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Endogamia académica en la UCR ¿y la excelencia académica?

Con suma preocupación he notado una peligrosa tendencia en nuestra universidad, la de dejar de lado la excelencia académica por  criterios personales o de amiguismos. En los dos últimos años, he notado cómo en mi área de especialidad, están sucediendo situaciones anómalas en  algunas  unidades académicas. He  observado que personas que cuentan con licenciatura, maestría y un doctorado en curso han sido desplazadas de plazas interinas por otros   interinos con menores atestados académicos. Estos colegas  desplazados, a pesar de sus cartas y conversaciones con los encargados de los nombramientos, reciben respuestas con una dudosa máxima, sus contrincantes tienen derechos de permanencia o de continuidad, sus títulos y experiencia no valen aquí. En consecuencia, es fácil constatar que en algunas unidades académicas existe  una gran cantidad de bachilleres o de personas con poco bagaje académico, aun cuando hay licenciados, másteres, y hasta doctores interesados en estos puestos.

Con suma preocupación he notado una peligrosa tendencia en nuestra universidad, la de dejar de lado la excelencia académica por  criterios personales o de amiguismos. En los dos últimos años, he notado cómo en mi área de especialidad, están sucediendo situaciones anómalas en  algunas  unidades académicas. He  observado que personas que cuentan con licenciatura, maestría y un doctorado en curso han sido desplazadas de plazas interinas por otros   interinos con menores atestados académicos. Estos colegas  desplazados, a pesar de sus cartas y conversaciones con los encargados de los nombramientos, reciben respuestas con una dudosa máxima, sus contrincantes tienen derechos de permanencia o de continuidad, sus títulos y experiencia no valen aquí. En consecuencia, es fácil constatar que en algunas unidades académicas existe  una gran cantidad de bachilleres o de personas con poco bagaje académico, aun cuando hay licenciados, másteres, y hasta doctores interesados en estos puestos.
 
Ese panorama no varía cuando se realizan concursos de antecedentes. Varios colegas con desazón me han comentado que, cumpliendo con los requisitos solicitados, son desplazados por otros a través de mecanismos leguleyos. Las comisiones calificadoras valoran “x” o “y”  requisito, pero olvidando que debe ponderarse, al menos siguiendo los criterios establecidos por la Comisión de Régimen Académico. Tal omisión ha  provocado que un profesor con 15 años de servicio a la Universidad sea equiparado a otro que cuenta con uno o dos años; que un profesor con varias publicaciones sea igualado a otro con dos o tres artículos publicados en una revista sin indexar; que un docente con amplia experiencia en el área sea equiparado a otro que no posee conocimientos específicos señalados en el cartel. Las evidentes injusticias de esas comisiones calificadoras   quedan impunes. Los abogados de la Universidad defienden esa lógica, pues se fijan si se consideró tal o cual elemento y no si se ponderó o no, menos si esa ponderación fue hecha bajos los principios de régimen académico.
Este artículo nace porque varios colegas se aprestan a participar en concursos de antecedentes en varias unidades académicas, tanto del campus Rodrigo Facio como de las Sedes. Desde antes que inicien ya les anuncian que les solicitarán como requisito dos años de trabajo en esa unidad académica, a pesar de tener varios años de laborar en la Universidad. Con ese requisito endogámico, personas que poseen posgrados y estudios doctorales se verán impedidos a participar. Resulta que de esa forma la plaza en cuestión es posible que quede libre, y de esa forma se le guarda el campo a un bachiller interino que tiene gran amistad con las coordinaciones o las direcciones. También es posible que algún candidato o candidata “no amigo” pase por el calvario de  que sus publicaciones sólo se considerarán con un simple “visto”, no se ponderará ni la cantidad ni la calidad de estas; que sus títulos de posgrado los ubiquen por debajo de los de grado inventando artificios; que las calificaciones de las comisiones calificadoras no le serán reveladas, pues éstas solo serán conocidas por la asamblea el día de la votación, que posiblemente ignore cómo se realizó la calificación. 
Cuando por fin el oferente conozca el resultado del concurso, no le tramitarán su apelación, pues los diferentes abogados de nuestra universidad se fijarán si tal o cual comisión consideró el rubro solicitado en el cartel, valiéndoles un comino si se ponderó justamente o no. Al final la frustración del oferente será evidente y el miedo a denunciar se impondrá, pues si lleva a más el reclamo en el próximo concurso ni siquiera se le considerará.  
¿Quién vela por la excelencia académica, que las titulaciones, el trabajo y la “experticie” se consideren de forma justa y razonable? Por los casos de los colegas que me consultan pareciera que nadie. Es la pregunta que se hacen esos colegas y que también me hago yo. Lo que unido a otras situaciones de esta índole, me conduce a escribir en UNIVERSIDAD para que mediante el diálogo y la reflexión se busquen soluciones a esta problemática.

  • Juan José Marín Hernández (Catedrático/ Director del CIHAC)
  • Opinión
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