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En Costa Rica, un 22% de los adultos mayores padece diabetes. Si a este dato se le suma el envejecimiento poblacional, se tendrá como resultado un aumento en el uso de los servicios de salud y, por tanto, un incremento en los costos asociados con la atención médica a la persona adulta mayor. Además, se estima que por cada 10 000 personas mayores de 30 años, 44 llegarán a padecer diabetes tipo dos.
Esta es una de las principales conclusiones de la investigación Diabetes en el adulto mayor: Vidas perdidas y presión sobre el sistema de salud, que desarrolló la M.Sc. Carolina Santamaría Ulloa, del Instituto de Investigaciones en Salud (Inisa) de la Universidad de Costa Rica (UCR).
El objetivo de este estudio era cuantificar el impacto de la diabetes en la población adulta mayor costarricense, en términos de muertes y presión sobre el sistema de salud. Para ello, se utilizaron los datos del Proyecto Creles: Costa Rica Estudio de Longevidad y Envejecimiento Saludable, el cual desarrolla el Centro Centroamericano de Población de la UCR, en colaboración con el Inisa.
En el proyecto se realizaron encuestas y recolección de muestras de sangre a 1343 hombres y 1484 mujeres, mayores de 60 años. También se estudiaron los factores que influyen en el desarrollo y padecimiento de la diabetes.
Entre sus conclusiones, Santamaría destacó que “la diabetes ejerce una presión sobre el sistema de salud, debido al incremento que provoca en la utilización de los servicios. Esto eleva el costo económico que deriva de la atención de una población adulta mayor en franco crecimiento”.
En el estudio se analizó la prevalencia o cantidad de personas que padecen diabetes, así como la incidencia o aparición de nuevos casos, y se registró el nivel de mortalidad de las personas diagnosticadas con este mal.
En el país, un 95% de los adultos mayores está asegurado. Sin embargo, los costos del uso de los servicios de salud son diferentes para una persona que padece diabetes y para quien no tiene la enfermedad.
COSTOS ECONÓMICOS
Por cada diez consultas médicas que realiza una persona sin diabetes, el diabético acude a un promedio de 12 citas. Si esto se traduce en costos económicos, esta persona gasta ¢200 000 en promedio al año, mientras que el adulto mayor sin la enfermedad gasta ¢150 000. Esto significa un 33% más de costos de atención médica para la persona con diabetes.
Los adultos mayores diabéticos se hospitalizan un 37% más que las personas que no padecen diabetes. Por cada diez noches de hospitalización de una persona que no tiene diabetes, el diabético va a estar 14 noches en un centro de salud.
El uso de medicamentos también varía en forma considerable. Por cada diez medicinas que requiere una persona no diabética, la diabética consume 15.
La educación es un factor que influye en la forma en que los adultos mayores acceden a los servicios de salud, señala el estudio. Actualmente, un 51% de los adultos mayores tiene la primaria incompleta, el 28% la primaria completa y solo un 22% cuenta con estudios de secundaria o superiores.
“Entre mayor nivel educativo tienen las personas, es más probable que tengan un mejor acceso a los servicios de salud y sean mejores usuarios. Se adhieren mejor a los tratamientos, entienden mejor su enfermedad y cómo tienen que cambiar su estilo de vida”, explicó Santamaría.
Agregó que es necesario que las autoridades planifiquen la distribución de los recursos del sector salud, ante la fuerte demanda que genera la población diabética y en condición de envejecimiento.
LA OBESIDAD, PRINCIPAL FACTOR DE RIESGO
La obesidad es el principal factor de riesgo que contribuye al desarrollo de la diabetes y para investigar esta variable, se utilizaron dos medidas: la obesidad general, la cual se calcula por medio de la fórmula del Índice de Masa Corporal (IMC), y la obesidad central, es decir, la medición en centímetros de la cintura de una persona.
Cerca del 32% de los adultos mayores tiene un IMC normal, el 42% está en condición de sobrepeso y el 26% es obeso. En cuanto a la circunferencia de cintura, un 32% de la población tiene una cintura con medida normal, un 23% tiene el abdomen aumentado y un 45% el abdomen sustancialmente aumentado.
“Con los datos se demuestra que conforme aumenta el peso y el abdomen, aumenta muy considerablemente la posibilidad de ser diabético”, explicó Santamaría. Lo ideal sería tener un peso y una cintura normales, mientras que el peor escenario lo tienen aquellas personas obesas y con el abdomen sustancialmente aumentado.
Otro dato destacado en la investigación es que el 70% de los adultos mayores no realiza algún tipo de ejercicio en forma regular. Sin embargo, este porcentaje incluye a personas con limitaciones de movilidad.
La diabetes no solo afecta la calidad de vida de las personas que la padecen, sino que también se asocia con una mayor probabilidad de morir de forma prematura. Entre los 60 y los 69 años, las personas diabéticas tienen más del doble de probabilidad de morir que las personas no diabéticas y entre los 70 y los 79 años, un 55% más de probabilidades.
Según Santamaría, es urgente que se promuevan estilos de vida saludable entre la población de todas las edades, pues la diabetes afecta tanto a los adultos mayores, como también a niños, adolescentes y adultos jóvenes. Además, es necesario tomar en cuenta los demás factores de riesgo asociados a la enfermedad, entre estos los antecedentes familiares, consumo de alcohol y tabaco y cantidad de actividad física.
LA DIABETES NO DISCRIMINA
La investigadora enfatizó que “en las mismas condiciones, un hombre y una mujer, tienen la misma probabilidad de ser diabéticos y convertirse en diabéticos”, esto pese a que hay diferencias en los datos de prevalencia de la enfermedad entre la población adulta mayor femenina y masculina. La verdadera diferencia radica en el diagnóstico del padecimiento.
Por ejemplo, entre los 60 y 69 años, la prevalencia de diabetes es más significativa en las mujeres que en los hombres. La incidencia también es mayor en las mujeres entre los 30 y los 59 años. No obstante, después de los 60 años la aparición de nuevos casos de diabetes es mayor en los hombres que en las mujeres.
Estos datos llevan a la conclusión de que en Costa Rica existe un diagnóstico tardío de la diabetes en la población masculina y, por lo tanto, los hombres diabéticos entre 60 y 69 años tienen una mayor mortalidad prematura. En cambio, las mujeres consultan más los servicios de salud a edades más tempranas.
Ante esto, la Dra. Santamaría sugiere que se deben desarrollar estrategias para el diagnóstico temprano de la diabetes en los hombres, pues entre más temprano se detecte la enfermedad, menor es el riesgo de una muerte prematura.
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