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La relación paterna se construye desde antes del embarazo, desarrollando sentimientos de protección, cuido y también la capacidad de incentivar el desarrollo independiente a largo plazo. Mientras las niñas aprenden a “ser mamá” con el maravilloso juego de “casita”, que las enseña a hablar con sus muñecas, resolver problemas de relaciones y ponerse en el lugar de las otras personas, los niños son incentivados a la competencia y la agresión.
Lo anterior, unido a la carencia de modelos positivos, hace muy necesaria la educación para la paternidad, tal como se plantea en la Ley de Paternidad Responsable. Como lo señala Edda Quirós (2002) la paternidad se construye estando presente, nutriendo el desarrollo y asegurando el amor por medio del cuido.
Antes los papás consideraban que cumplían con su deber al trabajar duro fuera de la casa, convirtiéndose en seres aislados y lejanos. Hoy se sabe que el aporte económico no es suficiente: se necesita de una relación constante, “estar ahí” oyendo, comunicándose y realizando las tareas necesarias para el desarrollo, guiando de forma amorosa, sin violencia.
El apego se inicia con la preocupación por las personas, aun antes del embarazo, aun antes del nacimiento, pues el cuido de la madre, el apoyo emocional, laboral, físico y económico nutre a ambas vidas y la voz y las palabras confortantes son percibidas desde dentro del vientre materno.
Antes los papás se mantenían –nerviosos- fuera de la sala de parto, hasta escuchar las esperadas noticias. Hoy los papás saben que su presencia en el nacimiento es indispensable tanto en la relación de pareja como con ese ser tan pequeñito que merece ser acunado para que sienta su calor, para que oiga sus latidos como parte del vínculo de placer que une a dos personas de por vida.
Al nacer los sentidos no están desarrollados como en una persona adulta: el tacto, el calor y el olfato son fuentes primarias para conocer quiénes están ahí en nuestro primer contacto con el mundo externo. Tocar, mecer, abrigar, dar de comer –acariciar mientras mama-, darle palmaditas después de la leche, cambiar las mantillas, bañar, abrigar y cantarle, son actos de amor que llenan tanto a quien lo da como a quien lo recibe. Es una forma compartida de crecer como ser humano.
Este aprendizaje de la paternidad disfrutada, compartida y nutriente debe ser impulsado desde todas las esferas, ya que es parte del desarrollo humano.
El año pasado el primer ministro británico David Cameron tomó las dos semanas de permiso por paternidad para estar a la par de su hijita Florencia, sin intromisiones laborales. A inicios de este año dos ministros de Noruega disfrutaron del mes de licencia para paternar, indicando con esto que tomar tiempo con el/la bebé es una prioridad nacional. En ambos casos se acogieron a una licencia que no afectaba su presupuesto.
En Costa Rica nos alegramos con la firme resolución del diputado José María Villalta, quien a pesar de ser el único diputado de Frente Amplio, ha solicitado el permiso de un mes sin goce de sueldo para asumir a tiempo completo la paternidad de su hijito Emiliano. Deseamos a muchos papás que compartan su experiencia y el disfrute de establecer vínculos profundos con quienes aman.
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