrosa simplicidad hace que por aquí pase el 20% de los contenedores del mundo: 27 millones por año. Detrás de esa simplicidad, está la tecnología que permite operar millones de contenedores, 60 barcos diarios.
Con tres o cuatro movimientos, lo elevan desde el tráiler que lo transportó y lo instalan en el barco que lo llevará a su próximo destino.
Los tráileres llegan en fila, se ponen debajo de la enorme grúa, que engancha y eleva el contenedor, hasta depositarlo en su lugar en el barco. Una y otra vez, la operación se repite, como en una interminable cadena de producción.
Inevitable pensar qué pasaría si este engranaje se paralizara. Naturalmente, la respuesta depende de muchos factores, entre ellos el tiempo. Pero es evidente la importancia de esta pieza en el engranaje de la economía mundial y, seguramente, explica parte de la atención que despierta esta pequeña ciudad-Nación.
No es, en todo caso, lo único. Una y otra vez nos repiten su énfasis en “innovar”, en ser diferentes. Leila Thayalan, de la Singapore Management University (SMU), nos explica sus objetivos: ofrecer una perspectiva asiática, crear un centro sobre mercados emergentes.
“Liderazgo y un buen sistema de Gobierno, esa es la clave del éxito de Singapur”, asegura Thayalan cuando le pedimos su opinión sobre los logros del país.
La respuesta se repetirá, una y otra vez, como lección bien aprendida. El liderazgo lo encarnó Lee Kuan Yew (1923), fundador del todavía gobernante People’s Action Party (PAP) y primer jefe de Gobierno, que llevó a Singapur a la independencia en 1965.
Ciertamente, el político más influyente del país, Lee, y otros cinco “Emeritus Senior Minister” renunciaron la semana pasada a sus cargos, “para facilitar la renovación de los liderazgos en el partido”. Parece inevitable pensar que la renuncia tiene que ver con los resultados electorales de agosto pasado, más estrechos de lo previsto.
Tony Tan Keng Yam, con 744.397 votos, se impuso por apenas 7.269 votos (0,4%) a su seguidor, Tan Cheng Bock. Aunque los dos representan la continuidad, la oposición, aún reducida, duplicó su representación parlamentaria.
El primer ministro, Lee Hsien Long, reconoció la necesidad de que el PAP se renueve “para adaptarse al nuevo electorado”.
La transición parece hacerse sin traumas y, al día siguiente, la prensa olvidó el tema. ¿Será así? Difícil percibirlo, para el observador que está de paso. Si uno pregunta, le aseguran que sí.
DOS MIRADAS
Dos miradas se proyectan hacia Singapur desde la mesa redonda sobre comercio y políticas económicas en América Latina en la última década. La cita reúne aquí a representantes de gobiernos latinoamericanos, de organismos internacionales y empresarios.
En un extremo de la mesa, Rodrigo Malmierca, ministro de Comercio Exterior e Inversiones de Cuba. En el otro, Matías Mori, vicepresidente ejecutivo del Comité de Inversiones Extranjeras del Ministerio de Economía de Chile. Al medio, la viceministra de Comercio e Industria de Panamá, Diana Salazar.
“Necesitamos diversificar nuestros mercados”, hoy concentrado en América Latina y en dos países asiáticos: China y Vietnam, afirma Malmierca. Hay que promover las exportaciones y consolidar el superávit.
Cuba está interesada en ampliar el puerto de Mariel, para recibir los barcos que transitarán por un ampliado canal de Panamá. Hay que hacer cambios para lograr la eficiencia, distinguir el papel del Estado de las empresas, asegura Malmierca.
Quizás por eso está aquí, para conocer la extraordinaria experiencia de PSA, la empresa que maneja el puerto de Singapur. Mori no deja de percibir la curiosa coincidencia en esa mesa redonda con el ministro cubano. Su visión –formado en Chicago– es muy distinta. Fuera del escenario admite “no tener problemas con los bajos salarios”. “Que lo resuelva el mercado”, enfatiza. Pero ambos están aquí, para aprender algo de la economía de Singapur.
Para Panamá, la cercanía con Singapur es evidente. Ambas son economías de servicio. La ampliación del Canal, asegura Salazar, “no es importante para Panamá, sino para el mundo”, al triplicar la capacidad de tránsito por esa vía.
Por Singapur, además, pasan anualmente unos 30 mil funcionarios chinos, de todos los niveles, nos dice S. Iswaran, miembro de la Oficina del Primer Ministro y segundo ministro de Asuntos Internos y de Comercio e Industria.
Vienen también a aprender de algunas experiencias, entre ellas una que resulta particularmente interesante: la del manejo de los problemas de ciudades de tamaño intermedio, como vivienda, tránsito, energía, abastecimiento de agua o manejo de la basura.
En solo 25 años, de 1986 al 2010, la población de Singapur creció de 2,7 a 5 millones de habitantes.
“No tenemos suficiente territorio, ni suficiente agua”, nos recuerda Dinesh Naidu, del “Center for Liveable Cities” de Singapur. El 85% del agua que consumían era importada de la vecina Malasia. Esto ha cambiado, poco a poco, al incluir la desalinización del agua de mar: 54% de la basura es reciclada, un 3% utilizada como relleno, para ir ampliando el territorio.
Pero si de todos los ángulos las miradas convergen hacia Singapur, también aquí se puede encontrar dos ángulos para ver la realidad: su modelo, como alternativa de desarrollo, y el orden político construido para sostenerlo.
Una mano de obra calificada encuentra todas las facilidades para trabajar en Singapur, pero el tercio de la mano de obra empleada en el país en los trabajos de menor calificación viene de naciones vecinas y no encuentra las mismas facilidades para vivir. No puede, por ejemplo, ni casarse ni tener hijos aquí, y si tratara de hacerlo, podría ser expulsada del país.
La ley es dura, y condena a la muerte el tráfico de drogas, mientras otros delitos son castigados con azotes. Pero, nos aseguran, la explicación para el bajo índice de criminalidad es el empleo: solo 2% de la población está desempleada.
Seguramente, en las muchas caras de Singapur está el secreto de esta ciudad-Estado que trata de programar su futuro a largo plazo sin quitar el ojo de las turbulencias que la rodean y que hicieron caer su economía poco más del 2% en el 2009, para recobrar un crecimiento espectacular el año pasado.
Empero recordó Lim Hgn Kiang, el ministro de Comercio e Industria, “la economía global está plagada de incertidumbre”, que un país pequeño y abierto, como Singapur, no puede ignorar.

  • Gilberto Lopes 
  • Mundo
Death SentenceVietnam
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