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El periódico La Nación S.A. “celebró” el 60 aniversario del Partido Liberación Nacional con artículos de sus ‘personalidades’ (uno expresidente y actual dueño del cadáver), glosas de sus editorialistas, pronunciamientos del figuerista “auténtico” Francisco Morales y alguna querubinada de quien preside al muerto.
El artículo del expresidente Óscar Arias trata, como no puede ser de otra manera, de su excelsitud personal, y de cómo salvó al país de la entrega a Estados Unidos que habría perpetrado el también expresidente de Liberación, Luis Alberto Monge (para quienes casi solo leen Facebook o Twitter, gobernó Costa Rica entre 1982 y 1986). Arias inicia su artículo (LN: 11/10/11) con una pregunta retórica: ¿Por qué está enojado Luis Alberto Monge conmigo? Como todo pésimo escritor, dice no saberlo, pero arriesga la siguiente respuesta. Él habría deshecho la política de cesión del país a los intereses de EUA en la región, política cuyo protagonista habría sido el entonces presidente Monge quien la cobijó bajo su Proclama de la Neutralidad Perpetua, Activa y No Armada. Vincula el entreguismo de Monge con la muerte de guardias civiles costarricenses (Crucitas, mayo 1985) y el atentado de La Penca (mayo 1984; siete periodistas muertos, 22 heridos). Acusa directamente a Monge de doble moral, de entreguista, de vender al país y de haber creado condiciones para el asesinato de costarricenses y la comisión de acciones terroristas. Si esto es así, sorprende que Arias prefiera ser amigo de Monge. Más bien debería presentar, o haber presentado, acusaciones legales en su contra.
Dicho sea, de paso, la primera administración Arias, en opinión de las víctimas de La Penca, no mostró ninguna voluntad de avanzar en la investigación acerca del acto terrorista cometido en suelo fronterizo. La desgana podría atribuirse a que en la acción estarían involucradas agencias estadounidenses.
En una réplica, cinco días más tarde, Monge se desliga de los reproches y acusa a Arias, en su segundo mandato, de tener una política exterior que le permite allegar fondos a su Fundación Arias (LN: 16/10/11). Pleito de caballeros. Propio de una vela.
Justo al frente de la página que La Nación S.A. concede a Arias para que éste acorrale a Monge se le dan ¾ de página a Fernando Berrocal Soto, quien alguna vez quiso dirigir una insurrección contra los Arias dentro del difunto PLN. Adhirieron pocos zombis. Su extenso artículo reitera los lugares comunes del imaginario que se autorreceta el ‘liberacionismo’, cita a todas sus personalidades y recuerda sus diez presidentes con 38 años de labor. Dentro del flujo de estereotipos le brinca una semiverdad: “Nunca llegamos a ser un verdadero partido político (…) pero sin duda sí estructuramos una poderosa y peleadora maquinaria electoral (…) Una maquinaria que sabe cómo ganar elecciones”. Es una semiverdad porque el cadáver del que nunca fue partido funciona no solo como maquinaria electoral que no tolera no ganar, sino también como una gavilla pluriclientelar de asaltantes de posiciones y fondos públicos. De esto último se sigue su intolerancia a la derrota. Y es de lo que se acusan mutuamente Monge y Arias.
La parte anecdótica del velorio la pone una de las personalidades del “figuerismo auténtico”, el señor Francisco Morales. Como se sabe, la actual administración “liberacionista” de la señora Chinchilla es adversada groseramente por los hermanos Arias. El señor Morales propone no que el partido que nunca fue y ahora es cadáver sancione a los hermanos Arias por boicotear el gobierno de la señora (que no requiere boicot para naufragar), sino que se pongan de acuerdo, por arriba: “Hay que mejorar la relación de Laura con… digamos las cosas con nombre y apellidos, con Óscar y Rodrigo” (LN: 12/10/11). Del partido ni se acuerda. La cosa es entre los individuos y sus clientelas. Cero menciones a la república o a la ciudadanía.
En velorio trajinado no puede faltar el zarpe. El Presidente del muerto, de apellido Jiménez, tras soplar las 60 calas del queque funerario, declaró que un féretro tan grande como el PLN no puede “tener solo ángeles y querubines”. Y sentenció, para la historia: “La honradez no tiene que ver únicamente con el manejo de fondos públicos, sino también con la lealtad a los principios políticos” (LN: 15/10/11). Los ‘principios’ del actual PLN son lo contrario de los de Groucho Marx: si a usted no le gustan, no tiene otros.
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