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Hay cierto tipo de registros que son fundamentales para conocer los actos individuales y colectivos de los seres humanos, y con ello, llevar el inventario y contexto de las comunidades donde ha organizado su vida en sociedad; no es solo la frialdad de un dibujo en piedra, o quizá un documento escrito en otro medio, sino los hechos consignados de sus actores sociales, políticos, religiosos, espirituales, comunitarios, que el ser humano en el desarrollo de su conciencia y búsqueda de civilización, trajo a la luz de la historia su propia evolución material y espiritual, y con ello, establecer sus constantes contradicciones y conflictos sociales. Los registros dan cuenta de la naturaleza humana en movimiento, del movimiento de su energía convertida en alma, o si se quiere, del desarrollo del materialismo histórico congruente con sus principios de utopía, que en el fondo, son búsquedas para el mejor desarrollo humano.
Las actas son documentos; los documentos registran información. La información nos permite establecer coordenadas, la ciencia nos permite usar sus herramientas para investigar. Eso es lo que la masonería, piedra angular en la esencia del alba de las universidades públicas de Occidente, establecieron como Lucem aspicio, búsqueda de la verdad permanentemente investigada.
Para lo que nos interesa, el acta es un medio material que registra por escrito el acto, la intención de voluntades humanas en acción de cierto contexto y de la ideología que pretende legitimar, entre el asunto tratado y su relación con lo que acuerda, y entre quienes se dan y afecta. El acta de un notario registra voluntad de intenciones por legitimar expresamente bajo ciertos códigos. El acta de nacimiento de una sociedad mercantil, manifestaciones, entre una amplia gama de registros que pretenden valor legal o moral, o simplemente dejar el relato de un testimonio.
Las nuevas ideas de pensadores ingleses y franceses con desarrollo efectivo después de mediados del siglo XVIII, permitieron quitar lo sacro a conductas humanas en política, los reyes fueron desnudados, pues quedó establecido que su poder de monarcas no venía de Dios sino de atribuciones humanas en sus tejidos de clase, control y dominación ideológicas, así como injusticias en la distribución de la riqueza y desigualdad sociales; se abría el camino a un nuevo orden social, a la firma política de un contrato social. Las 13 colonias inglesas se independizaron de su matriz en 1776 con el nombre de Estados Unidos de la Unión Americana, hoy USA. Luego vinieron los levantamientos de 1789 en Francia.
Sin embargo, la España genocida de América se mantenía firme en sus principios divinos, hasta que Napoleón Bonaparte depuso a su rey Fernando VII y entronizó a su hermano José, como administrador. En síntesis de esa acción política y militar, se convocó a la creación de una carta fundamental o constitución política, no basada en principios divinos, sino en su dimensión humana: la soberanía reside en el pueblo. Se limitó el poder del rey de España a los principios establecidos en la Constitución de Cádiz, puesta en vigencia en 1812. Suspendida en 1814 cuando Fernando VII regresa al poder, luego de su exilio y prisión forzosa francesa. Y vuelta a poner en funcionamiento en 1820. Esa Constitución de Cádiz, era de la monarquía española; otra cosa eran los movimientos de independencia y las causas generales y particulares de cada región americana bajo el dominio español. En resumen, dicha constitución suavizó para España el fin de uno de sus ciclos históricos. Pero seguía siendo de España.
El proceso de independencia de Costa Rica de España, suceso de la época que culminó el 29 de octubre de 1821, con nuestra declaración de independencia, evidencia el hecho y la fecha cierta del acto colectivo, con registro histórico-legal. Ahí queda certificada el Acta de nuestra Independencia de España, pues nunca más volvimos a ser una de sus provincias ni parte de su imperio genocida y corrupto. A partir del 29 de octubre de 1821 nunca más volvimos a obedecer a ninguna autoridad española, ni a su constitución, ni a tener su bandera como la nuestra. Todos los elementos en juego fueron medios que nuestros antepasados usaron para crear nuestro país, a pesar de sus dudas y las adversidades que debieron enfrentar.
Este 29 de octubre del 2011 hemos cumplido 190 años en que decretamos nuestra independencia. Curioso que todavía haya resistencia en ciertas mentes colonizadas que gobiernan nuestro país, y muy especialmente en la educación y quienes asesoran a los altos mandos, ignorantes y desinteresados. Los más peligrosos serían los educadores que educan para otros… personas, empresas, transnacionales, países, imperios, ideologías, y no para nosotros los costarricenses. En esta maravillosa fecha del 29, la unión lúcida es la fuerza que nos da futuro cierto.
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