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Libro recoge la riqueza cultural y contrastante de la capital del país

San José es una ciudad rica en contrastes, como los arquitectónicos, donde se puede apreciar la arquitectura con influencia europea, diferente a aquella en la que lo moderno y la mole predominan. (Foto: Katya Alvarado)

San José es una ciudad rica en contrastes, como los arquitectónicos, donde se puede apreciar la arquitectura con influencia europea, diferente a aquella en la que lo moderno y la mole predominan. (Foto: Katya Alvarado)
Más allá del caos que predomina en San José, según se institucionaliza por los medios de comunicación, la capital es una ciudad rica en imaginarios colectivos e individuales, y es una productora extraordinaria de signos que bien merecen la atención en sus cuatro puntos cardinales, desde los cuales se crea una visión basada en una diversidad de discursos y mensajes.
De ahí que María del Carmen Araya Jiménez, directora del posgrado en antropología de la Universidad de Costa Rica (UCR), haya indagado cómo los medios de prensa transmiten diferentes versiones de la realidad que pervive en San José, lo cual plasma en el libro “San José, de París en miniatura al malestar en la ciudad”.
El libro se presenta este 28 de octubre en el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS), a las 4 p.m., razón por la cual UNIVERSIDAD aprovechó para un acercamiento con la autora y su obra.

¿Cómo ha sido su relación con la ciudad de San José?
-A lo largo de mi vida, he mantenido cuatro tipos de relaciones con San José, las cuales me han dado visiones distintas, diversas y complementarias sobre los momentos del desarrollo de la ciudad. La primera relación es de la niñez: sumamente afectiva y cercana, al haber nacido en La Carit y haberme criado en barrio el Carmen de Paso Ancho, parte de lo que se ha conocido como los barrios bajos del sur (Paso Ancho, Desamparados, Barrio la Cruz, La Carit, etc.). Una segunda relación es la de extrañeza, ya que soy hija de padres que migraron del campo a la ciudad en busca de mejores condiciones de vida. Durante mi niñez y adolescencia, los lugares de origen de mis padres o los sitios de zona rural donde ellos habían trabajado, como Orotina, San Antonio de Belén, Desmonte, San Carlos, Puriscal, estaban constantemente presentes en San José, como un Otro cultural lejano y cercano al mismo tiempo y que se resumía en la palabra campo.
Una tercera relación fue como estudiante, tanto de colegio como de mis primeros años de Universidad.  Estudié en el Colegio Vocacional de Heredia y junto con mi hermano un año mayor, durante tres años viajábamos diariamente a la ciudad de las flores. En ese tiempo, conocí la San José de esas horas, el movimiento del comercio, de la vida nocturna que desde las seis de la tarde se vislumbraba por las aceras y calles. Años después, cuando durante varios meses realicé un levantamiento de las fachadas de todas las casas de Barrio Amón, Otoya, La California, y de la historia de sus habitantes, para un TCU en la UCR, conocí otra San José, distinta que contrastaba enormemente tanto con la arquitectura y la realidad sociocultural de los barrios del Sur.
Y por último, una relación más analítica, al hacer de San José mi espacio de investigación y  lugar clave para la docencia. Esta nueva etapa ha sido importante, ya que he tenido que explorar en mi experiencia, en mis recuerdos y en el de las personas que me han rodeado, para tratar de entender San José antropológicamente. Desde esta perspectiva, como cualquier ciudad, San José tiene muchas historias, por supuesto con una dosis importante de invención, que se mezclan con los discursos del poder.
¿La creación simbólica de ese San José por los medios de comunicación se mueve entre el morbo y el idealismo?
-El asunto es mucho más complejo. Los medios de comunicación han acompañado los discursos del poder que construyen imaginarios sobre San José y, además, han participado activamente en esa construcción. Esa construcción se basa en la exacerbación de una serie de fantasías, deseos y miedos, algunos de los cuales están en el imaginario histórico sobre San José (de ahí su capacidad de interpelación sobre el deseo de ser una metrópolis cultural como París; moderna como New York o económica, en la síntesis de China o Japón).
Hay también un deseo de distinción: ser la Suiza centroamericana, ser distintos de y más cercanos a. Se perciben también miedos a la delincuencia urbana, a los “monstruos urbanos” (que adquieren distintos rostros), al caos urbano (estético, infraestructura, vial). Otra de las exacerbaciones es el deseo de limpieza, orden y moral, así como deseo de abundancia,  lo que tiene relación con la ciudad del consumo y los valores que están alrededor de la misma. Además, tome en consideración que el idealismo tiene algo de morbo y viceversa.
El hecho de que a San José ingresen, en promedio, un millón de habitantes diariamente, ¿de qué manera impacta a la ciudad?
-Tiene implicaciones positivas como el hecho de que le da un dinamismo sociocultural importante al lugar.
¿Con la creación de los mall se perpetúa esa diferenciación social que antaño se establecían a través de espacios como el Club Unión, por ejemplo?
-Esta pregunta es muy interesante.  El Club Unión antecede a la construcción de los mall.  Es un espacio exclusivo, totalmente cerrado en términos sociales, al que solo pueden ingresar sus afiliados o invitados, quienes suelen ser de una clase social más alta o que se pretende alta, en términos económicos y culturales. Difícilmente, una persona de sector económico bajo o medio bajo pueda ingresar a ese lugar. En ese sentido, es un espacio privado, cuya diferenciación social es muy profunda y casi absoluta. Los mall también son privados, porque “se reserva el derecho de admisión”, pero en ellos puede ingresar una persona independientemente de su condición económica. Hay ciertos mall más exclusivos a los que algunos sectores económicos no van porque, posiblemente, no se sientan bien circulando por esos espacios; hay un mall para clase media, media baja, etc. Los centros comerciales y el consumo se abren como un abanico para todos los sectores sociales, pero se abren diferencialmente.
¿Le falta a San José, en su opinión, un mayor abordaje literario que pueda explicarlo mejor a partir de la técnica narrativa que recoja, potencie y proyecte personajes, en especial aquellos marginales que habitan la ciudad?
-No podríamos decir que a San José le falta un abordaje literario, ya que ha sido un espacio de recreación estética, en sentido profundo, de mucha importancia para los literatos. Por ejemplo, tenemos la novela “El Moto” de Joaquín García Monge, “El Primo” de Jenaro Cardona, así como las primeras novelas que recrean la ciudad de San José de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Más recientemente, está la literatura de Fernando  Contreras que profundiza en los intersticios de San José y en la magia que inspira este espacio. También “Cruz de Olvido”, de Carlos Cortés, para citar solo algunos. La novela urbana es uno de los mecanismos fundamentales que se dan, no solo para imaginar la ciudad, sino también para explorarla e investigarla.
Tampoco podemos decir que ha sido suficientemente explorada en términos literarios. San José es un espacio tan rico en historias, relaciones sociales, patrimonio material, memoria histórica, migrantes tanto al interior del país, que lo constituyen en un lugar privilegiado e inagotable para ser explorado desde la literatura y desde las ciencias sociales.
En mi libro, yo señalo cómo el discurso periodístico y el discurso político construyen una ciudad estereotipada, llena de miedo, de caos, de “plebes” urbanas. A través de una narrativa literaria profunda que rescate el rostro humano de las personas y de la ciudad, se puede deconstruir o poner en duda  los imaginarios negativos que dominan. Hay mucho sobre San José actual y de otras épocas sobre la que no se ha escrito. Un ejemplo muy pertinente en este momento es el Cementerio Calvo, lugar en donde se quiere construir la Villa Olímpica: hay una memoria histórica, un patrimonio intangible que está por investigarse, por escribirse, por recrearse. Ahí hay un territorio por explorar para los antropólogos, sociólogos, historiadores, arquitectos y por supuesto, también para los escritores.

  • Jose Eduardo Mora 
  • Cultura
Joaquín García Monge
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